C¨®mo salir de ¨¦sta
El pasado lunes, John Kerry, en un discurso brillante, dej¨® a un lado sus recientes ambig¨¹edades y articul¨® una posici¨®n clara ante la guerra de Irak. Se present¨® como el candidato contra la guerra, postura ante la que hasta ahora hab¨ªa manifestado m¨¢s de una vacilaci¨®n. La guerra ha sido un error, incluso una operaci¨®n de diversi¨®n frente al aut¨¦ntico enemigo -Osama Bin Laden-, Irak se halla sumida en el caos, se est¨¢ perdiendo la guerra, y conviene pensar en una retirada, que podr¨ªa iniciarse el pr¨®ximo verano, tras la celebraci¨®n de las elecciones iraqu¨ªes. El mundo debe asumir la responsabilidad sobre Irak, y la comunidad internacional tiene que implicarse en lograr la pacificaci¨®n y la estabilidad pol¨ªtica de un pa¨ªs cuya invasi¨®n no debi¨® producirse. ?sta es, a grandes rasgos, la posici¨®n de John Kerry, que contribuir¨¢ sin duda a dar vida a la campa?a electoral y a que se plantee abiertamente en los Estados Unidos un debate sobre la guerra que hasta ahora s¨®lo se hab¨ªa manifestado con reticencias. Frente al candidato favorable a la guerra y optimista ante sus resultados, George Bush -quien, al d¨ªa siguiente de que Kerry hiciera sus declaraciones, defend¨ªa la intervenci¨®n ante la Asamblea General de la ONU- , tenemos ya al candidato contrario a la guerra.
El debate sobre guerra s¨ª o guerra no resulta, sin embargo, obsoleto a estas alturas. Tony Blair ha hablado de una segunda guerra de Irak. La expresi¨®n quiz¨¢ no sea muy acertada, pero reconoce la existencia de una situaci¨®n b¨¦lica sustancialmente diferente a la del momento de la invasi¨®n: el frente enemigo es muy distinto al de entonces y los procedimientos que utiliza tambi¨¦n. Y a esta segunda guerra no se opta, sino que se est¨¢ en ella de entrada. Lo terrible de la actual situaci¨®n iraqu¨ª es que convierte a Irak en el problema para la estabilidad internacional que antes no era, lo que nos sit¨²a ante un dilema de dif¨ªcil soluci¨®n. Con la invasi¨®n se ha creado un problema m¨¢s complejo que el que se pretend¨ªa solucionar; en realidad, se ha creado el problema que se pretend¨ªa solucionar, que ha pasado de ser ficticio a ser real. Y sucede que la soluci¨®n que se hab¨ªa ideado para la ficci¨®n no parece ser v¨¢lida para la realidad. La intervenci¨®n militar, al menos de la forma que se lleva a cabo, est¨¢ resultando nefasta para arreglar el conflicto. ?Debemos concluir de ello que la retirada de las tropas de ocupaci¨®n resolver¨ªa de una vez el problema?
Es evidente que, dejada a sus solas fuerzas, Irak derivar¨ªa hacia una situaci¨®n no mejor, a efectos internos, que la que disfrutaba en tiempos de Sadam Hussein, y much¨ªsimo peor respecto a las consecuencias que pudieran derivarse para la estabilidad de la zona y para el equilibrio mundial. Bien, podemos concluir que el dilema lo es para quienes se implicaron en la invasi¨®n y en la posterior ocupaci¨®n, fundamentalmente para los Estados Unidos, y que all¨¢ se las compongan ellos. Podemos contemplar desde la barrera, y hasta con regocijo, la derrota americana en un nuevo Vietnam, pero aqu¨¦lla era a¨²n una guerra regional en el mundo m¨¢s o menos estable de la Guerra Fr¨ªa, y ¨¦sta a la que nos enfrentamos nos sit¨²a en el umbral de lo imprevisible y tendr¨¢ efectos devastadores para todos nosotros, no s¨®lo para los americanos. Fuera cual fuera, y de quien fuera, el error de partida, a esta guerra ya no se opta, sino que se est¨¢ en ella, y sus consecuencias nos afectan a todos. Kerry tiene raz¨®n, en ese sentido, cuando apela al mundo a que asuma su responsabilidad. Su discurso, sin embargo, queda cojo en todo lo que hace al modo en que ha de ser asumida esa responsabilidad. No vale con decir, yo me voy y ahora sustit¨²yanme.
Est¨¢ claro que el mundo no puede asumir esa responsabilidad bajo cualquier circunstancia -en las actuales, por ejemplo-, y es esto lo que tendr¨¢ que aclararnos John Kerry durante el tiempo que le resta de campa?a. Deber¨¢ reconocer el error -ya lo est¨¢ haciendo-, pero deber¨¢ asumir tambi¨¦n la responsabilidad que de ¨¦l se deriva. En primer lugar, respecto al millar de conciudadanos suyos fallecidos en la contienda, y tambi¨¦n respecto al mundo al que invoca. Para implicarlo en la pacificaci¨®n y la reconstrucci¨®n de Irak, tendr¨¢ que redefinir el conflicto sobre unas bases que ayuden a restablecer el consenso internacional, y habr¨¢ de reconducir esta guerra para que no derive hacia esa guerra sin fin de la que ¨¦l habla, ni tampoco hacia un abandono que deje a Irak a solas con el caos que otros le han creado.
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