El ministro, la Luna y las estrellas
Mis amigos del extranjero han tomado muy en serio lo del F¨®rum y pretenden que se lo ense?e. Tengo mi piso como un pabell¨®n del Cl¨ªnico, preparado para Cualquier Eventualidad, tales como ca¨ªda de cornisa, resbal¨®n al pisar una tortuga readaptada o aglomeraci¨®n de j¨®venes cantando el kumbay¨¢ global en el auditorio. Yo, ir, voy poco, pero este estilo Adi¨®s a las armas, sin salir del hogar me gusta. Supongamos que un d¨ªa viene el actual ministro del Interior a ver c¨®mo funciona el mencionado F¨®rum, y que, en un descuido, se estampa levemente contra los bloques de la Isla Artificial esa cara tan morbosa que tiene; raudas, mis amigas visitantes lo recogen y, en fin, me lo traen a casa, donde le someto a una serie de Cuidados Intensivos. Siempre me gust¨® el ministro Alonso, incluso cuando era m¨¢s que hoy: cuando era nada menos que juez para la democracia. El excitante a?adido de ahora es que tambi¨¦n cuide del Interior, eso que todos tenemos dentro, incluidos ¨¦l y yo.
Siempre me gust¨® el ministro Alonso, incluso cuando era m¨¢s que hoy: cuando era nada menos que juez para la democracia
Me pregunto si, cuando deje el cargo, Sogecable podr¨ªa convencerle para que presidiera mi peque?a Plataforma Digital (algunas lo llaman Punto G); precedente, lo hay.
Pero no sue?es, Maruja, con la Luna, mientras tengas a tu alcance las estrellas (Miss Davis dixit). La pena de muerte ha regresado a Irak, ?qu¨¦ m¨¢s podemos demandar? Cierto, me encantar¨ªa llegar a escribir Irak con q, en vez de a la inglesa, pero ¨¦ste es uno de los duros precios que hay que pagar por la civilizaci¨®n. La pena de muerte para los dem¨¢s es otro. A decir verdad, creo que lo que se van a gastar en pat¨ªbulos deber¨ªan dedicarlo a cualquier otra obra piadosa -?medicinas, alimentos, agua corriente?-, pues dada la calidad de vida del pa¨ªs, all¨ª s¨ª que tienes garantizado que, si te sientas a la puerta de tu casa a ver pasar el cad¨¢ver de tu enemigo, tarde o temprano termina desfilando no s¨®lo el enemigo, sino la entera poblaci¨®n contigo mismo. No obstante, hay que reconocer que, desde el punto de vista bombo y platillo, la proclamaci¨®n de la reinstauraci¨®n de la pena de muerte proporciona, esto lo comprendo, una sensaci¨®n de plenitud democr¨¢tica equiparable a las que pueden experimentar, supongamos, un negro menor de edad y discapacitado mental en Tejas, o un hispano menor de edad y discapacitado mental en Florida.
Sin embargo, este agosto no pasar¨¢ a la Historia ni por el F¨®rum ni por la pena de muerte, ni por las conmemoraciones del holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki; ni siquiera por las muertes que salen en el peri¨®dico cada d¨ªa. Y eso que hoy me he puesto a contar la palabra Parca (en sus m¨²ltiples versiones) en las p¨¢ginas de este diario, y, entre secci¨®n y secci¨®n -de la guerra al tr¨¢fico, pasando por una aver¨ªa nuclear y la inmigraci¨®n-, he ido empalmando sin¨®nimos de tal modo que, si los pusi¨¦ramos de pie uno subido encima del otro, de tanto como el mundo ve las estrellas, podr¨ªamos alcanzar la Luna. Es incre¨ªble la de cosas que se le ocurren a uno cuando tiene que escribir una cr¨®nica tras otra sin que la gente deje de estirar la pata; y no lo digo por m¨ª, mera comentarista, sino por mis colegas, los que hacen calle, aqu¨ª o en Bagdad. Antes te limitabas a escribir muri¨®, fallecieron, y, como mucho, perdieron la vida. Ahora, los compa?eros no bajan de "la muerte se apoder¨® de..." o bien "los cuerpos fueron arrojados a...".
Con todo, este mes de agosto va a pasar a la Historia, junto conmigo, por mis asesinatos. Me he propuesto eliminar a todos los personajes que salen en los anuncios de Ing Direct. No me pidan una explicaci¨®n. No la tengo, salvo que me ha crecido en las entra?as una especie de madre de Norman Bates que exige sangre, excitada por el grupo de peque?os inversores que quieren seducirme. S¨ª, asesinar¨¦, me detendr¨¢n, me juzgar¨¢n, me condenar¨¢n, pediremos un indulto.
S¨®lo una intervenci¨®n r¨¢pida y certera del actual ministro del Interior podr¨ªa detenerme.
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