Saludos de la elefanta Lucy
La m¨²sica de los casinos y las viejas glorias tintinean en Atlantic City
Cada 30 minutos, durante las 24 horas del d¨ªa, sale de Nueva York un autocar hacia Atlantic City. En algo m¨¢s de dos horas, tras cruzar el Estado de Nueva Jersey, uno pasa del asfalto, el olor de comida callejera y los peatones acelerados a la playa, los casinos y el guirigay de las tragaperras. Puede ser una buena evasi¨®n si no se exagera, sobre todo en verano. Adem¨¢s, la mayor¨ªa de viajes en autocar est¨¢n promovidos por los casinos: una vez en la ciudad, te reembolsan parte del billete -unos 20 d¨®lares- para que lo gastes en sus salones de juego.
Las gu¨ªas de viajes suelen definir Atlantic City como una p¨¢lida imitaci¨®n de Las Vegas, a¨²n m¨¢s triste y decadente en su fealdad, pero es m¨¢s divertido tomarse el lugar como un ejercicio de revisi¨®n kitsch. En Atlantic City conviven una docena de casinos. La mayor¨ªa se encuentran frente a la playa, en el Boardwalk o paseo mar¨ªtimo, y llevan incorporado un hotel para sus clientes. El Hilton Casino, por ejemplo, es un rascacielos que cuenta con 1.440 habitaciones y los fines de semana suele colgar el cartel de completo. El interior de esos monstruos, con la moqueta gastada, los espejos y l¨¢mparas doradas, los salones de belleza, las tiendas y los restaurantes muy aparentes, con las ventanas sobre el mar, recuerda m¨¢s a un transatl¨¢ntico en pleno crucero que a un hotel en tierra firme.
Casinos tem¨¢ticos
Algunos casinos, adem¨¢s, juegan la carta del parque tem¨¢tico. El Trump Taj Mahal reconstruye las esencias orientales, desde Las mil y una noches hasta el desierto de Gobi. El Bally's Park Place quiere asemejarse a un antiguo pueblo del salvaje Oeste y recibe a los visitantes en una especie de ca?¨®n del Colorado de cart¨®n piedra. La escenograf¨ªa, sin embargo, es resultona. El Caesar's Atlantic City, hermano peque?o de su hom¨®nimo en Las Vegas, es quiz¨¢ el m¨¢s llamativo y osado por su pretendido lujo: un Julio C¨¦sar comandando una cuadriga te da la bienvenida, y en el lobby del hotel, las columnas d¨®ricas conviven con una r¨¦plica de la Victoria de Samotracia. Uno puede relajarse tomando una copa en el Toga Bar; las hamburguesas se comen en el Nero's Grill; el sports-bar se llama Gladiator, y el buf¨¦ libre, c¨®mo no, Bacchanal.
La pasarela de madera del Boardwalk, de unos tres kil¨®metros de largo, es la espina dorsal de Atlantic City. Los ba?istas la recorren buscando la playa m¨¢s tranquila. Los jubilados se pasean en bermudas y descubren las ventajas del s¨¢ndwich de aguacate. Una novedad atrae su atenci¨®n: muchas personas con exceso de masa, o metabolismo dif¨ªcil -es decir, gordos-, alquilan ahora un peque?o triciclo con motor y van con ¨¦l a todas partes, incluso dentro de los casinos. Entre los rascacielos se abren paso restaurantes de comida r¨¢pida, tiendas de souvenirs baratos y brujas que leen las manos por poco m¨¢s de un d¨®lar. El futuro m¨¢s inmediato tiene en Atlantic City una gran importancia: no, hoy no es tu d¨ªa de suerte; s¨ª, hoy deber¨ªas jugarte el sueldo de todo un mes.
Visto desde el aire, el conjunto del paseo mar¨ªtimo y los edificios probablemente parece un decorado, y la impresi¨®n no es del todo vana. La poblaci¨®n habitual de Atlantic City no supera los 40.000 habitantes. Tras la fachada de los casinos corren dos avenidas con algunas tiendas, locales de alterne y strip-tease, joyer¨ªas de compra-venta y una larga cadena de moteles baratos. Yo pas¨¦ una noche en el Flamingo Motel: la cama era king size y muy c¨®moda, la televisi¨®n era enorme y el ba?o ol¨ªa intensamente a curry (a la ma?ana siguiente advert¨ª, en la planta baja del edificio, la cocina de un restaurante hind¨²). Detr¨¢s de esas dos avenidas siguen unas cuantas calles de viviendas bajas y carcomidas que todo el mundo coincide en se?alar como una zona peligrosa, incluso a plena luz del d¨ªa.
