No perd¨¢is la esperanza
Amigos europeos, no perd¨¢is la esperanza con respecto a Estados Unidos. Sigue siendo el pa¨ªs audaz e idealista de Franklin D. Roosevelt y de John F. Kennedy, aunque ¨²ltimamente la audacia y el idealismo se han convertido m¨¢s bien en belicosidad y arrogancia. Es la consecuencia de dos experiencias hist¨®ricas. Una es la victoria de la democracia sobre el comunismo en la guerra fr¨ªa. La disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha convertido a EE UU en la potencia imbatida e imbatible del planeta; no s¨®lo en el sentido militar e ideol¨®gico, sino tambi¨¦n en el de la econom¨ªa, la tecnolog¨ªa y la cultura popular. Los ide¨®logos neoconservadores de Washington cre¨ªan que EE UU pod¨ªa prescindir de sus aliados y de las instituciones internacionales. Han despreciado a la ONU, ir¨®nicamente en la casa de sus fundadores, Woodrow Wilson y Franklin Roosevelt. Muchos estadounidenses buscaron consuelo en la vuelta a la desconfianza tradicional hacia lo que Jefferson denominaba las "alianzas engorrosas".
La batalla entre Bush y Kerry la ganar¨¢ el 10% de los votantes indecisos
?ltimamente la audacia y el idealismo de EE UU se han convertido en belicosidad
La segunda experiencia hist¨®rica la conmemoramos ahora: el tercer aniversario del ataque con aviones secuestrados contra las Torres Gemelas en Nueva York y contra el Pent¨¢gono en Washington, dos s¨ªmbolos de lo que el presidente Eisenhower llam¨® en su momento "el complejo militar e industrial". El 11-S ha impactado terriblemente en la psique nacional; de manera m¨¢s clara a¨²n que el ataque por sorpresa japon¨¦s a la flota del Pac¨ªfico fondeada en Pearl Harbor. Despu¨¦s de todo, en 1941 sab¨ªamos qui¨¦n era el enemigo. El ataque japon¨¦s tuvo lugar en una remota isla en medio del oc¨¦ano Pac¨ªfico. El objetivo era la potencia naval estadounidense, no civiles inocentes que realizaban su actividad diaria. Hoy, los enemigos son ap¨¢tridas; golpean en ciudades conocidas para todos; se autoinmolan o se retiran a las sombras; convierten una comodidad familiar, el avi¨®n, en un arma maligna, y a personas normales en su objetivo.
La II Guerra Mundial fue un conflicto m¨¢s amenazador, con unos enemigos mucho m¨¢s peligrosos. Pero la guerra no amenazaba a los estadounidenses que hac¨ªan su vida diaria. Actualmente, muchos sienten una intensa vulnerabilidad personal que nunca antes hab¨ªan experimentado. Por supuesto, los europeos est¨¢n acostumbrados al terrorismo local: los vascos de ETA en Espa?a, las bandas de extrema izquierda en Italia y Alemania, los corsos en Francia, el antiguo IRA en Gran Breta?a. Para los estadounidenses, el terrorismo es una experiencia nueva y horrible. Esta amenaza misteriosa condujo a un Gobierno reci¨¦n instalado en Washington a cambiar la base de la pol¨ªtica exterior. Esa base hab¨ªa sido la contenci¨®n y la disuasi¨®n, una mezcla que nos permiti¨® ganar la guerra fr¨ªa. La nueva base de la pol¨ªtica exterior es la guerra preventiva, que los presidentes estadounidenses de la guerra fr¨ªa hab¨ªan aborrecido y vetado. La doctrina de Bush es atacar a un enemigo, unilateralmente si hace falta, antes de que pueda atacarnos, un derecho reservado a EE UU. Esto convierte a este pa¨ªs en el juez, el jurado y el verdugo del mundo, una posici¨®n dif¨ªcilmente popular.
Los estadounidenses hab¨ªan respaldado mayoritariamente la guerra en Afganist¨¢n contra Al Qaeda, que cometi¨® un acto de agresi¨®n monstruosa, y contra los talibanes, que proteg¨ªan a los terroristas. La segunda, y distinta, la de Irak, era una guerra optativa, decidida por el presidente. Se declar¨® sobre la base de dos premisas falsas: la acumulaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva y la supuesta alianza entre Sadam Husein y Osama Bin Laden. El argumento a favor de la guerra preventiva descansa en la suposici¨®n de que tenemos un sistema de inteligencia casi perfecto sobre las intenciones y la capacidad del enemigo. Las investigaciones post mortem realizadas a nuestros organismos de inteligencia demuestran lo imperfectos que eran nuestros conocimientos sobre Irak.
Mientras tanto, la ansiedad por la "seguridad interior" se mantiene en muchos hogares estadounidenses. Los habitantes de la era del terrorismo est¨¢n dispuestos a pagar un precio por proteger a sus familias. Como todas las guerras, la de Irak ha aumentado el poder presidencial. Hace m¨¢s de treinta a?os, escrib¨ª un libro titulado The Imperial Presidency. Hoy, la presidencia imperial ha renacido en Washington. La denominada Ley Patri¨®tica, presentada apresuradamente tras el 11-S por un fiscal general imperial, impone restricciones a las libertades civiles de los ciudadanos estadounidenses. El Tribunal Supremo ha condenado la suspensi¨®n presidencial del juicio justo para los presos retenidos muchos meses y sin acceso a abogado defensor en Guant¨¢namo, la base militar de EE UU en Cuba.
El Gobierno de Bush es el m¨¢s secretista que se recuerda, y su secretismo aumenta d¨ªa a d¨ªa. El fiscal general ha hecho todo lo posible por sabotear la Ley sobre la Libertad de Informaci¨®n. El n¨²mero de documentos clasificados ha aumentado un 60% entre 2001 y 2003. El Gobierno de Richard Nixon manten¨ªa el r¨¦cord del secretismo, pero ahora el asesor de Nixon, John Dean, ha escrito un libro muy vendido, titulado Worse than Watergate: The Secret Presidency of George W Bush [Peor que el Watergate: la presidencia secreta de George W. Bush]
. Dichas restricciones preocupan a los estadounidenses. No debe suponerse que George W. Bush fue elegido mayoritariamente. Es un presidente minoritario, elegido por el Tribunal Supremo en una sentencia tomada por cinco votos a favor y cuatro en contra. Si se sumaran los votos emitidos a favor de Al Gore y Ralph Nader, Bush habr¨ªa perdido la votaci¨®n popular por tres millones de votos. Las encuestas de opini¨®n dan a entender que el 45% del electorado adora a Bush, y otro 45% lo detesta.No es probable que muchos de los electores de los dos bandos opuestos cambien de idea de aqu¨ª a las elecciones del 2 de noviembre. La batalla la ganar¨¢ el 10% de los indecisos. El candidato dem¨®crata John F. Kerry, senador por Massachusetts, pertenece a la escuela de Roosevelt y de Kennedy. Su campa?a ha flaqueado moment¨¢neamente, pero en el pasado ha demostrado ser un gran luchador y fuerte en la meta. Inmediatamente despu¨¦s del 11-S, una oleada de simpat¨ªa mundial inund¨® EE UU. Tres a?os despu¨¦s, el mundo lo contempla con hostilidad. Nunca en su historia el pa¨ªs hab¨ªa sido tan impopular en el extranjero. Eso no se le pasa por alto al votante estadounidense. Y la gran virtud de la democracia es su capacidad para enmendarse. As¨ª que, amigos europeos, no desesper¨¦is.
Arthur Schlesinger, Jr. es historiador estadounidense. Traducci¨®n de News Clips.
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