Carne tr¨¦mula
Es mejor mirar a los que pierden. Los que ganan tienen alrededor tanta luz que casi ni se les ve emocionarse. Dec¨ªa Elia Kazan que a Marlon Brando se le ve¨ªa el halo aunque estuviera oscurecido en un rinc¨®n. Y a los que ganan el halo se lo ponen sus perseguidores, los que adulan cuando las cosas van bien. Los que ganan no son iguales cuando pierden.
Para explicarlo mejor ya estaba aqu¨ª el otro d¨ªa el texto que escribi¨® Juan Jos¨¦ Mill¨¢s sobre esa foto en la que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar -aquel atleta- se estrenaba en la derrota. En el deporte es igual. Aunque le des la mano al vencedor -en este caso, Aznar se la daba a otro perdedor, Mariano Rajoy-, el rictus que se te dibuja en el rostro es tan definitivo que no lo salva ni la dignidad pregonada por el bar¨®n de Coubertin.
Dec¨ªan que ser espa?ol es lo m¨¢s serio que se puede ser. Quiz¨¢. Pero es mucho m¨¢s serio perder. Perder siendo espa?ol ya debe ser no s¨®lo serio, sino important¨ªsimo.
Se cuenta que uno de los grandes perdedores del mundo del ciclismo franc¨¦s pas¨® a la historia gracias a una de las obras teatrales m¨¢s graves del teatro del absurdo, Esperando a Godot, de Samuel Beckett. El circunspecto escritor irland¨¦s asist¨ªa a una prueba ciclista en una localidad francesa y ve¨ªa rezagados a unos espectadores ociosos. "?Qu¨¦ esperan?" Esperaban a Godot, el ciclista que siempre iba el ¨²ltimo en la clasificaci¨®n. No era Dios, era Godot.
En estos Juegos ha habido perdedores dign¨ªsimos, que pasar¨¢n a la historia por su comportamiento perdiendo; entre ellos me he quedado con la imagen de Nuria Dom¨ªnguez, la sexta en su competici¨®n de remo, pero la m¨¢s cabreada de la delegaci¨®n espa?ola. Tan cargada de raz¨®n como de l¨¢grimas, arremeti¨® en su rabia contra el entorno profesional que la hab¨ªa llevado a perder.
Como en el deporte uno est¨¢ tan acostumbrado a lo pol¨ªticamente correcto, son esos exabruptos -que se producen precisamente en deportes a los que no hace caso ni la federaci¨®n- los que nos llenan de sabidur¨ªa porque indican que los deportistas son tambi¨¦n de carne tr¨¦mula, capaces de emocionarse y de rabiar como cualquiera; como Godot, por ejemplo.
La mirada aviesa y triunfadora de los que ganan -esos ojos inyectados de orgullo de los atletas de los 100 metros- representa la peor pedagog¨ªa para los que creemos que mejor escuela es esperar perder que aguardar el triunfo. El triunfo lo sabe celebrar cualquiera.
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