Doblemente v¨ªctimas
Las dos mujeres muertas este a?o en el Pa¨ªs Vasco a causa de la violencia sexista eran inmigrantes
Las dos mujeres asesinadas este a?o en la comunidad vasca, v¨ªctimas de la violencia de sus compa?eros, eran inmigrantes y perdieron la vida en Bilbao. Endurance O., nigeriana, de 33 a?os, muri¨® el 2 de febrero tras ser arrojada por la ventana de su domicilio en Irala. Estaba embarazada de siete meses y ten¨ªa una hija de ocho a?os. La ¨²ltima ten¨ªa 25 a?os y se llamaba Aua Bari, natural de Guinea Bissau. Su ex novio la apu?al¨® el pasado 27 de septiembre en el barrio bilba¨ªno de Otxarkoaga.
A ¨¦stas dos mujeres hay que a?adir una navarra v¨ªctima de la denominada violencia dom¨¦stica. Se llamaba Mercedes Galdeano y fue abatida a tiros de escopeta por su marido, del que se hab¨ªa separado a?os atr¨¢s, en la localidad de Ayegui, cercana a Estella, en junio pasado.
Una de cada dos maltratadas acogidas en pisos municipales de Bilbao es inmigrante
La falta de papeles de la solicitante no impide recibir protecci¨®n de la Administraci¨®n
El maltrato no conoce fronteras. Sin embargo, parece que el desamparo es mayor en las mujeres procedentes de otros pa¨ªses. El desconocimiento del idioma, el forzado desarraigo de su familia y de su entorno vital, la situaci¨®n de precariedad econ¨®mica en la mayor¨ªa de los casos, el enfrentarse al laberinto administrativo, la frecuente situaci¨®n de irregularidad y hasta su propia cultura, las hace m¨¢s vulnerables al maltrato.
De esta realidad social hay un dato constatable: una de cada dos mujeres acogida en los pisos municipales abiertos en Bilbao para mujeres maltratadas es inmigrante. Y un estudio de la Universidad de Deusto y la Diputaci¨®n de Vizcaya, a¨²n sin concluir, ya adelanta que cada vez son m¨¢s las que pierden el miedo y piden protecci¨®n para ellas y sus hijos. Si el pasado a?o fueron 35 mujeres y 44 ni?os los acogidos en los seis pisos de que dispone el Ayuntamiento de Bilbao, en lo que va de este, son ya 22 madres y 18 hijos los que han buscado amparo. Actualmente, permanecen siete mujeres e igual n¨²mero de ni?os en estas viviendas. En todos los casos, el n¨²mero de inmigrantes ronda la mitad del total.
Aunque el tiempo de estancia no debiera sobrepasar los tres meses, es habitual que se prolongue debido a las dificultades que existen para encontrar una vivienda, como explica Carmen Garc¨ªa, concejala del Servicio Municipal de la Mujer en Bilbao.
"La mitad de las mujeres que est¨¢ buscando una vivienda es inmigrante. Algunas est¨¢n en los pisos de acogida y otras prefieren trasladarse a casa de una amiga o un familiar para no perder sus v¨ªnculos sociales", explica, al tiempo que subraya la importancia que tiene la cuesti¨®n econ¨®mica en la situaci¨®n de las mujeres inmigrantes atendidas.
Tras el asesinato de Aua Bari, mujeres guineanas murmuraban entre sollozos en el barrio de Otxarkoaga que era impensable que esa tragedia hubiera ocurrido en su pa¨ªs de origen. Al mismo tiempo, recordaban que autor del crimen hab¨ªa infligido malos a la joven durante el tiempo en que mantuvieron relaciones. Para algunos, el desarraigo es causa determinante; para otros, s¨®lo una entre otras muchas. "Si en ?frica el papel que tiene la mujer est¨¢ perfectamente definido y no sale de su casa y se dedica a cuidar de sus hijos y de las tareas dom¨¦sticas y ella no se plantea otra cosa, pues igual no se dan estos casos. All¨ª la mujer obedece o cumple un papel. Si aqu¨ª hacen otras cosas, quiz¨¢ a los hombres no les resulta c¨®modo", explica con cautela una psic¨®loga que prefiere permanecer en el anonimato por temor a que sus palabras sean mal interpretadas. Un portavoz del departamento de Bienestar Social de la Diputaci¨®n vizca¨ªna apunta que en muchos pa¨ªses todav¨ªa pervive la idea de que "la mujer con la pata quebrada y en casa", y la emigraci¨®n no siempre destierra esta mentalidad, que tambi¨¦n sobrevive en el nuestro.
Sin embargo, Mar¨ªa Silvestre, profesora de la Universidad de Deusto y directora de un master sobre intervenci¨®n en violencia contra las mujeres, sostiene que la ra¨ªz de la desigualdad y de la subordinaci¨®n es similar en todos los pa¨ªses del mundo, si bien en distinta medida. "En un estudio aplicado a todos los pa¨ªses de Europa hemos visto que en todos los casos hay una definici¨®n de lo masculino y de lo femenino, lo que lleva impl¨ªcita una relaci¨®n de desigualdad y subordinaci¨®n. Por ello, tambi¨¦n hay mal trato en Suecia, aunque pueda parecer ins¨®lito".
Mar¨ªa Silvestre a?ade que "por su propia situaci¨®n de irregularidad, pero tambi¨¦n por miedo al hombre, muchas veces estas mujeres se quedar¨ªan mucho m¨¢s indefensas estando solas que continuando con la relaci¨®n porque el aislamiento y la exclusi¨®n social es mucho mayor al carecer de una red familiar donde acudir", asegura.
Celina Pereda, presidenta de la coordinadora Harresiak Apurtu, que agrupa a todas las ONGs que trabajan con inmigrantes en el Pa¨ªs Vasco, alude a las situaciones extremadamente duras que deben afrontar estas mujeres. "No me atrevo a meter a todos en el mismo saco cuando hay mujeres de 40 nacionalidades distintas. No creo que haya grandes diferencias entre extranjeras y aut¨®ctonas, salvo el hecho de que las inmigrantes est¨¢n en condiciones de inferioridad por la falta de papeles o porque dependen de los de su marido, y si se separa puede perderlos y dejan de existir legalmente. Aunque s¨ª son m¨¢s vulnerables por su situaci¨®n econ¨®mica y de soledad".
Emakunde recuerda que todav¨ªa hay pa¨ªses donde se celebran los llamados cr¨ªmenes de honor y aboga por emprender acciones pol¨ªticas tal y como ya se hace para integrar a los hijos de los inmigrantes. "Nos vamos a tener que adaptar a una nueva realidad. Muchos inmigrantes sufren desconcierto, aislamiento, est¨¢n faltos de recursos, y con distintos registros culturales. Va a ser un reto", destaca una portavoz del Instituto Vasco de la Mujer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.