La ruptura de la unidad pastoral de Catalu?a
- La situaci¨®n de Barcelona. En 1964 la relaci¨®n entre el Gobierno franquista y la Iglesia empezaba a cuartearse sobre todo en la base, que ten¨ªa en el papa Montini una garant¨ªa y un soporte. A la muerte del obispo de Madrid, Leopoldo Eijo Garay, el se?or patriarca, el Gobierno insisti¨® en que el nuevo obispo no pod¨ªa ser s¨®lo esto y en que no era decoroso para la capital de la cat¨®lica Espa?a que su obispo dependiera de una autoridad superior, el arzobispo de Toledo. Solicit¨® a la Santa Sede la conversi¨®n de la di¨®cesis de Madrid en arzobispado sin sufrag¨¢neas, cosa que permit¨ªa el derecho. Pablo VI exigi¨® como contrapartida al deseo franquista que tambi¨¦n Barcelona se convirtiera en arzobispado en las mismas condiciones (1964). La Tarraconense perd¨ªa, pues, Barcelona, se romp¨ªa la unidad pastoral de Catalu?a y se produc¨ªa una bicefalia que no siempre result¨® positiva: Barcelona representaba el 75% de la poblaci¨®n catalana y las otras siete di¨®cesis se repart¨ªan de forma desigual el restante 25%. Esta situaci¨®n ten¨ªa otra soluci¨®n: reestructurar las ocho di¨®cesis de acuerdo con la doctrina del Concilio.
- El Concilio Vaticano II (1962-1965). El concilio hab¨ªa aprobado el decreto sobre la funci¨®n pastoral de los obispos, en el que se recomendaba que cuando el bien de los fieles lo reclamase, se revisasen los l¨ªmites de las circunscripciones eclesi¨¢sticas, sobre todo de las que tuvieran mucha poblaci¨®n, y se buscara una nueva disposici¨®n interna, creando la nueva figura del vicario episcopal territorial, que pod¨ªa tener muchas atribuciones sin necesidad de ser ordenado obispo. En caso de que la revisi¨®n aconsejara cambiar los l¨ªmites de les di¨®cesis, deb¨ªan tenerse como criterios las condiciones psicol¨®gicas, econ¨®micas, geogr¨¢ficas e hist¨®ricas.
- Aplicaci¨®n de la doctrina conciliar en Barcelona. En 1967 el arzobispo Gonz¨¢lez Mart¨ªn nombraba los primeros vicarios episcopales y a uno de ellos le confiaba la presidencia de una comisi¨®n para "el estudio de las zonas geogr¨¢ficas", para preparar la aplicaci¨®n de las recomendaciones conciliares. El nombramiento de cuatro obispos auxiliares -Campany, Daumal, Guix y Torrella- no cambi¨® el planteamiento y se nombraron los primeros vicarios territoriales (1968).
Al producirse el relevo de don Marcelo por el obispo Narc¨ªs Jubany, que hab¨ªa sido obispo auxiliar de Barcelona (1955-1964), ¨¦ste pens¨® en la posibilidad de plantear la divisi¨®n de la di¨®cesis y envi¨® a Par¨ªs, que no hac¨ªa mucho tiempo se hab¨ªa dividido, a dos de los vicarios episcopales -Boix y Vidal Aun¨®s-, cuyo informe no fue demasiado favorable y se opt¨® por las vicar¨ªas episcopales territoriales (1971-1973). Se aprovech¨® el estudio anterior y se crearon 14, de las cuales cuatro correspond¨ªan a la ciudad de Barcelona; se agruparon en tres demarcaciones episcopales con un obispo auxiliar al frente. El resultado de esta ¨²ltima medida no fue el que se pretend¨ªa y, a medida que los auxiliares fueron nombrados para otros cargos, se abandon¨® por inoperante la demarcaci¨®n episcopal.
