Fundamentalismo ex¨®geno
Leo en EL PA?S del domingo un titular que atrapa mi atenci¨®n: "Irak se islamiza d¨ªa a d¨ªa". El reportaje habla de la influencia creciente del radicalismo chi¨ª, del retorno del velo, de atentados contra tiendas que venden alcohol, regentadas por cristianos. Es un reportaje en el que se entremezclan las opiniones de quienes temen que el proceso sea inexorable y de quienes consideran que se trata de una reacci¨®n temporal. Entre estas ¨²ltimas, el art¨ªculo destaca la afirmaci¨®n de Tamara Chalabi -descrita por la periodista como una mujer que luce una frondosa melena rubia y viste con falda chanel y camiseta ajustada-, quien considera que la actual corriente de islamizaci¨®n obedece al empobrecimiento de la sociedad iraqu¨ª y al profundo choque que ha supuesto la ca¨ªda del r¨¦gimen, mostr¨¢ndose convencida de que "cuando la econom¨ªa mejore y las mujeres vuelvan a tener dinero para comprarse maquillaje se acabar¨¢n los velos". Sin embargo, la lectura del art¨ªculo me desasosiega al transmitir la impresi¨®n de hallarnos ante un proceso realmente imparable y, de alguna manera, previsible: parecer¨ªa como si lo natural fuera que el islam se encauce siempre, tarde o temprano, hacia el islamismo, al margen de las coyunturas hist¨®ricas o de las distintas institucionalizaciones de las sociedades agrupadas tras la caracterizaci¨®n de civilizaci¨®n isl¨¢mica.
Si, como se?ala Slavoj iek, en demasiadas ocasiones se utiliza la referencia a lo ¨¦tnico como un sin¨®nimo de naturaleza, el islam se ha convertido, en nuestro imaginario social, en algo as¨ª como una pandemia cultural, un perverso rasgo de la naturaleza, tan temible como los terremotos, tan impredecible como ellos y, en el fondo, tan imposible de integrar en nuestras existencias si no es como anormalidad y amenaza frente a la que toda protecci¨®n es poca. Como denunciara hace a?os F¨¢tima Mernissi, el estereotipo del "Islam fan¨¢tico y obtuso", del "Islam aterrador que mueve al rechazo", puebla los informativos europeos, al tiempo que se omite toda aproximaci¨®n a cualquier otra manifestaci¨®n de un islam plural. S¨®lo desde esta perspectiva resulta verosimil la tesis del choque de civilizaciones, expresi¨®n de un estado latente de Kulturkampf global que ¨²nicamente una atenta vigilancia y una firme disposici¨®n a la intervenci¨®n coactiva preventiva permitir¨ªa mantener bajo relativo control.
De nada sirve que Karen Armstrong afirme que la separaci¨®n entre religi¨®n y pol¨ªtica (base del laicismo) est¨¢ profundamente enraizada en la tradici¨®n chi¨ª desde mucho antes de que tal cosa ocurriera en occidente, o que, frente a la idea de que existen culturas o creencias natural e irremediablemente fundamentalistas, sostenga que "el fundamentalismo ha sido siempre una disputa interna entre los miembros de una misma sociedad". O que Daryush Shayegan se?ale que la islamizaci¨®n es un fen¨®meno pol¨ªtico que tiene que ver m¨¢s con procesos caracter¨ªsticos de procesos totalitarios que con la naturaleza misma del islam. O que Gilles Kepel desvele la existencia de un movimiento musulman laico y antifundamentalista, empe?ado en conciliar islam y democracia. O que Louis Massignon profundice en la dimensi¨®n abrah¨¢mica del islam, caracterizada por la hospitalidad sagrada para con el extranjero. Nada hace mella en eso que Edward Said denomin¨® la visi¨®n orientalista, perspectiva ideol¨®gica construida como un "sistema cerrado que se contiene y refuerza a s¨ª mismo y en el que los objetos son lo que son porque son lo que son de una vez y para siempre, por razones ontol¨®gicas que ning¨²n material emp¨ªrico puede expulsar o alterar". Nada sirve para cuestionar la supuesta extra?eza radical de un islam interpretado, en palabras de Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, "como un rasgo biol¨®gico o una extra?a enfermedad cr¨®nica, para la que no existe remedio eficaz una vez que los individuos la contraen en sus lugares de nacimiento".
?El islamismo como enfermedad? Tal vez, pero ?cu¨¢nto hay de end¨®geno y cuanto de ex¨®geno en su origen, desarrollo y expansi¨®n? El cosmopolitismo, la apertura al otro, la tolerancia, la democracia, exigen para su existencia unas condiciones sociales y econ¨®micas que el globalitarismo armado niega a una mayor¨ªa de la humanidad, haciendo cada d¨ªa m¨¢s atractiva para cada vez m¨¢s personas aquella recomendaci¨®n que un individuo hac¨ªa a otro en una magistral vi?eta de El Roto: ?D¨¦jate de ciudadan¨ªas y s¨¢cate el carn¨¦ de tribu, que tiene m¨¢s prestaciones!
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