Admirable Strauss, serenado Mehta

Si el primer concierto de Zubin Mehta con la Bayerisches Staatsorchester dedicado a Gustav Mahler constituy¨® un ¨¦xito rotundo, el segundo y ¨²ltimo, consagrado a Richard Strauss, se convirti¨® en apoteosis en honor del gran compositor muniqu¨¦s y sus colaboradores individuales y colectivos. Y es que, pese a todo, el p¨²blico sinf¨®nico y oper¨ªstico estima la grandeza de este genio del siglo XX. Llama la atenci¨®n, por eso mismo, la parquedad de nuestras organizaciones musicales a la hora de programar Strauss, y -?todav¨ªa!- se recuerdan las banalidades suscritas por Amadeo Vives y hasta por Felipe Pedrell en torno a Don Quijote, las variaciones caballerescas para violonchelo y orquesta que escuchamos esta vez junto a otro soberbio poema straussiano, Vida de h¨¦roe, que datan, respectivamente, de 1897 y 1898.

El p¨²blico musical demostr¨®, una vez m¨¢s, en el auditorio repleto y honrado por la presencia de la reina do?a Sof¨ªa, que sabe calibrar su entusiasmo o, para ser m¨¢s exacto, que conoce bien cu¨¢ndo debe darle rienda suelta. Y es que las dos versiones de esta m¨²sica sinf¨®nica tan admirable alcanzaron cimas tan elevadas como las que podamos considerar hist¨®ricamente de mayor medida. No cabe transmitir con mayor fidelidad la visi¨®n straussiana del caballero de La Mancha como encarnaci¨®n de un ideal de validez universal o la referencia a una existencia propia como la del h¨¦roe, que no es otro que el propio Richard Strauss, capaz de transformar en hecho art¨ªstico de primera categor¨ªa sus m¨¢s ¨ªntimas cavilaciones. Que Zubin Mehta posee aut¨¦ntico genio musical lo sabemos desde la primera vez que le vimos dirigir Don Juan en el festival granadino de 1964, pero el tiempo ha sazonado su talento y el apasionado ejercicio de la profesi¨®n ha encendido y, a la vez, serenado ideas y conceptos.

Hoy, Mehta es un grande en el libro de historia de la direcci¨®n, m¨¢s a¨²n por su naturaleza estrictamente musical que por la pr¨¢ctica de un divismo que nunca le tent¨® ni sedujo. As¨ª, al frente de la orquesta b¨¢vara, una de las m¨¢s antiguas de Alemania, conmovi¨® a la audiencia igualmente maravillada por esa admirable centuria orquestal cuya medida podr¨ªa ser el hecho de no precisar invitaci¨®n a solistas de fuera, pues los tiene en sus filas: el concertino, Yves Savary; el de viola, Dietrich Cramer, y el de viol¨ªn, Markus Wolf, se comportaron como lo que son: estupendos concertistas.