- El proceso de divisi¨®n. El mismo d¨ªa de su toma de posesi¨®n el arzobispo Carles entregaba a los vicarios episcopales una carta en la que les anunciaba que quedaban prorrogados ¨²nicamente hasta el 31 de julio (27 mayo de 1990). Procedi¨® a una consulta y decidi¨® mantener las 14 circunscripciones, pero nombrar s¨®lo a ocho vicarios. En la reuni¨®n constitutiva del Consejo Pastoral Diocesano (14 diciembre de 1990) expuso su plan pastoral: agrupar las zonas pastorales, no seguir nombrando vicarios episcopales y crear cuatro demarcaciones episcopales, que ser¨ªan presididas por otros tantos obispos auxiliares; se levantaron voces de protesta, pero uno de los propios vicarios, el futuro obispo Carrera, defendi¨® el proyecto de Carles, afirmando que, aunque los obispos auxiliares tendr¨ªan "muchas de las facultades de un obispo residencial... no se hac¨ªa ninguna divisi¨®n"; aparec¨ªa ya en lontananza lo que se ha realizado ahora. La propuesta no cay¨® demasiado bien porque la experiencia de los vicarios episcopales hasta aquel momento se manifestaba positiva y cuando, a los pocos meses (julio de 1991), se divid¨ªa la di¨®cesis de Madrid en tres obispados, se pens¨® que lo mismo podr¨ªa suceder en Barcelona ya que el caso era parecido. Se crearon las demarcaciones episcopales (24 de septiembre de 1992), porque se dec¨ªa en el decreto: "Tengo la seguridad de que plantear actualmente una divisi¨®n en nuestra di¨®cesis suscitar¨ªa una fuerte preocupaci¨®n... sin negar que en otras circunstancias se pueda considerar conveniente la divisi¨®n de nuestra archidi¨®cesis, pienso que no es el momento oportuno para plantear la divisi¨®n". En los 10 a?os transcurridos ?han cambiado tanto las circunstancias?, ?la preocupaci¨®n no se ha suscitado?, ?por qu¨¦ el cambio?
- "De Roma viene lo que a Roma va". ?ste es un refr¨¢n eclesi¨¢stico que casi siempre resulta cierto. A Roma ha ido un proyecto de divisi¨®n y de Roma ha venido la divisi¨®n. A partir de 1993, el proyecto estaba avanzado y Carles hab¨ªa pedido y obtenido auxiliares con la misi¨®n espec¨ªfica de ser obispos de las demarcaciones y posibles nuevas di¨®cesis. De hecho el ritual que se us¨® en la toma de posesi¨®n de su demarcaci¨®n -Vall¨¦s Oriental y Occidental, la nueva di¨®cesis de Terrassa- del obispo Soler Perdig¨® fue un remedo del ritual de toma de posesi¨®n de un obispo residencial. La convocatoria del Concilio Tarraconense (1992-1995) y la reacci¨®n ante la traum¨¢tica amputaci¨®n de las 111 parroquias de la Franja (17 de septiembre de 1995) bloquearon de momento el proyecto de Carles presentado a Roma, sin duda con el conocimiento cuando menos de su equipo episcopal. La explosi¨®n de este equipo y la salida de tres de sus miembros -Soler Perdig¨® a Girona, Trassera a Solsona y Vives a Urgell- bloquearon otra vez el proceso, que quiso superarse con la petici¨®n de dos nuevos auxiliares que, con los dos que quedaban -Carrera y Tena-, pudieran volver a ocupar las cuatro demarcaciones. De las dos peticiones s¨®lo super¨® la barrera una, cuando, caso no frecuente en la historia de los nombramientos, se le hab¨ªa ya concedido la desgraciada pr¨®rroga de dos a?os (24 de septiembre de 2001), a la hora de la verdad ampliamente superados: se le conced¨ªa un nuevo obispo auxiliar (30 de octubre de 2001). Dice el refr¨¢n: quien tiene padrinos se bautiza.
- La guinda del pastel. Los hechos se precipitan r¨¢pidamente. Urge reemplazar al arzobispo y se aprovecha para pagar servicios (!) con dos nuevas di¨®cesis m¨¢s Tarragona. Aquel que despu¨¦s escribir¨¢ y dir¨¢ p¨²blicamente que cuando el Papa toma una decisi¨®n esto ya afecta a la comuni¨®n, no duda en saltarse a la torera el secreto pontificio y el d¨ªa 25 de mayo notifica al equipo episcopal que se parte el pastel y permite filtrar la noticia, lo mismo se repite el 8 de junio con el colegio de consultores; se autoriza la reuni¨®n de sacerdotes en el palacio episcopal y el mismo d¨ªa 11 -es la fecha de la carta del nuncio- exhorta a sus fieles del Consejo Presbiteral y del Pastoral a que recojan firmas para enviar al cardenal Re, el prefecto de la Congregaci¨®n de Obispos, que hasta el ¨²ltimo momento ha intentado no plegarse a los poderes f¨¢cticos para la soluci¨®n del pack Catalu?a.
Resultado: se rompe definitivamente la unidad pastoral de Catalu?a, se crear¨¢ la regi¨®n pastoral, que seg¨²n el derecho tiene las facultades que quiera darle Roma de acuerdo con la Conferencia Episcopal Espa?ola -la de la COPE para entendernos(?)-, se premian fidelidades personales, ?qu¨¦ m¨¢s cabe?
Joan Bada i Elies es sacerdote e historiador.
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