El c¨®ndor pasa
Aunque no result¨® cierto que debajo de los adoquines estuviese la playa, fue un hermoso sue?o. Quiz¨¢ por eso se contin¨²an levantando. Los adoquines de esta foto pertenecen a una calle de La Paz, pero el manifestante que salta sobre ellos es el mismo que hemos visto saltar en otros tiempos sobre las barricadas de Par¨ªs, Berl¨ªn, Madrid, M¨¦xico, Roma, Mil¨¢n... Lleva toda la vida intentando pasar de un lado a otro de la historia, siempre con el rostro oculto y con m¨¢s ropa de la que necesita. El vuelo de la chaqueta, que evoca el de una capa, le da un aire extraordinario, capaz de convertirlo, si fuera necesario, en un c¨®ndor, un halc¨®n, un ¨¢guila. Parece que est¨¢ a punto de caer al otro lado, pero lleva a?os, si no siglos, suspendido en el aire, con los brazos abiertos como un p¨¢jaro, sobre la l¨ªnea que separa el lado de los insurgentes del de los sumisos; el de los pobres del de los ricos; el de los ind¨ªgenas del de los colonizadores; el de la raz¨®n del de la locura. El movimiento impide ver con claridad lo que porta en su mano derecha, pero podr¨ªa ser una antorcha con la que propagar en el otro lado la hoguera de la igualdad, la fraternidad, la solidaridad.
Cuando el fot¨®grafo de Reuters dispar¨® su m¨¢quina sobre este halc¨®n humano, los bolivianos llevaban un mes en pie de guerra contra la decisi¨®n de su Gobierno de exportar gas a los EE UU. Pero el gas no fue sino la chispa que hizo explotar un c¨®ctel de desnutrici¨®n, de analfabetismo, de epidemias, de ausencia de planes de desarrollo rural, por no hablar de la escasa presencia de la poblaci¨®n ind¨ªgena en los centros de decisi¨®n pol¨ªtica. En Bolivia, donde los ind¨ªgenas son un 61% de la poblaci¨®n, su representaci¨®n parlamentaria no pasa del 26%. Y es la m¨¢s alta de Am¨¦rica Latina, pues en Per¨², con un 43% de poblaci¨®n ind¨ªgena, su representaci¨®n no llega al 1%. Y as¨ª sucesivamente. Durante las revueltas murieron decenas de manifestantes, entre ellos algunos ni?os. Pero son muertos digeridos y olvidados hace meses por los del lado de ac¨¢ de la barricada, cuyos h¨¢bitos de consumo informativo nos obligan a una dieta constante de noticias, desgraciadas o no, que duran en la conciencia lo que un canap¨¦ de caviar en el est¨®mago. ?Qui¨¦n se acuerda de que el presidente de Bolivia present¨® al fin su dimisi¨®n y huy¨® a Miami? ?Qui¨¦n, de que se llamaba S¨¢nchez de Lozada? ?Qui¨¦n, de que, cerrada la crisis, el Banco Mundial sentenci¨® que Bolivia deber¨ªa seguir exportando su gas?
Pero queda al menos la fotograf¨ªa de ese hombre cuyos brazos aletean sobre la desigualdad y el caos como el esp¨ªritu de Dios, en el G¨¦nesis, aleteaba sobre las tinieblas antes de que se hiciera la luz. No sabemos qu¨¦ fue de este insurgente, quiz¨¢ muri¨® o fue herido en los disturbios de los d¨ªas posteriores, pero, aun as¨ª, contin¨²a suspendido en el aire, sobre la l¨ªnea que separa la justicia de la injusticia, con la antorcha redentora en la mano. Cuando el c¨®ndor pasa y levantamos la cabeza, todos so?amos con ser ¨¦l.
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