Fuga de empresas
La pol¨ªtica industrial del Gobierno deber¨¢ prestar atenci¨®n preferente a los problemas de p¨¦rdida de tejido industrial y, por lo tanto, de riqueza, que se derivan del fen¨®meno de la deslocalizaci¨®n de empresas: el traslado de actividades productivas desde los pa¨ªses industrializados a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo en busca de mejores condiciones laborales y fiscales. En Espa?a se han dado casos sonados, como los de Samsung, Lear, Valeo, Levi's o Fontaneda y, quiz¨¢ por lo aparatoso de algunas p¨¦rdidas de empleo, abundaron los an¨¢lisis econ¨®micos catastrofistas, que anunciaron que los pa¨ªses del este de Europa y China ser¨ªan los nuevos polos de atracci¨®n mundial de las inversiones.
Ese peligro existe, pero las fuerzas pol¨ªticas y sociales se han puesto en marcha para hacerle frente. Europa se dispone a dictar normas para recuperar las ayudas p¨²blicas concedidas a las empresas que se instalen en su suelo en caso de que decidan huir a otras zonas econ¨®micas en un plazo inferior a siete a?os; Catalu?a aplicar¨¢ leyes en el mismo sentido, y los sindicatos de las empresas automovil¨ªsticas, el sector m¨¢s afectado por las deslocalizaciones, insisten en negociar acuerdos a largo plazo con las empresas que eviten las fugas prematuras. Son las nuevas recetas contra la deslocalizaci¨®n.
Es natural que las medidas citadas susciten diversos grados de confianza. La exigencia de devolver las subvenciones p¨²blicas en caso de deslocalizaci¨®n parece un movimiento l¨®gico para evitar la sensaci¨®n de abuso que producen casos como los de Samsung, que desmantel¨® sus f¨¢bricas en Catalu?a a pesar de sus beneficios. Pero plantea el problema inverso: el efecto disuasorio sobre empresas dispuestas a invertir en una zona, que pueden renunciar si consideran como un coste esa posibilidad de devoluci¨®n futura de las subvenciones. Es, por tanto, un recurso antifuga que debe aplicarse con cuidado y siempre teniendo en consideraci¨®n las condiciones de cada empresa.
Los pactos sociales entre los representantes de los trabajadores y las empresas ofrecen una posibilidad menos dr¨¢stica, pero probablemente m¨¢s segura. Los sindicatos cambian paz social y disposici¨®n para negociar con flexibilidad los aspectos m¨¢s esquinados de las relaciones laborales a cambio de largos periodos de producci¨®n y, lo que es m¨¢s importante, inversiones en formaci¨®n y en capital tecnol¨®gico, que contribuyen a enraizar la producci¨®n en cada zona. Las econom¨ªas industrializadas no pueden competir con pa¨ªses como la Rep¨²blica Checa o China en t¨¦rminos de costes laborales m¨¢s bajos e impuestos m¨¢s reducidos; s¨®lo puede hacerlo si ofrece m¨¢s valor a?adido por unidad de producto. Y para ello es imprescindible aumentar la formaci¨®n de las trabajadores y la utilizaci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas aplicadas a la producci¨®n.
La deslocalizaci¨®n est¨¢ contribuyendo a cambiar las condiciones laborales de las empresas. Los sindicatos aceptan ya con pocas reservas negociar condiciones de competitividad o flexibilidad laboral. En Alemania, incluso se exponen p¨²blicamente, aunque el debate sea enconado, propuestas para aumentar la jornada semanal a 40 horas. Todos los pactos laborales, en Espa?a o en Alemania, deber¨ªan seguir dos principios b¨¢sicos: se puede y se debe negociar sobre todo, pero no deber¨ªan aceptarse retrocesos en los beneficios sociales b¨¢sicos.
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