?Una tormenta de verano?: Lloret como s¨ªntoma
Lloret, Gr¨¤cia y Sants han aparecido este verano como escenario de hechos noticiables. Habr¨¢ quien discuta la agrupaci¨®n. Pero en los tres casos est¨¢ en cuesti¨®n el derecho a la tranquilidad que la ciudadan¨ªa exige para sus calles y plazas. Hay quien s¨®lo ver¨¢ una serie de episodios aislados, con los excesos propios del verano y de la edad. Comprensi¨®n y aguante, pues, para quienes deben soportarlos de cerca. Y hasta la pr¨®xima. Pero pueden contemplarse tambi¨¦n como s¨ªntomas de un fen¨®meno de mayor alcance: ?son el resultado previsible de un modelo tur¨ªstico?, ?son la expresi¨®n de formas de diversi¨®n de extensi¨®n creciente? En ambos casos, hay que plantearse m¨¢s interrogantes.
Para empezar, ?es posible abstraer tales episodios de su contexto socioecon¨®mico? ?Cabe pasar por alto el complejo de intereses -legales, a veces- que constituye su caldo de cultivo? ?No hay quien se lucra con tales expansiones de fin de semana o de etapa de vacaciones, tanto de aut¨®ctonos como de turistas? ?Podemos ignorar la existencia de un complejo l¨²dico-industrial que apunta a determinados segmentos de poblaci¨®n juvenil como mercado preferente: productores y distribuidores de sustancias t¨®xicas legales e ilegales, locales de expedici¨®n de tales sustancias, promotores y difusores de mensajes y estereotipos contenidos en m¨²sica y cine de gran consumo, videoclips, videojuegos, anuncios comerciales, programas de radio, series televisivas juveniles, etc¨¦tera? No se trata de criminalizar a sectores que pagan impuestos -?todos?- y que crean puestos de trabajo -?regulares, de calidad?-, porque la criminalizaci¨®n s¨®lo corresponde a la justicia despu¨¦s de un proceso formal.
Pero no es razonable prestar gran atenci¨®n a los incidentes de una madrugada de verano y pasar por alto lo que se cuece en a?os enteros de elaboraci¨®n de estrategias sobre producci¨®n, distribuci¨®n, mercadotecnia y publicidad de determinados productos y servicios. Vale la pena detenerse, por ejemplo, en la publicidad como gran veh¨ªculo de comunicaci¨®n. ?Cabe ignorar los contenidos de gran parte de los mensajes publicitarios que nos asedian? ?No exhiben potentes modelos de conducta, donde son poco frecuentes las muestras de solidaridad, respeto del derecho de los dem¨¢s, disciplina y autocontrol en beneficio del colectivo?
?No es cierto que gran parte de los mensajes publicitarios relacionados con el ocio van dirigidos a p¨²blicos juveniles e infantiles? ?No es ingenuo ignorar el volumen econ¨®mico de la inversi¨®n publicitaria y su repercusi¨®n direct¨ªsima sobre todos los medios, p¨²blicos y privados, de comunicaci¨®n? ?Es realista, por tanto, pretender que la escuela puede compensar el efecto de esta ola incesante -centenares de mensajes al d¨ªa, han calculado los expertos- que atacan sin descanso a un p¨²blico juvenil especialmente vulnerable?
Es bien sabido que un ni?o o un adolescente recibe hoy menos horas de escuela al a?o que horas de televisi¨®n soporta en el mismo periodo. A?adamos las horas de videoconsola, juegos en la Red, m¨²sica enlatada, etc¨¦tera. Frente a este ej¨¦rcito l¨²dico-industrial que apunta sus bater¨ªas sobre la infancia y la juventud, poco pueden hacer en la escuela la abnegaci¨®n -duramente puesta a prueba- de la mayor¨ªa de los educadores profesionales. Si los gobiernos regulan justificadamente los contenidos del sistema educativo, ?es l¨®gico que dejen sin regulaci¨®n efectiva, real, los contenidos del sistema publicitario? ?Hay que mirar hacia otro lado para esquivar el reproche c¨ªnico de quienes levantan cuando les conviene la bandera de la libertad de expresi¨®n? ?Cabe seguir pensando ingenuamente en que la llamada autorregulaci¨®n es suficiente para eliminar mensajes m¨¢s o menos expl¨ªcitos de contenido sexista, racista, de incitaci¨®n a la violencia viaria -l¨¦ase velocidad en la carretera-, de consumo de alimentos y bebidas perjudiciales para la salud de los ni?os, etc¨¦tera? ?No son rid¨ªculas las discretas cl¨¢usulas del estilo de "no bebas, no corras" que acompa?an a potentes mensajes audiovisuales que incitan precisamente a lo contrario?
Corresponde a economistas y expertos la discusi¨®n sobre modelos tur¨ªsticos y sus efectos econ¨®micos. Incumbe a los responsables de la Administraci¨®n debatir c¨®mo se ejerce hoy la actividad de polic¨ªa sobre las actividades de ocio. La consejera de Interior, Montserrat Tura, ha entendido muy bien que un buen gobierno no identifica polic¨ªa con fuerzas de seguridad. Polic¨ªa -nos ense?aron los administrativistas- es velar por el bienestar colectivo en la vida cotidiana, con respeto a condiciones horarias, de higiene, sanidad y tranquilidad p¨²blicas exigibles a cualquier actividad social y econ¨®mica. Polic¨ªa es algo m¨¢s que distribuir por nuestras calles a gran n¨²mero de uniformados y confiar en ellos como ¨²ltimo recurso para resolver un problema que no se ha sabido o no se ha querido atajar a tiempo.
Ni m¨¢s maestros ni m¨¢s polic¨ªas ser¨¢n soluciones efectivas. Es necesario un debate ciudadano sobre los valores que convierten una sociedad en red de relaciones solidarias y positivas como las que dan lugar a?o tras a?o a las fiestas mayores de Gr¨¤cia y de Sants, fruto del esfuerzo com¨²n de quienes tienen conciencia de ser conciudadanos, en contraste con la noche et¨ªlica de una playa de verano o de una macroterraza de bar, donde s¨®lo se da la agregaci¨®n circunstancial de consumidores del modelo de ocio definido por un lucrativo mercado.
?Estamos, pues, ante una perturbaci¨®n estival? ?O es el resultado de un esfuerzo persistente por imponer determinadas pautas de comportamiento? Si es as¨ª, ?hay capacidad social y pol¨ªtica para cambiar esta deriva? ?Cabe construir otros modelos aut¨¦nticamente alternativos, y no aparentes contramodelos, estridentes en la forma, pero igualmente conformistas en la sustancia? Si queremos respuestas, hay trabajo para todas las estaciones del a?o y no s¨®lo para ocupar algunos reportajes o algunas tertulias del verano que se acaba.
Josep M. Vall¨¨s es miembro de Ciutadans pel Canvi.
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