Kioto vive
La decisi¨®n rusa de aprobar el Protocolo de Kioto, que pretende estabilizar la producci¨®n de gases de efecto invernadero, abre una puerta esperanzadora para contener el progresivo calentamiento de la Tierra. La medida ordenada por Vlad¨ªmir Putin debe todav¨ªa ser aprobada por el Parlamento, pero hay pocas probabilidades de rechazo en un Legislativo dominado por el Kremlin. La incoporaci¨®n de Mosc¨² permitir¨¢ el arranque del plan europeo destinado a forzar a las empresas que exceden sus cuotas de emisi¨®n a comprar derechos a otras m¨¢s eficientes para evitar severas sanciones econ¨®micas.
Mosc¨² ten¨ªa la llave del Tratado de la ONU, redactado en 1997, que necesita para su vigencia la ratificaci¨®n por los pa¨ªses industrializados responsables de al menos el 55% de las emisiones atmosf¨¦ricas de di¨®xido de carbono, y al que Bush dej¨® en punto muerto con su irresponsable rechazo en 2001. Sin EE UU, emisor del 35% de los gases de efecto invernadero, ese porcentaje era inalcanzable, porque los signatarios s¨®lo llegaban al 44%. Rusia, con su 17% del total mundial, garantiza ahora holgadamente la entrada en vigor de un instrumento crucial para garantizar la habitabilidad del planeta.
Que nuestro mundo se calienta es un hecho. Aunque la temperatura ha subido s¨®lo un grado en el ¨²ltimo siglo, el aumento es mucho mayor en lugares concretos y estrat¨¦gicos. Y no tiene por qu¨¦ ser gradual. El equipo de la ONU sobre Cambio Clim¨¢tico estableci¨® en 2001 que la actividad humana es la principal responsable de este fen¨®meno. El nivel de di¨®xido de carbono es hoy mucho mayor que durante miles de a?os y sus efectos contaminan la atm¨®sfera a mayor velocidad que la capacidad de los mares y las plantas para regenerarla. El resultado es que las masas polares menguan, los r¨ªos se secan, la erosi¨®n amenaza costas y asentamientos. Kioto es un t¨ªmido intento para lidiar con las funestas consecuencias de nuestro insaciable apetito por los combustibles f¨®siles. El hombre se ha convertido en agente capaz de alterar los complejos procesos que determinan el clima.
En este alarmante contexto importa poco si la pr¨®xima ratificaci¨®n de Mosc¨² tiene m¨¢s que ver con razones pol¨ªticas que medioambientales. Subsisten todos los argumentos pretendidamente econ¨®micos que Rusia esgrimi¨® en su momento para dejar en el aire su alistamiento efectivo con Kioto. Pero Putin ha entendido ahora que la ratificaci¨®n del Pacto de la ONU mejorar¨¢ su muy deteriorada imagen en Europa -alimentada por su deriva autoritaria y el imparable ensangrentamiento del C¨¢ucaso- y aumentar¨¢ las posibilidades de que la UE apoye la entrada de Mosc¨² en la Organizaci¨®n Mundial del Comercio.
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