Los programas de ajuste del FMI
Como cualquier otra instituci¨®n humana, el FMI es mejorable y por tanto criticable. No deja de ser parad¨®jico, sin embargo, que los gobiernos que m¨¢s critican al FMI sean habitualmente los de los pa¨ªses que m¨¢s se benefician del modo actual de funcionamiento de la instituci¨®n. Pa¨ªses estos que ser¨ªan los m¨¢s perjudicados si se instrumentaran las propuestas de reforma del FMI lanzadas por algunos economistas que responsabilizan a dicha instituci¨®n de agravar las crisis econ¨®micas que recurrentemente padecen dichos pa¨ªses. En lo que sigue intentar¨¦ justificar estos asertos.
Veamos el caso representativo de la familia de pa¨ªses que estamos considerando. Se trata, ante todo, de un pa¨ªs que solicita el auxilio del FMI porque ha agotado ya cualquier posibilidad de continuar aplicando su pol¨ªtica econ¨®mica. Se ha de hacer notar, empero, que el recurso a la ayuda del FMI no es la peor sino la mejor opci¨®n que tiene el pa¨ªs en estas circunstancias. La peor, tanto desde el punto de vista pol¨ªtico como econ¨®mico, ser¨ªa intentar llevar a cabo el ineludible cambio de pol¨ªtica econ¨®mica que necesita el pa¨ªs sin contar con el sello del FMI. Esta opci¨®n ser¨ªa peor porque aunque el Gobierno anunciara un programa de pol¨ªtica econ¨®mica riguroso no tendr¨ªa la misma credibilidad ni por tanto conseguir¨ªa la misma financiaci¨®n exterior inherente a un programa auspiciado por el FMI, por lo que el ajuste econ¨®mico habr¨ªa de ser mucho m¨¢s duro. Ser¨ªa tambi¨¦n peor pol¨ªticamente porque, adem¨¢s de los mayores costes sociales derivados de la mayor dureza del ajuste, el Gobierno no podr¨ªa desviar hacia el FMI la ira de la opini¨®n p¨²blica.
La contribuci¨®n principal del FMI al bienestar del pa¨ªs reside en su capacidad de catalizar la confianza de los inversores nacionales e internacionales
?Cu¨¢ndo se ve un pa¨ªs impelido a instrumentar alteraciones dr¨¢sticas de su pol¨ªtica econ¨®mica? En el caso paradigm¨¢tico de los pa¨ªses de referencia esta situaci¨®n se alcanza cuando el pa¨ªs no cuenta con las reservas exteriores ni consigue los cr¨¦ditos en divisas suficientes para pagar sus importaciones y hacer frente al cumplimiento de las obligaciones financieras contra¨ªdas con los prestamistas extranjeros. En estas circunstancias, el pa¨ªs se ve abocado a renegociar el servicio de su deuda externa. La falta de cr¨¦dito externo es el ¨²ltimo eslab¨®n de un proceso m¨¢s o menos r¨¢pido de p¨¦rdida de confianza en la gesti¨®n econ¨®mica del pa¨ªs; el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena en la que primero los residentes y despu¨¦s los extranjeros deciden colocar una parte creciente de sus carteras de activos en otros destinos. El proceso suele ir acompa?ado de crecientes oleadas depresivas que ampl¨ªan el ya habitualmente elevado d¨¦ficit p¨²blico y obligan a un replanteamiento radical de la pol¨ªtica econ¨®mica del pa¨ªs. Adem¨¢s, el sujeto que se ve obligado al impago o la reestructuraci¨®n de su deuda exterior es sistem¨¢ticamente el sector p¨²blico. Esto significa que las crisis econ¨®micas que desembocan en las negociaciones con el FMI son por definici¨®n crisis fiscales, crisis que exigen una alteraci¨®n significativa de la estructura de los ingresos y sobre todo de los gastos p¨²blicos. Estas crisis son habitualmente las m¨¢s dif¨ªciles de tratar, no s¨®lo por la sensibilidad social ante subidas de impuestos y recortes de gastos p¨²blicos sino tambi¨¦n por la estrecha connivencia entre el empleo p¨²blico y el poder pol¨ªtico en este tipo de pa¨ªses.
