Nuevas caras del populismo
El populismo no es un fen¨®meno exclusivo de Am¨¦rica Latina. Los fascismos europeos fueron populistas, sobre todo en sus or¨ªgenes. El estalinismo, por su parte, se estableci¨® en nombre del pueblo y fue una pretendida dictadura del proletariado, aun cuando el poder proletario era suplantado por el partido, y el del partido, por el de su secretario general, como lo se?alaron desde los primeros tiempos algunos ensayistas pol¨ªticos que hoy d¨ªa son cl¨¢sicos. Eran formas de poder apoyadas en una ideolog¨ªa totalizadora y que permit¨ªan una especie de tiran¨ªa perversa y perfecta. A pesar de eso, tuvieron una duraci¨®n limitada y terminaron por desmoronarse. La historia del siglo XX, en definitiva, es la historia de todo ese proceso: de su desarrollo, de sus cr¨ªmenes, de su crisis final.
El problema para Am¨¦rica Latina, para todos nosotros, es que la cr¨ªtica europea, la de Occidente y su tradici¨®n intelectual, no funciona con la misma eficacia en este mundo nuestro, mundo nuevo que a veces parece m¨¢s anquilosado, m¨¢s viejo y anacr¨®nico, m¨¢s caduco que ning¨²n otro. El error se puede mantener por m¨¢s tiempo, con una ret¨®rica m¨¢s efectiva, con una demagogia m¨¢s tramposa, en pa¨ªses donde el uso del an¨¢lisis cr¨ªtico es m¨¢s d¨¦bil. El poder del pinochetismo qued¨® erosionado en un plazo no tan largo, despu¨¦s de todo, en un pa¨ªs donde la sociedad civil era m¨¢s o menos fuerte y hab¨ªa estado acostumbrada durante d¨¦cadas a un Estado de derecho, a un sistema visible y palpable de libertades democr¨¢ticas. Pero el caso chileno, por razones que no se pueden resumir en pocas l¨ªneas, es m¨¢s bien excepcional y aislado. La historia moderna de Am¨¦rica Latina es una larga sucesi¨®n, un paisaje cambiante y a la vez mon¨®tono, reiterativo, de dictaduras mal disimuladas o no disimuladas en absoluto. Dentro de este panorama, el nacionalismo, la invocaci¨®n de lo popular, el antiimperialismo, dirigido en ¨¦pocas anteriores contra Inglaterra y ahora contra los Estados Unidos, han sido signos constantes. Grandes pretextos, utilizados y siempre renovados desde los primeros tiempos de la revoluci¨®n mexicana, pasando por el "Estado Novo" de Getulio Vargas en el Brasil y por el movimiento del general Per¨®n en Argentina, hasta el castrismo y la actual "revoluci¨®n bolivariana" de Hugo Ch¨¢vez. Son fen¨®menos claros, evidentes, y el que no los entiende es porque no los quiere entender.
Ahora bien, existe otro lado de la cuesti¨®n, y es un lado muy grave, que estamos obligados a enfocar en forma l¨²cida. Los populismos latinoamericanos siempre son el resultado de fracasos escandalosos de la pol¨ªtica que se podr¨ªa llamar normal, la que sigue la l¨ªnea de las democracias occidentales. Son consecuencias directas de la corrupci¨®n, de la desigualdad extrema, de la completa irresponsabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica. He comparado en estos d¨ªas el refer¨¦ndum de Venezuela con el plebiscito chileno de 1988, el que marc¨® el comienzo del fin de la dictadura de Pinochet, y mis conclusiones son, tengo que admitirlo, m¨¢s bien pesimistas. En la consulta chilena, el problema pol¨ªtico central consist¨ªa en conseguir que el mundo popular, despu¨¦s de m¨¢s de quince a?os sin elecciones, se inscribiera en los registros electorales y participara en el proceso. Hab¨ªa que refrescar la memoria de los periodos anteriores. Pues bien, la campa?a misma demostr¨® que la base del pa¨ªs ten¨ªa una conciencia pol¨ªtica fuerte, que no se hab¨ªa perdido en los a?os de r¨¦gimen militar, y esto permit¨ªa creer, a pesar del escepticismo, que a veces tomaba un sesgo arrogante, burl¨®n, de los observadores que llegaban del exterior, en la posibilidad cierta de que el no a Pinochet ganara. El d¨ªa del plebiscito, una ma?ana de la primavera de ese a?o, las colas frente a los recintos de votaci¨®n, la conducta de los votantes, su serenidad, sus gestos de ayuda a la gente impedida o que no sab¨ªa votar, eran se?ales claras de que el "no" se impon¨ªa. El pa¨ªs ya hab¨ªa empezado a cambiar, incluso en sus instituciones m¨¢s reaccionarias, y ahora, pese a todo, comprobamos que la transformaci¨®n se aceler¨® a partir de esa fecha.
