Yerno ol¨ªmpico
Supongo que para la mayor¨ªa de los lectores los Juegos Ol¨ªmpicos que se nos echan encima no son m¨¢s que unas jornadas de derroche televisivo en las que se van a ver, a todas horas y por todas las cadenas, musculaturas desproporcionadas, gestos de sofoco, sudores angustiosos. Lanzadores y lanzadoras compitiendo a ver qui¨¦n tira m¨¢s lejos la marca de su slip... Hombres con tetas y mujeres lisas, torsos absurdos anunciando bebidas refrescantes. Una org¨ªa de entrevistas con variados alien¨ªgenas al borde de la asfixia explicando que otra vez ser¨¢, que llevan cuatro a?os entren¨¢ndose once horas diarias, pero que lo importante es competir. Y unos comentaristas adiposos que ponen sus pegas tecnol¨®gico-atl¨¦ticas, sobre todo en los bares. Una delicia veraniega hisp¨¢nica: esos jugadores de domin¨® despechugados comentando con iron¨ªa el cuarto puesto del atleta espa?ol, un in¨²til m¨¢s, un subvencionado de mierda...
Ustedes, casi todos, tienen los Juegos Ol¨ªmpicos como punto de referencia: del a?o en que se separaron de su segunda mujer o del verano aqu¨¦l en el que compraron la casa o cuando hicieron el viaje a Marruecos... Cuatrienios...
Pero lo m¨ªo es distinto. Yo tuve en la familia un campe¨®n, un medallista ol¨ªmpico. ?ngel Le¨®n Gozalo, vallisoletano. Medalla de plata en los Juegos Ol¨ªmpicos de Helsinki 1952. El padre de mi se?ora.
Era deportista aficionado, pero su profesi¨®n, o sea de lo que se com¨ªa en aquella casa, era la de polic¨ªa. Madero. Comisario Le¨®n, profesor y jefe de estudios en la Academia de la Polic¨ªa. Con placa. ?Dios bendito! Y, cuando le conoc¨ª, est¨¢bamos en los coletazos del 68. (Iba a escribir en los culatazos del 68).
Ya fallecido, el hombre, nunca me hizo nada. Incluso era muy cari?oso conmigo pese a conocer mis aficiones heterodoxas. Pero, cuando le ve¨ªa meter la mano en el bolsillo, lentamente, gesto en ¨¦l muy habitual, a m¨ª se me contra¨ªan instant¨¢neamente los entresijos. Luego, lo que sacaba no era la pistola, sino un caramelo, pero a m¨ª hasta el ruido del envoltorio me acojonaba.
O sea, que para m¨ª los Juegos Ol¨ªmpicos son una revisitaci¨®n del miedo. Porque no s¨¦ si ustedes comprenden lo que es tener un suegro tirador de pistola. ?Y si le daba por inventarse la especialidad de tiro al novio? Eran seis hermanas, seis, as¨ª es que blancos no le faltaban...
En fin, ya digo, en estos Juegos Ol¨ªmpicos me volver¨¦ a acordar de que yo tuve un suegro que fue medalla de plata. Y ustedes consideren que toda Olimpiada es una televisiva forma de calendario. Compren ropa deportiva, pero no se les ocurra intentar emular a esos enfermos de la musculatura. La ci¨¢tica est¨¢ siempre m¨¢s cerca que el r¨¦cord. As¨ª es que no salten, no brinquen; adquieran un cron¨®metro, inst¨¢lense frente a la peque?a pantalla y... cronometren.
Y me atrever¨ªa a pedir a los espectadores de tresillo o de barra de cafeter¨ªa un poco de amor para los deportistas ol¨ªmpicos espa?oles. Y para sus yernos.
Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez es director de cine.
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