Los gregarios de Armstrong triunfan
Dominio absoluto del estadounidense Hamilton, primero, y el ruso Ekimov, segundo
Dijo Indurain [nacido en julio de 1964]: "Si gana Ekimov [nacido en febrero de 1966], me vuelvo a poner el pantal¨®n corto y corro la contrarreloj de Madrid 2012".
Sonaba exagerada la hip¨¦rbole del navarro -el ¨²nico ciclista espa?ol de carretera campe¨®n ol¨ªmpico: Atlanta 96, cuando Ekimov ya ten¨ªa 30 a?os-, que disfrut¨® de un d¨ªa en las carreras torr¨¢ndose al solazo de la tribuna junto al circunspecto secretario de Estado Jaime Lissavetzky y parte de la familia real, tambi¨¦n seria, y en efecto, bien pensado, era una exageraci¨®n, pero una exageraci¨®n ma non troppo y poco falt¨® para que, dicho y hecho, una esteticista profesional acudiera a la tribuna y procediera a depilar las piernas de Indurain para que empezara a entrenarse ya. Falt¨® tan poco como 18 segundos, que fue la cantidad de tiempo por la que el americano Tyler Hamilton evit¨® que el ruso Viatcheslav Ekimov repitiera el triunfo ol¨ªmpico conseguido hace cuatro a?os sorprendentemente en Sidney. Tercero, no muy lejos, de una carrera en la que el par espa?ol, el dolorido Iv¨¢n Guti¨¦rrez (16?) y el Igor Gonz¨¢lez (9?) que es lo que es, confirm¨® las m¨ªnimas expectativas, entr¨® un amigo de los dos primeros, otro veterano de m¨¢s de 30 a?os, el tejano Bobby Julich.
Ullrich no se inmiscuy¨® en la pelea de veteranos dom¨¦sticos que fue la carrera y acab¨® s¨¦ptimo
La carrera fue clandestina y ajena, confinada a una carretera en las afueras de Atenas, especie de paseo mar¨ªtimo azotado por ligera brisa y sol abrasador. Ten¨ªa el ambiente, muerto, de una prueba de tercera. Los coronados con laurel, aun formando parte de la ¨¦lite, de la cr¨¨me de la cr¨¨me, tampoco quitan el hipo. El primero, Hamilton, ha sido gregario de Armstrong hasta hace tres a?os; el segundo, Ekimov, es gregario de Armstrong desde hace cinco a?os; el tercero, Julich, es paisano de Armstrong y, desde que consigui¨® subir al podio en el Tour del 98, ha vivido con la depresi¨®n de no ser tan bueno como el tejano m¨¢s famoso -y poderoso- del mundo despu¨¦s de Bush. Armstrong, por su parte, est¨¢ de vacaciones, y el anti Armstrong por excelencia, o sea, Jan Ullrich, sufri¨® su ausencia y ni siquiera se inmiscuy¨® en la pelea de veteranos dom¨¦sticos en que se convirti¨® la disputa por la tan considerada medalla. Acab¨® s¨¦ptimo, en el territorio del anonimato.
Ekimov, que vive desde hace a?os en Tortosa (Tarragona), debe su pervivencia a la s¨®lida moral sovi¨¦tica y ol¨ªmpica que anima sus decisiones desde que, hace miles de a?os, entrara en la escuela de ciclismo estatal guiada por el coronel Kuznetsov en Leningrado y poco despu¨¦s debutara como campe¨®n ol¨ªmpico en el equipo de persecuci¨®n sovi¨¦tico que se impuso en Se¨²l 88.
Hamilton, aquel americano que vive en Girona, el rey del estoicismo, el hombre que encuentra el ¨¦xtasis en el dolor y que para abandonar el Tour necesit¨® que se le conjuntaran dos circunstancias tremendas, la agon¨ªa y muerte de su querido perro, el golden retrieverde nombre Tugboat, y la demolici¨®n muscular de su espalda, sobre la que cay¨® el peso de medio pelot¨®n en la ca¨ªda de la apocal¨ªptica Angers, achac¨® su victoria a los extraordinarios y magn¨ªficos consejos de su m¨¦dico italiano, Luigi Cechini, lo que hizo las delicias de los cazafantasmas que buscan doping debajo de todas las piedras. En realidad, la clave fue mucho m¨¢s prosaica y radical: a los pocos kil¨®metros de empezar, Hamilton se arranc¨® el pinganillo de la oreja, se quit¨® del hueco casco el peso de la emisora, la envolvi¨® en el cable que se le liaba por los brazos y lo mand¨® todo a fre¨ªr esp¨¢rragos. Sin referencias, sin miedos, sin un director que le dijera c¨®mo ten¨ªa que sentirse, Hamilton fue ¨¦l mismo, hombre libre guiado por sus sensaciones que para ganar lleg¨® hasta el extremo de cometer sacrilegios que espantaron a los puristas amantes de la estilizaci¨®n: en los repechos, Hamilton, como un ligero escalador, se pon¨ªa de pie, mov¨ªa todo el cuerpo, hac¨ªa todo lo que no debe hacer un especialista para mover el tremendo desarrollo que se impuso.
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