Hermana rata
Dec¨ªa el antrop¨®logo Jared Diamond que el Homo sapiens no s¨®lo se distingue del resto de las especies por el lenguaje, el pensamiento abstracto y la creatividad art¨ªstica, sino tambi¨¦n por la propensi¨®n genocida y la adicci¨®n a las drogas. Diamond se sorprend¨ªa de lo dif¨ªcil, por no decir imposible, que resulta encontrar una sociedad humana -tribu actual o yacimiento arqueol¨®gico- que no utilice alguna sustancia psicoactiva. Si s¨®lo el druida tiene la receta, la p¨®cima se reparte en las ceremonias religiosas para sellar la cohesi¨®n del grupo. Las cosas se complican cuando al druida le roban la f¨®rmula m¨¢gica. Para la mayor parte de la gente, probar una droga no es m¨¢s que una experiencia aislada, pero entre un 15% y un 20% de la poblaci¨®n humana nace con una propensi¨®n gen¨¦tica a caer en la adicci¨®n, y caer¨¢ en ella si entra en contacto con cualquier droga.
Quiz¨¢ Diamond ten¨ªa raz¨®n en lo que toca a la propensi¨®n genocida, pero el uso de drogas no es en modo alguno una peculiaridad humana. El Homo sapiens, por supuesto, est¨¢ superdotado para investigar y manipular la naturaleza que le rodea, y lleva 50.000 a?os identificando con asombrosa precisi¨®n todas las sustancias psicoactivas que el ecosistema le pone a tiro. Pero, una vez que nuestra especie ha hecho ese trabajo sucio, el resto del mundo animal no tiene el menor inconveniente en sumarse a la ceremonia. Dadles una palanca conectada a un dosificador de droga y ver¨¦is lo poco que nos diferenciamos -tambi¨¦n en eso- del resto de la creaci¨®n. Se sabe desde los a?os sesenta que, si una rata tiene que elegir entre la palanca de la coca¨ªna y la de la comida, lo m¨¢s f¨¢cil es que se concentre en el manejo de la primera hasta matarse de hambre. Pero ?puede una rata volverse realmente adicta? Dos grupos de neurocient¨ªficos acaban de hallar la respuesta (Science, 13 de agosto).
Los investigadores han definido los tres criterios que delatan la adicci¨®n en una forma aplicable a las ratas. El primero es seguir buscando la droga pese a saber perfectamente que se ha acabado. Como se?ala Terry Robinson, del programa de neurociencia de la Universidad de Michigan, "¨¦ste es el comportamiento de los cocain¨®manos, que, cuando se acaba la droga, peinan compulsivamente por la alfombra buscando cristalitos blancos que, con toda probabilidad, ser¨¢n de az¨²car". La mayor¨ªa de las ratas dejan de darle a la palanca cuando saben que la coca¨ªna se ha acabado, pero hay unas cuantas que persisten.
El segundo criterio es la enorme cantidad de esfuerzo que un adicto es capaz de dedicar a conseguir su dosis. Para medir este comportamiento en las ratas, los investigadores han dise?ado una serie de pruebas en las que cada vez hay que trabajar m¨¢s para lograr la sustancia. Por lo com¨²n, las ratas se rajan en cuanto hay que esforzarse demasiado, pero las hay que no cejan. El tercer criterio es el grado de disposici¨®n a soportar las consecuencias desagradables del uso de la droga. Nuevamente, lo m¨¢s com¨²n es que la rata renuncia a la coca¨ªna si la dosis va asociada a una desagradable descarga el¨¦ctrica, pero hay roedores capaces de pasar por todo.
Los resultados se resumen as¨ª. El 41% de las ratas no cumple ninguno de los tres criterios de la adicci¨®n, el 28% cumple uno, el 14% cumple dos y el 17% cumple los tres: estas ¨²ltimas son las ratas adictas. La cifra del 17% es muy interesante, porque es casi exactamente el porcentaje de seres humanos gen¨¦ticamente propensos a la adicci¨®n. La cifra de adictos es menor, porque para ser adicto no basta ser propenso. Adem¨¢s hay que tener un contacto prolongado con la droga.
Las adicciones no nos diferencian de los animales. Pero, bueno, siempre nos quedar¨¢ el genocidio.
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