Derechos humanos emergentes y globalizaci¨®n
La respuesta violenta, fan¨¢tica, suicida con que numerosos grupos, colectividades y pueblos afrontan la resoluci¨®n de los conflictos pol¨ªticos, ¨¦tnicos y religiosos que les conciernen, perceptible en estos ¨²ltimos d¨ªas de forma cruenta y brutal en diversas ¨¢reas geogr¨¢ficas, que sigue la estela de barbarie que marc¨® a ciudades como Nueva York, Mosc¨² y Madrid en el reciente pasado, nos proporciona un escenario dram¨¢tico de terror indiscriminado, que evidencia el predominio de la fuerza de las armas sobre la raz¨®n, que nos aleja precipitada y bruscamente de la contemporaneidad, que reside en el reconocimiento del valor irrenunciable de los derechos humanos.
Estas acciones armadas, ultrajantes de la dignidad del ser humano, de menosprecio de la vida propia y ajena, que persiguen la aniquilaci¨®n del otro, que implican la negaci¨®n del ser diferente, nos provocan un profundo sentimiento de dolor, de solidaridad y, a la vez, de desesperanza y de frustraci¨®n, porque nos muestran el grado de deshumanizaci¨®n ¨¦tica que la familia humana ha alcanzado. Y esta sucesi¨®n cotidiana de hechos cruentos de signo belicista y totalitario, que desvela la falta de respeto m¨¢s absoluto a los valores democr¨¢ticos escritos en la proclamaci¨®n de los derechos humanos como derechos comunes y universales, y que demuestra la vulnerabilidad de nuestras sociedades, la impotencia de las estructuras estatales y subestatales, y la levedad de la actuaci¨®n exigible de la comunidad internacional, nos exige, en cuanto ciudadanos que formamos parte de la comunidad pol¨ªtica global, una profunda e intensa reflexi¨®n intelectual comprometida sobre el peso del derecho internacional de los derechos humanos en el devenir de nuestra civilizaci¨®n, que promueva la b¨²squeda de respuestas colectivas capaces de afrontar la situaci¨®n de desorden global incipiente que caracteriza a esta era que identificamos como de la globalizaci¨®n o mundializaci¨®n.
Debemos retener, como marco referencial coherente de un discurso emancipador del ser humano y de los grupos y las colectividades en que se integra, que frente a la inseguridad global, frente a la impunidad b¨¦lica, frente al olvido de los valores de libertad y fraternidad, cabe interponer, contraponer, la idea del imperio de los derechos humanos, del valor del derecho internacional, la aspiraci¨®n de la globalizaci¨®n de la solidaridad y de la justicia. Frente a la debilidad de la comunidad internacional en el gobierno de la mundializaci¨®n, se impone fortalecer el sistema multilateral de toma de decisiones colectivas que representa la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas, expandir la aplicaci¨®n de f¨®rmulas institucionales de gobernabilidad democr¨¢tica e insertar un estatuto de ciudadan¨ªa a nivel mundial que se corresponda plenamente con la noci¨®n del ser humano como ser libre e igual, portador de derechos y deberes inherentes a la dignidad humana.
El imperio del derecho internacional, del derecho de los derechos humanos, significa reivindicar el valor irrenunciable de los derechos humanos enunciados en la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos (1948) como vector ideol¨®gico condicionante del destino humano, capaz de cubrir el vac¨ªo ¨¦tico que nos desvela la globalizaci¨®n, y como expresi¨®n pol¨ªtica fundacional de nuestra constituci¨®n universal. Debemos descubrir la fuerza inderogable de los valores de libertad, igualdad, fraternidad y justicia, que permiten vertebrar la comunidad internacional, y racionalizar y pacificar los complejos conflictos que afectan a nuestras sociedades.
La reivindicaci¨®n de la funci¨®n tutelar de los derechos humanos interesa a la comprensi¨®n actualizada de los derechos y las libertades que requieren ser codificados, adaptados constantemente, para responder adecuadamente a los retos emergentes globales, porque los derechos humanos son la respuesta ¨¦tica y pol¨ªtica a los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n.
La lucha por la efectividad de los derechos humanos sigue siendo la apuesta m¨¢s apasionante que la comunidad internacional, los Estados, los agentes econ¨®micos y sociales, y los ciudadanos debemos afrontar para garantizar a todos el derecho a vivir en libertad, sin temores ni odios, para corregir las desigualdades, los graves desequilibrios existentes, en un tiempo de presente, y permitir hacer visible para las actuales generaciones el disfrute de los recursos b¨¢sicos.
