Preguntas de agosto
Cuando paseo por aqu¨ª procuro hacerlo despojado de preguntas. Dejar que lo que sea que vaya a encontrar me sorprenda, me tope con ello inopinadamente. Pensar cansa. Por eso, de vez en cuando, aprecio cierto silencio y caminar. Sin embargo, las preguntas me salen al paso. (Ni una pizca de suerte, dir¨ªa Jack Nicholson en Mejor... imposible). ?Qu¨¦ carajo buscan esas personas que en unas calles de donde ahora estoy han colocado un artefacto explosivo? ?Mostrar que existen, que tienen la voluntad firme de ser nuestros tiranos en un futuro m¨¢s o menos inmediato? No lo s¨¦. O nos ven muy d¨¦biles (?lo somos?) o padecen de una profunda alucinaci¨®n criminal. O, ?por qu¨¦ el paisito nos persigue hasta cuando nos alejamos con alevos¨ªa de ¨¦l? Y ?qu¨¦ efectos puede tener el ¨²ltimo quiebro del PSE-EE?
Paseaba con mi amigo por la costa. Demasiado mar, dec¨ªa ¨¦l (vivir cansa). Y yo respond¨ªa con eso de "a por el mar, promesa y semilla". T¨®picos para provocarnos el uno al otro. Hombres de poca fe. Al anochecer, acabamos en un rinc¨®n de una taberna remota. Humo en el ambiente, y, de fondo la voz de ?Emilio Guevara! en la radio (todo muy antiguo). Me tranquiliz¨® o¨ªr a Guevara, hombre de ideas claras y buen sentido. Callamos y escuchamos. El periodista preguntaba sobre un programa de reforma del Estatuto vasco proyectado por el PSE. Guevara aclar¨® que a ¨¦l s¨®lo se le hab¨ªa pedido su opini¨®n; que, en todo caso, no se trataba de cambiar de marco de convivencia en el Pa¨ªs Vasco. El Estatuto es lo que tenemos, dijo, y nos sirve. Pero cabe reformarlo a la luz de la experiencia de estos veinticinco a?os. Nada que ver con el plan Ibarretxe, que pretende generar otro estatus jur¨ªdico para el pa¨ªs.
Las tazas de ribeiro animaban la conversaci¨®n. Est¨¢bamos de acuerdo en la impericia t¨¦cnica y la humilde-soberbia e irresponsabilidad desde la que se gest¨® el plan Ibarretxe. ?Qu¨¦ hacer frente a ¨¦l, que nos condena a la nada? (De nuevo, las preguntas). Zapatero ha abierto el debate constituyente en esto de la organizaci¨®n territorial. ?Presionado por el torvo president de la Generalitat? Tal vez. Tampoco importa demasiado. ?Estabilizar¨¢ una nueva situaci¨®n o se desatar¨¢ la caja de los truenos? Discutimos.
Por de pronto, nos dec¨ªamos, la propuesta del PSE parece destinada a romper con la esclerosis de la etapa Aznar-Oreja. Eso introduce aire fresco en la cosa p¨²blica del pa¨ªs, se deshace aquel clima crispado, hier¨¢tico y tosco del tiempo Oreja-Ibarretxe. Abre ventanas y despeja la situaci¨®n. Por lo dem¨¢s, es algo razonable, sensato, abre l¨ªneas de di¨¢logo,... en fin, todo eso. Sin embargo, ?en qu¨¦ direcci¨®n se reforma?; ?"m¨¢s" estatuto o "mejor"? Yo sosten¨ªa que lo de m¨¢s estatuto es una peque?a encerrona que puede acabar concili¨¢ndose y alimentando la torcida idea de Ibarretxe. S¨®lo cabe, opinaba yo, un mejor estatuto: m¨¢s preciso en sus competencias, adaptado a la nueva realidad de la UE, con sus delegaciones y representaciones en la Uni¨®n, mejor articulado institucionalmente, etc¨¦tera. Pero, al tiempo, exig¨ªa dejar en paz a Navarra y sacarla del texto (es lo que har¨ªa un euskal-herriako inteligente), sin renunciar a nuevos encuentros con territorios afines; redefinir la Disposici¨®n Adicional hasta hacerla jur¨ªdicamente comprensible,... En fin, todo eso que va en la direcci¨®n de una convivencia tranquila, bien articulada jur¨ªdicamente, que permite dedicar esfuerzos a las cosas "del comer y del disfrutar" (sin concesiones sustantivas al nacionalismo esencialista, del signo que sea). Eso sosten¨ªa. Y tambi¨¦n que requiere de un gran consenso partidista, institucional (con diputaciones y ayuntamientos) y social.
Mi amigo hablaba menos, fijaba su mirada en el fondo de la taza. De pronto me dijo que dejara ya eso, que deb¨ªamos ir a otra taberna. Salimos. El rumor del mar era poderoso, nos encontramos sobre una duna con empalizadas. Amanec¨ªa. Se ve¨ªan verdes colinas a nuestra espalda y costa de arena y piedra frente a nosotros. Tambi¨¦n mejilloneras en la r¨ªa.
Me hab¨ªa topado con ello sin buscarlo: ?reconocer¨¢ nuestra gente en mayo un nuevo modo de ver las cosas en la propuesta, ya acabada en ese momento, del PSE-EE? En todo caso, necesitamos pisar tierra, arena o mar; tanto da, pero pisar algo concreto. Lo necesitamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.