Contra las sombras
Llega el oto?o y algo hay que decir.
Llega el oto?o, por m¨¢s que Dios no se entere, y alguien se ha olvidado de recoger el calor y a los turistas que siguen de paseo por el centro, en calzoncillos, como si tal cosa. Si en Estados Unidos obligan a los turistas a dejar sus huellas dactilares y sus retratos robot a la entrada, aqu¨ª deber¨ªamos obligar a los turistas a ponerse pantalones, cuanto menos, antes de cruzar la frontera. No es importante, pero llega el oto?o y algo hay que decir. Mientras tanto seguimos a golpes con las sombras. En este pa¨ªs, me temo que no s¨®lo en este pa¨ªs, en este mundo tambi¨¦n, pero en este pa¨ªs especialmente, andamos siempre a golpes con las sombras. No hay verdadera pelea en ning¨²n frente porque del enemigo, de cualquiera de los enemigos de los unos y los otros no conocemos m¨¢s que la sombra. Luchamos contra la sombra de la izquierda, contra la sombra del liberalismo neoconservador, contra la sombra de la iglesia, contra la sombra de las libertades del esp¨ªritu y la carne, contra la sombra sat¨¢nica de las drogas, contra la sombra de Espa?a y contra la sombra del nacionalismo. No hay verdadero inter¨¦s, ya digo, por conocer aquello contra lo que al parecer se lucha. No hay an¨¢lisis, sino posicionamiento. Aqu¨ª pocos parecen querer entender que la raz¨®n se busca pero no se tiene. Buscar la raz¨®n, no nuestra raz¨®n sino la raz¨®n de las cosas, es un proceso que lleva una vida, y despu¨¦s otra. Un camino que no conduce a un tesoro, sino a la noble aspiraci¨®n de encontrarlo. Un esfuerzo que se justifica a s¨ª mismo, independientemente del resultado. Parece que eso a nadie le interesa saberlo. Los unos y los otros viven instalados en la raz¨®n, como punto de partida. Por eso se mofan todos de las dudas de Zapatero y su gente, que dan un paso adelante y dos atr¨¢s como si bailaran la Yenka. Hasta ahora, en mi modesta opini¨®n, las dudas de Zapatero son lo mejor que hemos visto de una acci¨®n de gobierno que corre el riesgo de sucumbir, no bajo el peso de sus indecisiones, sino m¨¢s bien por la superioridad moral de sus conviciones. Saberse bueno, es como tener la raz¨®n, un mal principio. La bondad tambi¨¦n se persigue y no se alcanza nunca. La izquierda tiende a bendecirse a s¨ª misma y por ah¨ª suele escaparse el rigor.
Del otro lado, lo de siempre, la sombra del imperio, la sombra de los alfanjes, la sombra de la historia mal le¨ªda y peor entendida, la sombra del bigote de uno de esos due?os de la verdad, que tienden asimplificar lo que no alcanzan a comprender.
Ayer mismo, ya en oto?o, el discurso de Esperanza Aguirre resulta admirable para ella y los suyos, largo y concreto, escuch¨¦ decir, e inane para los otros. M¨¢s patadas contra las sombra del enemigo mientras el sol luce en la Comunidad de Madrid haciendo que reluzcan sus verdaderos problemas y sus intereses verdaderos. Hay gente de verdad por la calle, hasta turistas en calzoncillos, y sombras de una guerra pol¨ªtica en los palacios. Una guerra que parece m¨¢s una ocupaci¨®n a tiempo completo que una consecuencia inevitable del roce que produce la gesti¨®n al convivir con la vigilancia de la gesti¨®n. M¨¢s pu?aladas contra las sombras, que aqu¨ª se lucha siempre por cambiar al enemigo y no por perfeccionar lo propio. De manera que al final, pase lo que pase y se diga lo que se diga, todo el mundo tiene raz¨®n y no hay por qu¨¦ esforzarse en salir al camino con la frente despejada y el alma dispuesta para el esfuerzo enorme que supone entender la naturaleza de nuestros problemas, tal vez la ¨²nica manera honesta de vislumbrar siquiera las posibles soluciones. Se niega el principio de toda formulaci¨®n y as¨ª se puede olvidar uno del final. No hay territorio com¨²n en el que luchar, s¨®lo hay trincheras, y sombras y m¨¢s sombras.
Y ah¨ª est¨¢ Camacho, con sus verdades como pu?os, verdades que al final no dicen nada, mientras la temblorosa indecisi¨®n de Rijkaard va ganando terreno por el viejo metodo de prueba y error. El ser como se es, que a menudo se confunde con una virtud, nos convierte en paquebotes sin h¨¦lice, en pesad¨ªsimos barcos a la deriva. El barco de Camacho ya se ha hundido, bajo el peso de sus razones. Todos los portazos del mundo no apagan el ruido de su fracaso.
Vivimos rodeados de fantasmas. O eso creo. Que tambi¨¦n escribe uno entre sombras, con la esperanza, eso s¨ª, de estar absolutamente equivocado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.