La lucha contra el 'nuevo' terrorismo
Conforme se va calentando la campa?a presidencial en EE UU, hay quien sostiene que la guerra del presidente Bush en Irak ha empeorado el problema de combatir el terrorismo. ?sta es una acusaci¨®n muy grave, dado que el mundo necesita una estrategia m¨¢s amplia contra el terrorismo. No es nada nuevo, ni es un enemigo ¨²nico. Es un antiguo m¨¦todo de conflicto definido frecuentemente como el ataque deliberado a los inocentes con el objetivo de esparcir el miedo. Los atentados de Nueva York y Washington de 2001 constituyeron una escalada espectacular de un fen¨®meno de siglos de antig¨¹edad. Sin embargo, el terrorismo en la actualidad es distinto de como era en el pasado. Hoy en d¨ªa, los instrumentos de destrucci¨®n masiva son m¨¢s peque?os, m¨¢s baratos, y m¨¢s f¨¢ciles de conseguir. En los atentados de Madrid del pasado marzo se utilizaron tel¨¦fonos m¨®viles a modo de cron¨®metros. Secuestrar un avi¨®n es relativamente barato. Por ¨²ltimo, la revoluci¨®n de la informaci¨®n proporciona medios de comunicaci¨®n y de organizaci¨®n poco costosos, que permiten que grupos que antes estaban restringidos a jurisdicciones policiales nacionales y locales tengan ahora alcance mundial. Se dice que Al Qaeda ha establecido una red en 50 pa¨ªses o m¨¢s.
Tambi¨¦n se han producido cambios en la motivaci¨®n y organizaci¨®n de los grupos terroristas. Los terroristas de mediados del siglo XX sol¨ªan tener objetivos pol¨ªticos relativamente bien definidos, que con frecuencia persegu¨ªan malamente por medio del asesinato en masa. Los gobiernos apoyaron a muchos de forma encubierta. Hacia finales de siglo aparecieron grupos radicales en los sectores extremistas de varias religiones. Los m¨¢s numerosos fueron las decenas de miles de j¨®venes musulmanes que lucharon contra la ocupaci¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, donde se les entren¨® en una gran variedad de t¨¦cnicas y muchos fueron reclutados por organizaciones con una visi¨®n extremista de la obligaci¨®n religiosa de la yihad. Estas tendencias tecnol¨®gicas e ideol¨®gicas incrementaron tanto la dificultad para controlar el terrorismo como su capacidad mort¨ªfera. Debido a la escala sin precedentes de los atentados de Al Qaeda, la atenci¨®n se centra oportunamente en los extremistas isl¨¢micos. Pero ser¨ªa una equivocaci¨®n limitar nuestra inquietud ¨²nicamente a los terroristas isl¨¢micos, porque supondr¨ªa pasar por alto la forma en que la tecnolog¨ªa est¨¢ poniendo en manos de grupos e individuos de tendencias desviadas una capacidad de destrucci¨®n que estuvo en otro tiempo limitada principalmente a gobiernos y ej¨¦rcitos. En todas las sociedades existen grupos e individuos de tendencias desviadas y ahora tienen un poder que en otro tiempo era impensable. Recuerden, por ejemplo, a Timothy McVeigh, que hizo saltar por los aires un edificio federal en Oklahoma City en 1995, o el culto Aum Shinrykio, que ese mismo a?o solt¨® gas venenoso en el metro de Tokio.
La capacidad mort¨ªfera ha ido aumentando. En los a?os setenta, el atentado palestino contra los atletas israel¨ªes en las Olimpiadas de M¨²nich y los atentados de grupos como las Brigadas Rojas atrajeron la atenci¨®n mundial con un coste de docenas de vidas. En los a?os ochenta, el peor atentado terrorista mat¨® a 300 personas. Los atentados de septiembre de 2001 en Estados Unidos costaron varios miles de vidas. Esta escalada se produjo sin utilizar armas de destrucci¨®n masiva. Pero si imaginamos que un grupo desviacionista de alguna sociedad tuviera acceso a material biol¨®gico o nuclear, ser¨ªa posible que los terroristas pudieran destruir millones de vidas. Para matar a tanta gente en el siglo XX, Hitler o Stalin necesitaron el aparato de un Gobierno totalitario, pero ahora es f¨¢cil concebir a grupos e individuos extremistas matando a millones de personas sin ayuda de un Gobierno.
