Paradoja y septiembre
"S¨®lo le pido a Dios", confesaba Ana Bel¨¦n hace unos a?os, "que la vida no me sea indiferente". Eso, o algo muy parecido, es lo que uno desea cada nuevo curso, cada nueva ma?ana, cada vez que regresamos al hogar y a las cosas. Hago la prueba cuando empieza septiembre, cuando enchufo el ordenador despu¨¦s de unas semanas de desconexi¨®n absoluta y descorro los visillos de esta ventana indiscreta por la que miro el mundo. Es entonces cuando cruzo los dedos y pido que mi capacidad de asombro siga ah¨ª, combatiendo la indiferencia, dispuesta a entusiasmarse con el espect¨¢culo de la vida. Y la verdad es que alivia comprobar que todo est¨¢ en su sitio, que la gran paradoja cotidiana sigue ocupando titulares en los medios, que poco, muy poco, han cambiado las cosas. Estamos a dos meses de las elecciones presidenciales en EE UU y, pese al efecto Fahrenheit 9/11 y el vergonzante paisaje de Irak, George W. Bush a¨²n tiene la jeta de encabezar la lista republicana para repetir la injuria. En Chile, sin ir m¨¢s lejos, el equipo jur¨ªdico de Augusto Pinochet exige justicia para el dictador y pide al Tribunal Supremo que aparte al juez Guzm¨¢n del proceso contra el militar por considerar poco ecu¨¢nime a este magistrado. El entorno del genocida apela ahora a la equidad y a las leyes... En Argentina, el chovinismo de varios diputados peronistas ha pedido la repatriaci¨®n de los restos del Che Guevara: el viejo populismo justicialista vuelve por sus fueros y se erige en defensor del mito revolucionario. O la ¨²ltima: nuestros bosques se siguen calcinando en miles de hect¨¢reas. Se destruye la vida con una impunidad de escalofr¨ªo. Sabemos que hay culpables; muchos conocen sus nombres, pero existe un extra?o silencio que convierte el terrorismo forestal en asunto de nadie. Pese a ser uno de los veranos m¨¢s destructivos de las ¨²ltimas d¨¦cadas (ah¨ª est¨¢n las comarcas de Huelva o el Parque Natural de la Sierra Calderona) mucho me temo que, estad¨ªsticamente, ser¨¢ otro est¨ªo de pir¨®manos inmunes, de terroristas en libertad. El asombro est¨¢ asegurado. La paradoja sigue ah¨ª. Nada resulta indiferente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.