Usted no tiene coraz¨®n
De s¨²bito, la ma?ana del 5 de marzo tropezamos en la primera p¨¢gina del peri¨®dico con esta imagen que ilustraba las manifestaciones llevadas a cabo el d¨ªa anterior por los alumnos de secundaria para protestar por la pol¨ªtica educativa del PP. Pero qu¨¦ nos importa la noticia a la que serv¨ªa cuando es evidente que el fot¨®grafo consigui¨® trascenderla para contarnos, con la coartada de la actualidad, el desencuentro eterno entre la autoridad competente y el j¨²bilo. Si usted es aficionado a los tests y quiere averiguar en dos segundos si es idiota, preg¨²ntese del lado de qui¨¦n se pondr¨ªa en esta foto. Si se queda con los cr¨¢neos de plomo frente a la sonrisa que rompe en mil pedazos la monoton¨ªa de los uniformes, usted es idiota, con perd¨®n, y seguramente no tiene remedio. H¨¢gase ver de todos modos.
Ya sabemos que no hay alegr¨ªa desbordante que no incluya un punto de inconsciencia. Hay que ser inconsciente, desde luego, para llegar hasta ese muro de cuerpos acorazados, que sostienen un escudo en una mano y una porra en la otra, y buscar la grieta por la que asomarse al exterior para saludar a los amigos que se han quedado al otro lado. Es evidente que la chica no se da cuenta del grado de peligrosidad de su acto, y ese no saber forma parte de su dicha, y de la nuestra cuando la contemplamos. A veces, por entre las rendijas de los muros resecos de las c¨¢rceles aparece un tr¨¦bol cuya visi¨®n arregla el d¨ªa a los reclusos so?adores. Esa chica era el tr¨¦bol en la espalda yerma del sistema; la mariposa en la torreta del tanque; el lagarto de colores sobre la tapia del cementerio. Pero no pod¨ªa ser todo eso sin ser ignorante del peligro que corr¨ªa.
Observen ahora las mangas del jersey, llenas de esas pelotitas que se forman por el uso y por los lavados sucesivos en los tejidos de lana. Tal vez su madre le hab¨ªa dicho mil veces que lo jubilara o que le pasara uno de esos cepillos especiales, pero a la chica le gusta como est¨¢. Quiz¨¢ lo estren¨® un d¨ªa que no quiere olvidar o quiz¨¢ siente hacia la ropa nueva el mismo rechazo que a las ideas viejas, que van a todas partes sospechosamente planchadas. Empezamos a hacernos mayores el d¨ªa en el que nos deshacemos de ese jersey confortable y solidario de toda la vida porque le han salido bolitas, sin tener en cuenta que las bolas son el pensamiento de la lana como las arrugas son el pensamiento de la piel.
No lleva reloj porque es evidente que no necesita trocear el tiempo para usarlo a porciones. Se lo come de golpe, sin pensar si le quedar¨¢ algo para ma?ana. Es otro modo de inconsciencia que nos reconforta. Un tirante, que el pa?uelo no ha logrado tapar, delata que lleva una mochila cargada de libros a la espalda, pincelada que tambi¨¦n le agradecemos, pues necesit¨¢bamos algo que metaforizara su anclaje en la realidad. No s¨¦ qu¨¦ dijeron sus padres cuando tropezaron con esta fotograf¨ªa en la primera p¨¢gina del peri¨®dico, pero si usted, al verla, no dese¨® ser la persona cuya atenci¨®n intenta reclamar la chica con esas manos que se agitan en el aire como dos p¨¢jaros en trance de apareamiento, usted no tiene coraz¨®n.
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