La pol¨ªtica ha contaminado los intentos de acordar una definici¨®n com¨²n del terrorismo en la ONU. Algunos esc¨¦pticos alegan que lo que unos llaman terrorismo otros lo llaman lucha por la libertad y que, por tanto, considerar la supresi¨®n del terrorismo como un bien p¨²blico mundial no es m¨¢s que la hipocres¨ªa de los poderosos que intentan desarmar a los d¨¦biles. Pero no es as¨ª necesariamente. No todas las luchas por la liberaci¨®n nacional optan por el asesinato deliberado de inocentes. La matanza deliberada de no combatientes (haya o no haya guerra) est¨¢ condenada por la mayor¨ªa de las grandes religiones, el islam incluido. Es una conducta inaceptable, tanto si la llevan a cabo los poderosos como los d¨¦biles. Aunque cualquier definici¨®n de terrorismo tropiece con problemas a la hora de establecer sus l¨ªmites, el n¨²cleo del terrorismo es lo bastante claro como para permitir los intentos de privarlo de legitimidad. De hecho, son muchos los pa¨ªses integrados en convenios de la ONU que les comprometen a combatir aspectos de la conducta terrorista, a pesar de que la ONU no se haya puesto de acuerdo sobre una ¨²nica definici¨®n formal.
Actualmente, algunos Estados ofrecen asilo a los terroristas para que ataquen a sus enemigos, o porque son demasiado d¨¦biles para controlar a los grupos poderosos. Si una campa?a para eliminar el terrorismo se basa en coaliciones amplias que se centren en negar la legitimidad de los atentados contra no combatientes inocentes, tiene algunas perspectivas de ¨¦xito. De hecho, una de las lecciones de los esfuerzos realizados desde 2001 es que no hay forma de impedir una colaboraci¨®n amplia. En este sentido, la met¨¢fora de la guerra -que hace hincapi¨¦ en el poder¨ªo militar- puede conducir a enga?o. La met¨¢fora de la guerra era comprensible tras los atentados de 2001, pero son tantos los problemas que crea como los que resuelve. ?Cu¨¢nto tiempo va a durar la guerra y c¨®mo afectar¨¢ a las libertades civiles y las alianzas? Los bombardeos no son una opci¨®n para combatir las c¨¦lulas terroristas de Hamburgo, Singapur o Detroit. Solamente una estrecha cooperaci¨®n civil para compartir informaci¨®n, un trabajo policial interfronterizo, el seguimiento de los flujos financieros y el visto bueno previo a las listas de pasajeros y de carga pueden hacer frente a semejante amenaza. Los pa¨ªses cooperan por su propio inter¨¦s, pero el poder blando o de atracci¨®n de un pa¨ªs, no solamente su poder¨ªo militar, influyen en el grado de cooperaci¨®n. Por esta raz¨®n, los que se muestran cr¨ªticos alegan que la pol¨ªtica de Bush en Irak fue un error. Dilapid¨® el poder blando de Estados Unidos, distrajo la atenci¨®n de Afganist¨¢n y Al Qaeda y cre¨® el peligro de que Irak pueda convertirse en una guarida de terroristas. Pero los detractores de Bush, tanto dentro de Estados Unidos como en el extranjero, tienen tambi¨¦n que darse cuenta de que, a pesar de los errores del pasado, es esencial la aplicaci¨®n de una estrategia com¨²n, porque el terrorismo est¨¢ aqu¨ª para quedarse.
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