Izquierda ?desUnida?
Mucho han cambiado las cosas desde la aparici¨®n a principios de los setenta del denominado eurocomunismo, que pretend¨ªa ofrecer la cara m¨¢s liberal de uno de los pensamientos pol¨ªticos que m¨¢s han influido en la sociedad moderna.
Si en Europa desaparecieron las barreras que separaban el Este del Oeste, en nuestro pa¨ªs, el comunismo, que marc¨® la huella de una de las dos Espa?as del segundo tercio del siglo pasado, dej¨® paso a una nueva estructura pol¨ªtica, Izquierda Unida (IU), en la que se concentraban todas aquellas fuerzas de izquierda que alejadas de los sectores m¨¢s duros del antiguo Partido Comunista, manten¨ªan lazos de identidad con sus principios ideol¨®gicos, marcando, eso s¨ª, las diferencias con el socialismo imperante en nuestro continente.
Una estructura, la de IU, que en lugar de consolidar sus posiciones pol¨ªticas a lo largo de sus 18 a?os de vida, ha visto retroceder las mismas hasta convertirse en la actualidad en una fuerza casi marginal, tanto en el Parlamento auton¨®mico como en el nacional y europeo, sometida al bipartidismo reinante y, como hemos podido observar ¨²ltimamente, perdida en su parad¨®jico entreguismo a la b¨²squeda infructuosa de parcelas de poder.
?C¨®mo se ha llegado a la actual situaci¨®n?
Resulta claro que el proyecto no s¨®lo no ha sabido tomar cuerpo org¨¢nicamente, en su estructura federal, sino que no ha conseguido ocupar el espacio electoral que hubiese podido corresponderle, por distintos motivos.
En primer lugar, habr¨ªa que hablar de la nostalgia que ha imperado a la hora de establecer el marco de relaciones internas en el seno de la coalici¨®n, predominando el criterio de quienes les costaba romper el cord¨®n umbilical que les un¨ªa al comunismo tradicional.
M¨¢s que una lucha entre las distintas formaciones pol¨ªticas integrantes de IU, hemos presenciado el enfrentamiento entre sectores del partido comunista, lo que adem¨¢s de debilitar internamente a la formaci¨®n ha servido para ocluir el papel que otras tendencias no comunistas deb¨ªan haber jugado en la coalici¨®n, restando pluralidad a la misma y, consecuentemente, credibilidad. Ha habido momentos en los que en lugar de una izquierda moderna, Izquierda Unida se ha mostrado como una propuesta rancia e incluso dogm¨¢tica en los planteamientos de algunos de sus l¨ªderes.
Ello ha determinado que el avance hacia posiciones moderadas, que se ha producido en la sociedad europea en los ¨²ltimos quince a?os, haya penalizado a IU en beneficio de la izquierda socialista representada por el PSOE, mucho mejor adaptada a este cambio de tendencias.
Junto a ello, las decisiones ciertamente err¨¢ticas de la coalici¨®n de izquierdas han desconcertado al electorado, desconfiando del destino final de su voto, precisamente en unos a?os en los que ha venido primando la validez del voto ¨²til.
Recordar los pactos que IU estableci¨®, en la oscuridad o con luz y taqu¨ªgrafos, aqu¨ª en Andaluc¨ªa con fuerzas tan distintas y distantes en sus principios program¨¢ticos e intereses electorales como PP, PSOE o PA, supone evidenciar la inexistencia de un proceso rectil¨ªneo que dibujase n¨ªtidamente una trayectoria pol¨ªtica coherente.
Pero es que, adem¨¢s, Izquierda Unida en Andaluc¨ªa ha jugado un papel relevante en el desencadenamiento de la crisis que vive la coalici¨®n y que de no mediar actuaciones ciertamente rigurosas la puede llevar a la simple presencia testimonial en el escenario pol¨ªtico espa?ol.
Digo esto porque Andaluc¨ªa se hab¨ªa convertido en el gran reducto municipal de la coalici¨®n y, con ello, en el germen del que han ido aflorando l¨ªderes singulares de la misma que por unos motivos u otros no han sabido aportar factores de integraci¨®n y desarrollo social a la propia coalici¨®n.
Los Antonio Romero, Felipe Alcaraz o S¨¢nchez Gordillo son ejemplo de ello, a los que hay que sumar, con un mayor protagonismo a¨²n, Julio Anguita y Rosa Aguilar. El primero de estos dos ¨²ltimos tuvo en sus manos la posibilidad de hacer de Izquierda Unida una s¨®lida estructura pol¨ªtica, bas¨¢ndose en su capacidad dial¨¦ctica, el amparo de unos medios de comunicaci¨®n que encontraron en ¨¦l un vivo caudal de informaci¨®n y el ocaso, temporal ocaso, del Partido Socialista, agobiado por los esc¨¢ndalos internos.
Sin embargo, no supo Anguita descender al terreno de la realidad social, dogmatizando en unos supuestos emp¨ªricos de excelente venta medi¨¢tica pero de escasa rentabilidad electoral.
El resultado no fue otro que el inicio del desmadejamiento de toda una coalici¨®n que necesitaba respirar otros aires.
La sucesi¨®n de Llamazares no ha venido a mejorar la situaci¨®n sino, al contrario, a empeorarla, dada su limitada visi¨®n pol¨ªtica, su nula capacidad dial¨¦ctica y el diferente marco de actuaci¨®n al que debe hacer frente y en el que se ha visto claramente superado.
Gran culpa de ello hay de imput¨¢rsela a Rosa Aguilar, excesivamente tibia en sus compromisos internos, lo que le ha impedido dar el paso adelante que muchos esperaban y que ya puede llegar demasiado tarde.
Espacio pol¨ªtico existe, si bien lo ocupan otros, necesit¨¢ndose para su conquista algo m¨¢s que apelaciones contra el voto ¨²til o soflamas sobre la unidad de la izquierda.
La renovaci¨®n precisa de ruptura y todo aquello que se rompe representa un coste que no s¨¦ si en la actual direcci¨®n de IU se est¨¢ dispuesto a asumir.
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