Terapias tard¨ªas
Cuando el pa¨ªs acude al FMI y acepta instrumentar una determinada pol¨ªtica econ¨®mica se han incubado ya parte de los impulsos depresivos que se manifestaran plenamente durante la primera etapa del proceso de ajuste avalado por la instituci¨®n. La opini¨®n p¨²blica del pa¨ªs, habitualmente alentada por el Gobierno de turno, suele imputar implacablemente los costes de la recesi¨®n a la codicia de los acreedores que supuestamente controlan el FMI. Sin embargo, la realidad es que dicho programa de pol¨ªtica econ¨®mica induce un proceso de ajuste mucho m¨¢s suave del que habr¨ªa en ausencia del apoyo del FMI, ya que permite acceder a los cr¨¦ditos de la instituci¨®n y reduce la salida neta de capitales al concitar m¨¢s confianza entre los ahorradores nacionales y extranjeros. Lo que los cr¨ªticos del FMI solicitan en ¨²ltima instancia es que la instituci¨®n les preste m¨¢s de lo que les presta para poder as¨ª suavizar el rigor de la pol¨ªtica de ajuste.
Los pr¨¦stamos del FMI, aun en aquellos casos en que se han sobrepasado con creces los montos tradicionales, son una parte ¨ªnfima de las divisas que necesita el pa¨ªs. El grueso de estas divisas ha de proceder del cambio en la predisposici¨®n de los ahorradores nacionales y extranjeros a invertir en el pa¨ªs y de la reorientaci¨®n de los recursos productivos hacia la producci¨®n de bienes comerciables internacionalmente. Esto s¨®lo se conseguir¨¢ si el programa de ajuste permite alcanzar lo antes posible las condiciones econ¨®micas necesarias para frenar la salida de capitales, restablecer el acceso a los mercados financieros internacionales de los prestatarios nacionales y configurar flujos de balanza de pagos sostenibles.
De lo anterior se desprende que la principal contribuci¨®n del FMI al bienestar del pa¨ªs no reside en el mayor o menor volumen de cr¨¦ditos que pueda conceder, sino en su capacidad de catalizar la confianza de los inversores nacionales e internacionales en el devenir del pa¨ªs. La eficacia de esta funci¨®n, a su vez, depende de la capacidad del FMI para quebrar las rigideces de pol¨ªtica econ¨®mica que han provocado la crisis y han llevado al Gobierno del pa¨ªs a solicitar el socorro de dicha instituci¨®n. Desgraciadamente, las desastrosas consecuencias de las pol¨ªticas econ¨®micas del pasado ocasionan inevitablemente dolorosos costes de ajuste. Quienes critican al FMI e intentan eludir estos costes son semejantes a quienes critican al bombero que intenta apagar el fuego de la casa porque les echan agua fr¨ªa en la cara y podr¨ªan coger un constipado.
Rusia pone en jaque a gobiernos e instituciones
La crisis del sureste asi¨¢tico y la ca¨ªda en el precio del petr¨®leo extendieron, a mediados de 1998, a la econom¨ªa rusa la desconfianza de los inversores internacionales y de sus propios banqueros. Los t¨ªtulos p¨²blicos a corto plazo denominados en rublos (la mayor¨ªa en poder de la banca rusa) y la estabilidad del tipo de cambio fueron v¨ªctimas y detonantes de esta crisis.
A pesar de un rescate financiero internacional (FMI, Banco Mundial y Gobierno de Jap¨®n) y una reestructuraci¨®n parcial de la deuda p¨²blica de corto plazo en rublos, la crisis de confianza no ces¨®.
En agosto de 1998, el primer ministro Sergu¨¦i Kiriyenko anunci¨® una serie de medidas: devaluaci¨®n del rublo, suspensi¨®n del pago de la deuda dom¨¦stica de corto plazo en rublos y moratoria unilateral en el pago de obligaciones externas no soberanas. La crisis rusa se desarroll¨®, adem¨¢s, en un contexto de inestabilidad pol¨ªtica y con el presidente Bor¨ªs Yeltsin enfermo.
Esta crisis, que se prolong¨® hasta los primeros meses de 1999, se dej¨® sentir en los mercados internacionales, pero sobre todo tuvo consecuencias graves, por la desconfianza en los mercados emergentes, para Argentina y otros pa¨ªses latinoamericanos.
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