Despu¨¦s de conocer los resultados del 15 de agosto en Venezuela, da la impresi¨®n de que el caso es exactamente el opuesto. Desde luego, era dif¨ªcil creer que la oposici¨®n a Ch¨¢vez pudiera ganar, a pesar de algunas encuestas que indicaban lo contrario. A diferencia de lo que hab¨ªa sucedido en Chile, la posici¨®n del chavismo se fortalec¨ªa a medida que se acercaba la fecha del refer¨¦ndum. Y la alta participaci¨®n popular fue claramente favorable al Gobierno. Es cierto que algunas encuestas a pie de urna parecieron indicar otro resultado, pero las estimaciones del Centro Carter y de la OEA no permiten dudar demasiado. El triunfo oficial, el de la semidictadura o dictablanda populista, es s¨®lido y tendr¨¢ repercusiones importantes en toda la regi¨®n. Es la renovaci¨®n de un viejo fen¨®meno latinoamericano, una nueva cara, y ayuda a reforzarlo en otros lados. Por ejemplo, en los gobiernos de Argentina y del Brasil, donde la tendencia existe y corresponde a una larga historia. Aparte de que le da un nuevo respiro al r¨¦gimen de Fidel Castro, que a cada rato, en cada etapa, dentro de las coyunturas m¨¢s diversas, consigue postergar su crisis definitiva.
La madurez pol¨ªtica, la modernizaci¨®n, el desarrollo econ¨®mico, exigen tiempo, paciencia, trabajo sostenido, pero el populismo se dirige, precisamente, a sectores que no pueden esperar. Si una familia miserable, marginal, que nunca ha visto nada, que no tiene acceso al trabajo, a la educaci¨®n, ni siquiera a una comida normal, recibe 160 d¨®lares diarios mandados por el Gobierno, ser¨¢ incondicional de ese Gobierno. Votar¨¢ por ¨¦l cada vez que le pida el voto. Esto quiere decir lo siguiente: que en el subdesarrollo, en el atraso escandaloso que los reg¨ªmenes democr¨¢ticos no supieron atacar en forma seria, un Gobierno populista, que controla los grandes poderes del Estado, que cuenta con apoyo de los sectores militares, y adem¨¢s, por a?adidura, con riqueza petrolera, es casi imbatible. No hay que hacerse demasiadas ilusiones. Hay que pensar, m¨¢s bien, que la oposici¨®n a Ch¨¢vez obtuvo una votaci¨®n importante, que representa una minor¨ªa s¨®lida, m¨¢s ilustrada en l¨ªneas generales que la mayor¨ªa, y que ahora tiene un largo camino por recorrer.
En buenas cuentas, el refer¨¦ndum de Ch¨¢vez marca una inflexi¨®n en la historia regional, nos guste o no nos guste, y podr¨ªa dar comienzo a una serie de alineaciones nuevas en la pol¨ªtica nuestra. Hay una relaci¨®n quiz¨¢ privilegiada entre Venezuela, Cuba, Argentina y Brasil. Es una situaci¨®n in¨¦dita y no f¨¢cil para Chile y Colombia. A la vez, el Gobierno de Ch¨¢vez trata de normalizar sus contactos con el de George Bush,que tiene una obvia dependencia del suministro venezolano de petr¨®leo, con lo cual el cuadro global ya es otro y hay que examinarlo sin prejuicios, sin ideas preconcebidas.
A estas alturas, los errores de la oposici¨®n al chavismo saltan a la vista. Hubo una enorme fragmentaci¨®n pol¨ªtica, una notoria falta de unidad y hasta de cohesi¨®n, ya que el conglomerado iba desde la extrema derecha a la extrema izquierda. El ¨²nico elemento com¨²n era el rechazo, el antigobierno, pero faltaba un programa, y faltaba, por encima de todo, un liderazgo. Es por eso que Hugo Ch¨¢vez adquiri¨® fuerza a lo largo de la campa?a, mientras su oposici¨®n tendi¨® a perder identidad, a diluirse. Adem¨¢s, Ch¨¢vez aprovech¨® con habilidad, sin mayores contemplaciones, los dos argumentos principales de todas las dictaduras: la zanahoria y el palo. Los dineros del petr¨®leo, repartidos con generosidad y dentro de un sistema donde los controles de los fondos p¨²blicos funcionan poco, fueron la zanahoria: a raz¨®n de 160 d¨®lares mensuales por familia en los estratos m¨¢s humildes, y los contingentes m¨¦dicos mandados por Fidel Castro, cuya mano secreta jug¨® un papel enormemente influyente.
En las ant¨ªpodas, los grupos chavistas armados, y entre ellos los "c¨ªrculos bolivarianos", imitaciones cercanas de los comit¨¦s de defensa de la revoluci¨®n de Cuba, los CDR de triste memoria, representaron el palo. Gobernar en esta forma exige, claro est¨¢, que los ingresos del petr¨®leo se mantengan altos. Con el barril a 46 d¨®lares, Ch¨¢vez no tendr¨¢ demasiadas dificultades para mantener el control. Podemos concluir, entonces, que la desastrosa guerra de Irak ha fortalecido el populismo antiyanqui de Hugo Ch¨¢vez en Venezuela. Es otra de las paradojas de la historia de estos d¨ªas, otra derivaci¨®n imprevista y que nos concierne a todos.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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