De Washington a Clinton
El escritor Gore Vidal, astuto observador de la idiosincrasia estadounidense, suele pedir cada cierto tiempo una reforma inmediata de la Constituci¨®n de su pa¨ªs para incluir una nueva regla electoral: que no puedan presentarse a presidente quienes opten a ese puesto de manera voluntaria. La sugerencia, llena de sarcasmo contra el establishment de la pol¨ªtica washingtoniana, no es tan incendiaria como parece porque rinde tributo a un presidente que nunca quiso serlo: George Washington.
La biograf¨ªa que ahora Espasa edita por fin en espa?ol ofrece un relato sublime del primer presidente de Estados Unidos y del nacimiento de su pa¨ªs. No es una biograf¨ªa al uso: si alguien no conociera a estas alturas la envergadura del personaje, la narraci¨®n que Washington Irving escribi¨® hace casi 150 a?os podr¨ªa pasar por una novela de ficci¨®n.
El Washington que Irving describe es humano, relativamente humilde y siempre consciente del valor hist¨®rico de los acontecimientos, no de su presencia en ellos como protagonista. El autor refleja la transformaci¨®n ¨ªntima de la personalidad de un individuo a lo largo del viaje desde una plantaci¨®n de Virginia hasta el pin¨¢culo del poder pol¨ªtico y militar. No es un libro f¨¢cil de leer; Irving parec¨ªa tan obsesionado por el car¨¢cter de Washington como por la profusi¨®n de detalles b¨¦licos. Y se trata, por encima de otras consideraciones, de un relato reverencial; las vidas del autor y del personaje que describe se hallaban demasiado cercanas como para permitir un m¨ªnimo ejercicio revisionista.
La obra de Robert Dallek, John F. Kennedy: una vida inacabada, marcada tambi¨¦n por un sensible exceso de admiraci¨®n, ofrece una perspectiva in¨¦dita de JFK. Consciente de que sobran biograf¨ªas y detalles sobre su poder de seducci¨®n, su ¨¢rbol geneal¨®gico y, sobre todo, sobre su muerte, el autor escoge un ¨¢ngulo no explorado, el de un Kennedy atormentado por una sucesi¨®n insoportable de desgracias m¨¦dicas. La imagen que la historia ha cultivado es la de un hombre fuerte y vigoroso; la descripci¨®n de Dallek es la de un individuo torturado por sus enfermedades y condenado a esconderlas.
Dallek pudo acceder por primera vez al historial m¨¦dico de Kennedy, que estaba custodiado por su familia. Sus dolores de espalda eran tan desgarradores que necesitaba ayuda para un acto tan sencillo como atarse los zapatos; sufr¨ªa osteoporosis, ¨²lceras e infecciones urinarias. Su organismo era incapaz de generar adrenalina, lo que combat¨ªa con inyecciones de testosterona, que pueden ser, seg¨²n el libro, el origen de su mitol¨®gica vida sexual. Kennedy ten¨ªa inflamaci¨®n de colon, alergias, insomnio y sobre todo ten¨ªa sufrimiento, ten¨ªa una realidad tan dolorosa que depend¨ªa del demerol y la metadona.
Y ah¨ª arranca la aportaci¨®n m¨¢s interesante de Dallek: el debate sobre la capacidad real de Kennedy para dirigir un pa¨ªs cuando apenas pod¨ªa sujetarse en pie. Cuando el mundo estaba al borde de un desastre nuclear durante la crisis de los misiles de Cuba en los a?os sesenta, Kennedy depend¨ªa de la medicaci¨®n para poder pensar. Dallek se lo perdona.
En cambio, Anthony Summers
no le perdona nada a Richard Nixon en su ¨²ltima biograf¨ªa, La arrogancia del poder. El autor parece empe?ado en empeorar el perfil de Nixon, y lo consigue: de ser un personaje detestable pasa a ser abominable. Consciente de que su legado pol¨ªtico est¨¢ marcado por la ambici¨®n y por la corrupci¨®n, Summers destruye su personalidad con detalles aportados por fuentes no perfectamente solventes. Seg¨²n el autor, Nixon pegaba sistem¨¢ticamente a su mujer, una acusaci¨®n que ya formul¨® hace a?os -tambi¨¦n sin fuentes- el periodista de The New Yorker Seymour Hersh; una de las palizas, poco despu¨¦s de su dimisi¨®n por el caso Watergate, acab¨® con su mujer, Pat, en un hospital de California. Richard Nixon, prosigue Summers en su obra, consum¨ªa sin prescripci¨®n un f¨¢rmaco ilegal contra los ataques epil¨¦pticos. La medicaci¨®n le provocaba cambios temperamentales y un comportamiento bipolar. Su vida pol¨ªtica, parece sugerir el autor, s¨®lo estaba marcada por dos par¨¢metros: la acumulaci¨®n de poder y la gratificaci¨®n personal. La obra ofrece una visi¨®n devastadora de uno de los personajes m¨¢s oscuros de la historia de Estados Unidos. Otra biograf¨ªa reciente de un presidente es la de Joe Klein, el autor del gui¨®n de la pel¨ªcula Primary Colours, sobre Bill Clinton, donde repasa sus a?os en la Casa Blanca.
La oferta en castellano se completa estos d¨ªas con un producto alternativo, como siempre lo es cuando lo firma Gore Vidal. La invenci¨®n de una naci¨®n recrea el mundo pol¨ªtico y social de George Washington, John Adams y Thomas Jefferson. El autor dibuja un proceso de creaci¨®n no tan s¨®lido como la historia ha descrito; el nacimiento del pa¨ªs, tal y como lo cuenta Vidal, es fr¨¢gil, violento y lleno de una egolatr¨ªa pol¨ªtica que parece haber perdurado hasta hoy. El novelista, encantado como siempre de destruir mitos, ofrece una perspectiva irreverente y apasionante, un relato conciso que, si bien parece flirtear con la ficci¨®n, despierta la seducci¨®n de los personajes y fomenta el inter¨¦s por indagar en lo que describe.
BIBLIOGRAF?A
La invenci¨®n de una naci¨®n.
Washington, Adams y Jefferson. Gore Vidal (Anagrama).
George Washington. Washington Irving (Espasa).
J. F. Kennedy. Una vida inacabada. Robert Dallek (Pen¨ªnsula).
J. F. K. El ¨²ltimo testigo. William Reymond y Billie Sol Estes (La Esfera de los Libros).
Nixon. La arrogancia del poder. Anthony Summers (Pen¨ªnsula).
Bill Clinton. Una presidencia incomprendida. Joe Klein (Tusquets).
Historia viva.
Memorias. Hillary Rodham Clinton
(Planeta).
Los Bush y los Saud. Craig Unger (Bronce).
Kerry. Otra Am¨¦rica es posible. M. Kranish, B. C. Mooney y N. J. Easton (Planeta).
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