Kerry, por puntos
En una campa?a descafeinada, incluso un duelo televisivo tan poco espont¨¢neo como el que han protagonizado George W. Bush y el aspirante dem¨®crata John F. Kerry parece haber inyectado algo de aire fresco en la lucha por la Casa Blanca. En las primeras encuestas rel¨¢mpago, los estadounidenses consideran que Kerry fue m¨¢s convincente que el presidente en ejercicio. No es extra?o, habida cuenta de que el cara a cara -centrado en pol¨ªtica exterior y seguridad- hizo necesariamente foco en Irak y se desarroll¨® coincidiendo con el apogeo del caos y la violencia en el pa¨ªs ¨¢rabe desde que Bush proclamara, hace ya tanto tiempo, el final de una guerra lamentablemente m¨¢s viva que nunca. Irak ha adquirido la condici¨®n de despiadado laboratorio terrorista, en el que ley y orden est¨¢n en ca¨ªda libre, Washington pierde imparablemente a sus soldados y nadie puede asegurar que se celebrar¨¢n las elecciones previstas en unos meses.
Pero una cosa es el impacto inmediato entre los electores de un recitativo televisado de noventa minutos -pues se trat¨® de eso, m¨¢s que de un debate, por mor de las draconianas condiciones esc¨¦nicas pactadas previamente por los contendientes- y otra su influencia en el voto el d¨ªa decisivo de noviembre. Bush puede haber sido tan reiterativo y vac¨ªo como de costumbre, al repetir hasta la saciedad que el mundo es m¨¢s seguro sin Sadam Husein y que las cosas van razonablemente en Irak. Pero pese a que probablemente muy pocos de quienes le escucharon estar¨ªan dispuestos a creer esas afirmaciones, todav¨ªa siguen siendo m¨¢s los que le prefieren a Kerry para gobernar EE UU en esta hora oscura.
El senador Kerry fue m¨¢s due?o de los argumentos ante las c¨¢maras en la Universidad de Miami, desde el olvido de Afganist¨¢n hasta la importancia secundaria de Irak en la guerra contra el terrorismo posterior al 11-S o la orfandad de la Administraci¨®n de Bush para ganar la paz tras su victoriosa invasi¨®n. Kerry ha sonado bien en una Europa abiertamente cr¨ªtica con la aventura iraqu¨ª, sobre todo al se?alar que Bush ha dejado en ruinas la alianza transatl¨¢ntica. Pero el duelo televisado era para consumo interno. Y en este primer asalto -quedan otros dos- el aspirante dem¨®crata ha dejado en tinieblas cuestiones clave como su estrategia para incorporar aliados y su manejo del conflicto, caso de resultar elegido el mes pr¨®ximo, o la f¨®rmula para abandonar eventualmente el infierno iraqu¨ª. Su desaf¨ªo pendiente es convencer a sus conciudadanos de que es ¨¦l, y no Bush, quien puede garantizar mejor la seguridad de EE UU.
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