Retrato robot
El mal siempre tiene un rostro; o tiene un mill¨®n de caras, una para cada maldad; pero nunca es invisible. A veces, la polic¨ªa tiene un muerto pero no tiene un asesino, y entonces sale a la calle y busca a qui¨¦n y d¨®nde, en una ciudad como Madrid que en esos casos debe hacerse a¨²n m¨¢s grande y enigm¨¢tica, m¨¢s llena de posibles sombras y madrigueras. Los investigadores salen a las calles sin respuestas y tienen que hablar con v¨ªctimas y testigos, coger un l¨¢piz y recurrir desesperadamente a los retratos-robot para intentar saltar de lo general a lo individual y de lo abstacto a lo concreto: ?C¨®mo era ese hombre que vieron entrar en el comercio o salir del club de alterne? ?De qu¨¦ color eran sus ojos? ?Qu¨¦ forma ten¨ªa su cabeza? ?Era rubio o moreno, alto o bajo, delgado o gordo? ?Parec¨ªa espa?ol o extranjero? ?Alguna marca o cicatriz? ?Alg¨²n tatuaje? ?Alguna herida? Y las personas con las que hablan los inspectores cerrar¨¢n los ojos y recordar¨¢n vestimentas o acentos; ojos y p¨®mulos; cabelleras o modos de andar; manos, orejas...
Y despu¨¦s el proceso se invierte, el retrato-robot se publica y todos nos convertimos en eventuales investigadores, en gente que puede conocer al canalla, puede haberse cruzado con ¨¦l en la escalera y hasta vivir a su lado. Pudo usted verlo en el banco, en la tienda de ultramarinos o en la tintorer¨ªa, porque los delitos sin resolver no s¨®lo convierten a cada desconocido en un presunto sospechoso, sino que tambi¨¦n transforman cada rinc¨®n de la ciudad en una probable cueva de ladrones. Hasta que se esclarezca el delito y se conozca la verdad, ?alguien o alg¨²n lugar pueden ser descartados? ?No hemos visto acaso un mill¨®n de veces, en las cadenas de televisi¨®n, a esos vecinos del homicida, del maltratador dom¨¦stico o del terrorista sanguinario que, al saber la noticia, dicen qui¨¦n lo iba a imaginar, con lo amable que era, siempre saludaba en el ascensor y en el portal, a m¨ª una vez me subi¨® las bolsas de la compra hasta el quinto piso...? Atentos todos.
Ahora la polic¨ªa ha vuelto a pedir la colaboraci¨®n ciudadana para intentar encontrar y detener a un hombre de pasaporte ruso al que varios testigos acusan de asesinar a un compatriota en Madrid, con un cuchillo. Los testigos han contado sus impresiones y dado sus pistas y los dibujantes de la polic¨ªa han hecho el retrato-robot. ?se es el hombre, m¨ªrenlo bien; ¨¦ste es el rostro del mal. La verdad es que uno no deja de comprender que la detenci¨®n de un miserable es algo esencial para que Madrid o cualquier otro sitio sean habitables, no sean la capital del miedo. Y quiz¨¢s es inevitable que, en ocasiones, la polic¨ªa -d¨¦jenme que lo no les llame cuerpos y fuerzas, que eso, parece el t¨ªtulo de una revista de culturismo y, adem¨¢s, me recuerda a cierto ex ministro del Interior a quien llamaremos Pinocho- tiene que reconocer que no puede trabajar sola y necesita pedir ayuda. Pero el caso es que esa historia de la colaboraci¨®n ciudadana me produce cierta inquietud. Toda esa gente que recuerda rasgos y participa en ruedas de reconocimiento. Toda esa gente a la que le gustar¨ªa mucho ser la que delata, la que hace que se detenga al bandido. ?No es cierto que, a simple vista, un ruso se puede parecer mucho a otro ruso, o un hombre de color a otro hombre de color, o un japon¨¦s a otro japon¨¦s? ?Hasta qu¨¦ punto ese tipo de informaciones no es un peligro? Me dir¨¢n que muchas fechor¨ªas se han solucionado gracias a la demanda de una persona valiente que tuvo el coraje y el sentido de la responsabilidad de marcar el n¨²mero de la polic¨ªa. De acuerdo, pero ?cu¨¢ntas alarmas falsas tuvieron que producirse antes? ?Cu¨¢ntas delaciones sin motivo??Cu¨¢ntas personas fueron vigiladas, identificadas o marcadas con una cruz a causa de su raza, por ejemplo? El fil¨®sofo Giorgio Agamben ya se refiri¨® hace tiempo a este peligro y, llegando a poner lo que, sin duda, es un ejemplo extremo, record¨® que el nazismo empez¨® justo de esa forma: se?alando a la gente, convirtiendo a unos en una diana y a todos los dem¨¢s en cazadores.
Creo que la polic¨ªa debiera ser muy precavida antes de hacer p¨²blico un retrato-robot, que es algo que parece muy peligroso de comisar¨ªa hacia afuera. Ayer, entre los que hayan visto el retrato-robot del ciudadano ruso acusado de matar a otro ciudadano ruso en Madrid, algunos se habr¨¢n sentido perseguidores y otros se habr¨¢n sentido perseguidos. Esta ma?ana, al salir a comprar el pan, me dio la impresi¨®n de que todo el mundo me miraba. Deben ser imginaciones m¨ªas porque, claro, qui¨¦n va a creer que yo... ?O s¨ª lo podr¨ªan creer?
Yo le comprendo. A veces, al mirar el retrato- robot, el esbozo me ha recordado a alguien que conoc¨ªa. Y otras veces me ha recordado un poco a m¨ª mismo.
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