No podemos contentarnos, como militantes de derechos humanos, con el enunciado de proclamaciones ret¨®ricas de derechos, principios y valores inherentes a la dignidad humana que no vayan acompa?adas de la enumeraci¨®n de las responsabilidades y los compromisos concretos, que, de forma compartida, debemos asumir y adoptar para procurar un estado de globalizaci¨®n de la paz, la justicia y la solidaridad, perceptible por la totalidad de los habitantes del planeta, que nos devuelva a las sendas de la esperanza y de la liberaci¨®n.
La reforma de la arquitectura de las Naciones Unidas, que requiere asumir la centralidad de la Asamblea General y la autonom¨ªa del secretario general, estructur¨¢ndose el Consejo de Seguridad en el pleno reconocimiento de la igualdad de los Estados miembros, y derogar los derechos de veto, se destaca como factor institucional necesario para emprender las pol¨ªticas que aborden los graves desaf¨ªos mundiales, para promover el desarrollo de los derechos humanos y garantizar la paz, la seguridad y la tranquilidad en el planeta.Las acciones para desarrollar las pol¨ªticas de universalizaci¨®n de los derechos, que deben considerarse una tarea prioritaria de la comunidad internacional y de los Estados nacionales, deben ser legitimadas por la comunidad pol¨ªtica global por la participaci¨®n efectiva de todos los seres humanos, dotados de un estatuto de ciudadan¨ªa pleno con independencia del lugar que habitan. Debemos combatir los miedos universales con la adopci¨®n de decisiones pol¨ªticas globales fundadas en los mismos ideales que inspiraron la Carta fundacional de las Naciones Unidas, para no precipitarnos en una nueva Edad Media como vaticina Alain Minc.
Y en este camino de reivindicaci¨®n de la funci¨®n de los derechos humanos, en cuanto expresan el leguaje m¨¢s leg¨ªtimo contra la injusticia, como advierte Boaventura de Souza, la presumible aprobaci¨®n por la reuni¨®n de l¨ªderes mundiales, que se celebrar¨¢ el 20 de septiembre en Nueva York en las Naciones Unidas, de la declaraci¨®n sobre medidas efectivas para luchar contra la pobreza en el mundo, propuesta entre otros pa¨ªses por Brasil y Espa?a, sirve de est¨ªmulo para erradicar esta violaci¨®n permanente de los derechos humanos, que consiste en la conservaci¨®n de situaciones de hambre y de miseria extremas, y para permitir recobrar a esta organizaci¨®n la autoridad y legitimidad para encarar pol¨ªticamente los retos que afectan a miles de seres humanos, comprometidos en la Declaraci¨®n del Milenio.
Y las conclusiones que adopte el di¨¢logo sobre derechos humanos emergentes, que paralelamente se celebrar¨¢ en el F¨®rum, que acoger¨¢ a destacados representantes de organizaciones no gubernamentales y militantes de derechos humanos, en cuanto expresi¨®n de la sociedad civil activista de derechos humanos, permitir¨¢n construir un n¨²cleo duro de pensamiento ideol¨®gico fundado en la afirmaci¨®n de los valores democr¨¢ticos, que servir¨¢ para trazar puentes entre la comunidad internacional formal y la comunidad pol¨ªtica global.
Ambas manifestaciones, de car¨¢cter institucional y social respectivamente, deber¨¢n coincidir en imponer en la agenda global el desarrollo de las pol¨ªticas necesarias para recuperar el mundo; para rectificar las situaciones de pobreza, de marginaci¨®n y de exclusi¨®n pol¨ªtica y social; para dar respuesta clara y contundente, no ambigua, ni distante, ni dilatada en el tiempo, a los desaf¨ªos emergentes, la extensi¨®n de la democracia pol¨ªtica y social, la correcci¨®n de los desequilibrios regionales, el reforzamiento de la integraci¨®n en determinadas ¨¢reas geogr¨¢ficas del mundo; para impulsar decididamente la ansiada globalizaci¨®n de la solidaridad, la libertad y la justicia.
J. M. Bandr¨¦s es presidente de honor del Instituto de Derechos Humanos de Catalu?a.
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