Cuatro amigos
Cuando a uno le ocurre una cosa as¨ª no tiene miedo a morir, ni siquiera te da tiempo a plante¨¢rtelo, quiz¨¢s lo que le m¨¢s te asusta es que, entre el eco de las ambulancias y los gritos, no encuentres a dos de tus amigos.
El Star Holiday, donde est¨¢bamos alojados, era un hotel barato que en Espa?a no pasar¨ªa de hostal. Su mayor cualidad es que su terraza da a una impresionante vista de la Mezquita Azul. Deb¨ªa ser la una y cuarto y yo daba vueltas en la cama. Un ruido muy fuerte, seco, me hizo acercarme a la ventana y ver c¨®mo la gente de las terrazas corr¨ªa despavorida. Creo que grit¨¦. Carlos se hab¨ªa despertado y me preguntaba qu¨¦ suced¨ªa. Una nueva explosi¨®n, menos fuerte, revent¨® nuestra puerta. No cogimos nada, simplemente nos calzamos y decidimos salir del hotel.
Carlos iba delante, el pasillo estaba lleno de humo y polvo y a los pocos metros ya no hab¨ªa nada. Las habitaciones continuas hab¨ªan desaparecido y nos encontramos en el exterior sobre una base de escombros. La gente nos animaba a saltar, s¨®lo hab¨ªa un piso de altura, y eso hicimos. Desde abajo todo era m¨¢s confuso, la prensa acababa de llegar y Carlos y yo corrimos hacia la entrada del hotel para tratar de subir por el otro lado. En ese momento cre¨ª que ya no iba a volver a ver a David e Ismael, y se me cay¨® el mundo encima.
Volvimos al lugar desde donde hab¨ªamos saltado para buscar a nuestros amigos. David fue el primero en salir y el que m¨¢s nos asust¨® porque estaba semiinconsciente. Isma sali¨® de los escombros por su propio pie y le ayud¨¦ a que saltara. Estaba aturdido y de una brecha manaba sangre de la cabeza, pero estaba m¨¢s consciente que David. Llegaron un par de ambulancias, metieron a nuestro amigo en una de ellas con otros heridos y Carlos y yo acompa?amos a Isma en la otra. Nos dijeron que ¨ªbamos todos al mismo hospital, aunque eso no era cierto. El personal sanitario que nos recibi¨® a nosotros se port¨® bien, aunque las condiciones del hospital eran lamentables. Carlos se qued¨® con Ismael, David no aparec¨ªa y yo trataba de ponerme en contacto con el Consulado espa?ol de Estambul. Durante un par de horas esperamos a que alguien nos informara de en qu¨¦ hospital estaba David.
La polic¨ªa se present¨®, y al poco rato vinieron dos personas del Consulado. Una enfermera me dijo que se rumoreaba que hab¨ªa sido un atentado. En un principio, yo hab¨ªa pensado en un accidente, una explosi¨®n de gas o algo parecido, porque nunca crees que un hotel tan modesto pueda ser un objetivo terrorista. La polic¨ªa insist¨ªa en tomarnos declaraci¨®n a los cuatro en la comisar¨ªa, pero Isma y David apenas pod¨ªan moverse.
Acompa?¨¦ a ?lvaro, el funcionario del Consulado, y al empleado que hac¨ªa de traductor -lamento haber olvidado su nombre porque su ayuda fue determinante: nos llevaba el suero, arrastraba las camillas y arregl¨® todo el papeleo- al hospital donde hab¨ªan llevado a David. No olvidar¨¦ ese lugar en mi vida: las condiciones eran terribles. De hecho, tuve que salir a comprar las medicinas que le hac¨ªan falta a mi amigo, porque all¨ª no las ten¨ªan. Adem¨¢s, un m¨¦dico le dijo a David que si ten¨ªa dinero era mejor que se marchara.
La burocracia turca es un monstruo con esqueleto de piedra que s¨®lo es razonable si las ¨®rdenes vienen de muy arriba. A David no se le pod¨ªa trasladar, ten¨ªa un tobillo roto y un esguince, adem¨¢s de un par de cortes en la cabeza. Dejarle solo en esa camilla ha sido uno de los momentos m¨¢s duros de mi vida. Pero ten¨ªa que ir a declarar a un cuartel de la Polic¨ªa Antiterrorista. All¨ª me enter¨¦ de que en nuestro hotel no hab¨ªa v¨ªctimas mortales y que las pistas de la polic¨ªa descartaban a Al Qaeda y atribu¨ªan el atentado al Partido de los Trabajadores del Kurdist¨¢n, porque se cumpl¨ªa el aniversario de un gran atentado cometido 30 a?os atr¨¢s. Eran ya las cinco de la madrugada. Gracias a las gestiones del consulado, se consigui¨® que mi testimonio sirviera como declaraci¨®n conjunta de todos nosotros y as¨ª librarnos durante unas horas de la polic¨ªa.
Mientras, Isma y Carlos tambi¨¦n hab¨ªan pasado lo suyo. Isma ten¨ªa un dedo roto en el pie, un corte en la cabeza, abrasi¨®n en un hombro y m¨²ltiples contusiones por el cuerpo. Lo peor eran los dolores que no le dejaban dormir. Ped¨ªa calmantes, pero no se los dieron. Para olvidarse, hablaba continuamente con Carlos, que se mor¨ªa de sue?o.
La prioridad era marcharnos inmediatamente a Espa?a: hab¨ªamos perdido todo, o nuestras pertenencias estaban en un dep¨®sito policial, incluidos pasaportes, dinero y billetes de regreso, pero los problemas de movilidad de Isma y David y la burocracia turca hac¨ªan que nuestra vuelta se retrasara. Quiz¨¢s por miedo a que nos ocurriera algo en el vuelo, se resist¨ªan a darles el alta hospitalaria. Finalmente, gracias a la suerte y a las gestiones necesarias, pudimos regresar al d¨ªa siguiente.
La bomba -o bombas- ha hecho varias cosas: destruir unos edificios, asustar a mucha gente y a sus familias y amputar la vida de dos personas. Pero hay una cosa que no se sabe: hay cuatro individuos que est¨¢n muy orgullosos de ser amigos.
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