Manzanares y el az¨²car de sus mu?ecas
Prometedor deb¨² de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares en Bilbao. La faena en su primero estuvo compuesta por cuatro tandas con la mano derecha y tres con la mano izquierda, adem¨¢s de varios ayudados por alto y un pase de pecho. Eso en cuanto a estad¨ªstica. Y esa estad¨ªstica estuvo rellena de un gran sentido del temple. Supo acomodarse al ritmo del toro; aunque cabe decir, asimismo, que por ese sentido del temple hizo que el toro se acoplara a ¨¦l. De todos modos, acab¨® por meter al toro en el fragoroso nido de su muleta. Todo lo que fabric¨® en ese toro llevaba el marchamo de lo suave y del buen gusto. El toro era muy noble, quiz¨¢ le falt¨® un puntito de mayor movilidad. Que no se nos escape anotar que el pase de pecho mencionado arriba lo construy¨® de abajo hasta el cielo de la muleta. Un gran pase de pecho.
Respecto a la actuaci¨®n en su segundo, ¨²ltimo de la corrida, fue una pena que topara con un inv¨¢lido, a pesar de que acreditara bondad en la embestida. El presidente debi¨® devolver ese toro a los corrales. Si en su lugar sale un toro con m¨¢s fuerza, con la nobleza de la mayor¨ªa de sus hermanos, quiz¨¢ el joven matador hubiera podido redondear la tarde. Argumentamos esto, en raz¨®n a que le vimos en todo momento con una disposici¨®n muy firme, trazando muletazos templados. Claro que en ese segundo toro abus¨® del pico en m¨¢s de un pasaje de la faena. Queda en la memoria el suave az¨²car de sus mu?ecas, que propiciaron el certero ritmo de un latido natural.
De El Fandi se puede apuntar que no estuvo tan esplendoroso en el tercio de banderillas como otras veces. Simplemente estuvo normalito. Con la franela se meti¨® hasta m¨¢s arriba de la coronilla en un mar de dudas, olas incluidas. En ocasiones lo vimos pesado y reiterativo como una tar¨¢ntula. ?Tal vez sali¨® con el amor propio demasiado dormido? En ocasiones uno piensa que El Fandi pod¨ªa muy bien haber estado en los Juegos Ol¨ªmpicos de Atenas. Se le hubiera podido buscar una especialidad donde tuviera que correr mucho y con presteza. No s¨¦, en carreras de obst¨¢culos, en salto de trampol¨ªn o algo que tuviera que ver con la prisa y los saltos acrob¨¢ticos. Y si no fuera en Atenas, hay momentos en los que si pusieran un aro con un cerco de fuego pod¨ªa saltar por entre el fuego y colocar las banderillas. Las banderillas es una suerte del toreo. Lo que pasa es que a veces las acrobacias y las piruetas se imponen por encima de la pureza en cuanto a la colocaci¨®n de los palitroques. Nos da la impresi¨®n de que El Fandi est¨¢ a punto de convertirse en una estatua que corre sin parar. Tal vez despu¨¦s se duchar¨¢ como un atleta y no como un torero. Me parece. Lo peor va a ser que piense que con las facultades que imprime a la hora de banderillear el p¨²blico se conforma con eso. Pensar¨¢ que sobra todo lo dem¨¢s. Alguien deber¨ªa recordarle una aserci¨®n contundente de Juan Belmonte: "Si en el toreo lo fundamental fuesen las facultades, y no el esp¨ªritu, yo no habr¨ªa triunfado nunca".
Ant¨®n Cort¨¦s desde el primer momento cerr¨® una puerta a la imaginaci¨®n de los espectadores, de tal suerte que no pudimos ver nada bueno de su labor. En su primero lo vimos perplejo, como si se le hubiera muerto de repente la espada de madera. Tuvo un agravante imperdonable, cual fue el que no permiti¨® que vi¨¦ramos c¨®mo eran sus dos toros... En aplicaci¨®n a la memoria aludida a la hora de juzgar a Manzanares, en lo que ata?e a Ant¨®n Cort¨¦s vienen al recuerdo los peculiar¨ªsimos toreros de su misma sangre que hemos llegado a ver. Cito admirativamente a Cagancho, Gitanillo de Triana, Rafael Albaic¨ªn, Caracol y Rafael de Paula, por citar unos pocos. De este ¨²ltimo dec¨ªa el inolvidable Jos¨¦ Bergam¨ªn que ten¨ªa mucha percha literaria.
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