Esas casas amenazaban ruina ya en 1980, cuando Louis Malle film¨® all¨ª la preciosa pel¨ªcula Atlantic City, con Burt Lancaster y Susan Sarandon. En 1976 se hab¨ªa legalizado el juego en el Estado de Nueva Jersey. Atlantic City era entonces una reliquia del pasado, una ciudad lastrada por la Mafia y la delincuencia, y la llegada de los casinos parec¨ªa la ¨²nica alternativa para reanimarla de nuevo. Hoy d¨ªa, 30 a?os despu¨¦s, son los propios casinos quienes buscan nuevas f¨®rmulas para atraer a los visitantes. Y lo consiguen: aparte del juego, una de las alternativas que ofrece Atlantic City son las actuaciones musicales, especialmente los llamados comebacks de viejas estrellas. Merece la pena una consulta a Internet d¨ªas antes de viajar, porque cada fin de semana se puede escoger entre numerosos regresos. Durante mi visita a la ciudad asist¨ª a un recital del gran Burt Bacharach y su orquesta. En el mismo fin de semana, por ejemplo, estaban anunciados los Moody Blues, Temptations y Boston, y Alan Parsons y Christopher Cross actuaban en un homenaje a los Beatles. Nada menos.
Si, a pesar de todo, uno se cansa r¨¢pido de Atlantic City, quedan otras alternativas. Alquilar un coche y recorrer la costa hacia el sur, hasta Cape May, puede ser una buena forma de conocer ese pasado lujoso de mansiones frente al mar y restaurantes de ostras. Sin ir tan lejos, uno tambi¨¦n puede tomar el Jitney, el autob¨²s local, y visitar la elefanta Lucy, un viejo edificio en forma de paquidermo que hab¨ªa albergado una agencia inmobiliaria y que actualmente es un extra?o s¨ªmbolo de la ciudad. Finalmente, queda la opci¨®n de regresar: siempre hay un autob¨²s disponible, a todas horas, para comprobar que la mayor¨ªa de viajeros vuelven a Nueva York sin esa vivacidad de la ida, sin ese brillo en los ojos. Como si hubieran perdido algo m¨¢s que dinero en los casinos de Atlantic City.
- Jordi Punt¨ª (Manlleu, Barcelona, 1967) es autor de Animales tristes (editorial Salamandra).
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir
- Autob¨²s. Durante las 24 horas del d¨ªa, un autob¨²s sale cada media hora, aproximadamente, de Port Authority, en Manhattan. Plataformas 79 y 80.
- Tren. Trenes diarios regulares desde Nueva York.
- Barco. Una compa?¨ªa de ferries navega desde Long Beach Island.
Dormir
- La mayor¨ªa de casinos tienen su propio hotel. Los precios de las habitaciones dobles en hoteles como el Hilton (00 1 609 34 77 11), el Caesar's (00 1 609 34 84 411), o el Tropicana (00 1 609 34 04 000), oscilan entre 120 y 150 d¨®lares. Los que no est¨¢n frente al Boardwalk ofrecen tarifas a partir de 60 d¨®lares.
- El Sheraton Atlantic City, uno de los pocos hoteles sin casino, re¨²ne una extensa exposici¨®n de memorabilia sobre los concursos de Miss Am¨¦rica.
Comer
- Los casinos suelen ofrecer m¨²ltiples ofertas a sus clientes. Desde el buf¨¦ libre a m¨®dico precio hasta los restaurantes de pretensiones elevadas. La oferta off-casinos no es despreciable:
- Chef Vola (111, South Albion Place). Comida italiana.
- Dock's Oyster House (2405, Atlantic Avenue). Ostras frescas.
- Irish Pub & Inn (164, Saint James Place). Pub irland¨¦s donde se sirven comidas. Una rareza en Atlantic City.
D¨®nde jugar
- Los casinos est¨¢n abiertos las 24 horas del d¨ªa. La elecci¨®n no es importante, pues, una vez en su interior, todos son parecidos. Para el bullicio se recomienda la noche: apuesta m¨ªnima en las ruletas, 10-15 d¨®lares. Las ma?anas son para los tranquilos jubilados, que juegan horas y horas en las tragaperras, que aceptan apuestas de cinco centavos.
- La elefanta Lucy se encuentra en el suburbio de Margate. Para otras informaciones, consultar el semanario Atlantic City Weekly y la p¨¢gina web www.atlanticcitynj.com.
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