Ecuaciones para un diluvio
Es dif¨ªcil calcular cu¨¢ntas generaciones de ni?os habr¨¢n aprendido que el remolino del lavabo gira al rev¨¦s en las ant¨ªpodas, y hasta es posible que todav¨ªa quede alguno, pero el caso es que es un mito. El ejemplo sol¨ªa citarse para ilustrar la aceleraci¨®n de Coriolis, causada por la rotaci¨®n de la Tierra, y no estar¨ªa mal como experimento mental, porque los desag¨¹es de los lavabos, en efecto, girar¨ªan al rev¨¦s en las ant¨ªpodas si el lavabo fuera del tama?o de un lago. Pero con las dimensiones que suelen tener los cuartos de ba?o, sobre todo ¨²ltimamente, la aceleraci¨®n de Coriolis es demasiado d¨¦bil para imprimir al remolino un sentido de giro predecible. El problema tiene menos relaci¨®n con la f¨ªsica que con la fontaner¨ªa, porque el giro de los desag¨¹es depende sobre todo de la posici¨®n del grifo, la inclinaci¨®n del lavabo y otras imperfecciones de la instalaci¨®n.
Pero Mark Siddall, de la Universidad de Berna, ha descubierto un lavabo del tama?o de un lago, o de un mar, y lo ha utilizado para demostrar la existencia de otro mito: el arca de No¨¦. Siddall, un ocean¨®grafo especializado en modelos matem¨¢ticos, ha presentado indicios convincentes de que el diluvio universal relatado en la Biblia hace referencia a una inundaci¨®n catastr¨®fica del Mar Negro (Paleoceanography, 19:1024). La teor¨ªa no es nueva. Los ge¨®logos norteamericanos Walter Pitman y William Ryan la propusieron hace ya siete a?os. Pero la idea era hasta ahora muy pol¨¦mica, y es el modelo de Siddall el que ha inclinado la balanza de su lado. Una de las biblias de los cient¨ªficos, la revista Nature, le dedica un amplio comentario en su ¨²ltimo n¨²mero.
En su actual forma, la teor¨ªa es la siguiente. Hace 10.000 a?os, hacia el final de la ¨²ltima glaciaci¨®n, el Mar Negro no era un mar, sino un gigantesco lago, separado del Mediterr¨¢neo (o mejor, del mar de M¨¢rmara) por una lengua de tierra. La lengua era estrecha, pero hac¨ªa bien su trabajo: el mar de M¨¢rmara estaba unos cien metros por encima del Lago Negro.
Pero el planeta se estaba calentando -nada que ver esta vez con las emisiones industriales- y la fusi¨®n de los glaciares aliment¨® al mar de M¨¢rmara hasta que su nivel sobrepas¨® al de la lengua de tierra. El catastrofismo est¨¢ mal visto en geolog¨ªa desde el siglo XIX, y la mayor¨ªa de los expertos supon¨ªa que, si ese desbordamiento del Mediterr¨¢neo se hab¨ªa producido, habr¨ªa tenido lugar con decimon¨®nica parsimonia, horadando durante siglos la lengua de tierra hasta excavar en ella el actual Estrecho del B¨®sforo que conecta el M¨¢rmara con el Mar Muerto.
Pero las cosas no fueron as¨ª, seg¨²n la simulaci¨®n de Mark Siddall. Si el agua hubiera entrado lentamente hacia el Mar Negro, la aceleraci¨®n de Coriolis hubiera desplazado el flujo hacia el este, y los rastros geol¨®gicos indican que sigui¨® la direcci¨®n contraria. No es que el Mar Negro estuviera en las ant¨ªpodas, naturalmente. El flujo se desplaz¨® hacia el oeste porque el agua entraba con tal violencia que la aceleraci¨®n de Coriolis, una vez m¨¢s, no pudo imponer su l¨®gica.
Si Siddall no ha equivocado sus ecuaciones, el diluvio universal existi¨®, aunque tenga mal puesto el nombre: fue la inundaci¨®n catastr¨®fica que cre¨® el Mar Negro. Eran los primeros tiempos de la agricultura, y las antiguas orillas del Lago Negro estaban plagadas de pr¨®speros asentamientos neol¨ªticos. Todo -sus casas, sus cultivos y sus vidas- qued¨® sumergido bajo m¨¢s de 100 metros de agua.
Con ser violenta, la cat¨¢strofe no fue cosa de un instante, ni siquiera de 40 d¨ªas. Al ritmo calculado por Siddall, unos 60.000 metros c¨²bicos de Mediterr¨¢neo por segundo, el diluvio debi¨® durar cerca de 33 a?os. Es tiempo m¨¢s que suficiente para construir un arca y salvar a las gallinas del corral, pero confirmar esto va a requerir mucho m¨¢s que un modelo matem¨¢tico.
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