El Maestro
Edward Said fue muchas cosas para mucha gente, pero, en realidad, su alma era el alma de un m¨²sico, en el sentido m¨¢s profundo de la palabra.
Escribi¨® sobre temas universales importantes, como el exilio, la pol¨ªtica, la integraci¨®n. Sin embargo, lo m¨¢s sorprendente para m¨ª, como su gran admirador y amigo, fue comprobar que en muchas ocasiones ¨¦l llegaba a formular sus ideas y conclusiones a trav¨¦s de la m¨²sica y, paralelamente, ve¨ªa a la m¨²sica como un reflejo de las ideas que ten¨ªa sobre otros temas.
Es ¨¦sa una de las razones principales por las que creo que Said era un personaje important¨ªsimo, ya que su tr¨¢nsito por este mundo se produjo precisamente en un momento en el que la humanidad de la m¨²sica, su valor humano, as¨ª como del valor del pensamiento, la trascendencia de la idea escrita en sonidos, son conceptos que estaban, y lamentablemente siguen estando, en baja.
Su antiespecializaci¨®n feroz lo llev¨® a criticar muy fuertemente, y a mi modo de ver muy justamente, el hecho de que la educaci¨®n musical se hac¨ªa cada vez m¨¢s pobre, no solamente en los Estados Unidos, que al fin y al cabo import¨® la m¨²sica de la vieja Europa, sino en los mismos pa¨ªses que produjeron a las m¨¢s grandes figuras de la m¨²sica. Por ejemplo, en Alemania, donde surgieron Beethoven, Brahms, Wagner, Schumann y muchos otros, o en Francia, con Debussy y Ravel. En todos estos pa¨ªses que fueron la cuna de la creaci¨®n musical, la educaci¨®n musical descend¨ªa aceleradamente. Adem¨¢s, advert¨ªa un signo que le molestaba sobremanera, percepci¨®n que fue la que nos uni¨® muy r¨¢pidamente: inclusive cuando hab¨ªa educaci¨®n musical, ¨¦sta se hac¨ªa de modo muy especializado. En el mejor de los casos, se brindaba a los j¨®venes la oportunidad de practicar un instrumento, de adquirir conocimientos inevitablemente necesarios acerca de teor¨ªa, de musicolog¨ªa y de todo lo que un m¨²sico necesita profesionalmente, pero, al mismo tiempo, se generalizaba una incomprensi¨®n creciente del problema a la vez simple y complejo que es la imposibilidad de articular con palabras el contenido de una obra musical. Al fin y al cabo, si fuera posible expresar en palabras el contenido de una sinfon¨ªa de Beethoven, no la necesitar¨ªamos m¨¢s. Pero el hecho de que exista esta imposibilidad de explicar en palabras el contenido de la m¨²sica no significa que no haya contenido. Por eso afirmo que la cuesti¨®n es simple y compleja a la vez.
Esta tendencia es la que conduce a una especializaci¨®n empobrecedora y estrecha, tanto en el caso de talentos fulgurantes, que los lleva a una mecanizaci¨®n del instrumento que ejecutaban como en la creaci¨®n, como en el caso de los compositores, en una incapacidad de expresar esa riqueza que el ser humano descubri¨® poder expresar a trav¨¦s de los sonidos.
La paradoja consiste en que la m¨²sica es s¨®lo sonido, pero el sonido por s¨ª mismo no es m¨²sica. All¨ª reside la idea principal de Said como m¨²sico, quien, como detalle biogr¨¢fico, fue adem¨¢s un excelente pianista. En los ¨²ltimos a?os, debido a su enfermedad terrible, no pudo mantener el nivel de energ¨ªa f¨ªsica necesaria para poder ejecutar el piano. Recuerdo much¨ªsimas ocasiones en las que pasamos ratos inolvidables tocando obras de Schubert a cuatro manos. Hace dos o tres a?os, yo ten¨ªa un concierto en el Carnegie Hall en Nueva York y ¨¦l estaba atravesando un periodo muy dif¨ªcil de su enfermedad. El concierto era un domingo por la tarde. Aunque sab¨ªa que yo llegaba esa misma ma?ana de Chicago, se apareci¨® muy temprano en el ensayo con un volumen de obras de Schubert para cuatro manos. Me dijo: "Hoy quiero que toquemos al menos ocho compases, no por el placer de tocar, sino que lo necesito para sobrevivir". Como es f¨¢cil imaginar, en esos momentos, reci¨¦n llegado del aeropuerto y con una hora de ensayo previa al concierto de la tarde, lo que me propon¨ªa era lo ¨²ltimo que pod¨ªa interesarme. Pero como siempre en la vida, cuando se ense?a se aprende y cuando se da se recibe. Y se aprende cuando se ense?a porque el alumno hace preguntas que uno ya ni se las plantea porque son parte del pensamiento casi autom¨¢tico que cada uno de nosotros desarrolla. Y de pronto, es el interrogante acerca de algo lo que nos fuerza a repensarlo desde el origen, desde la esencia misma. Por eso, de igual modo, cuando se da se recibe, porque es cuando no se espera. Recibir algo cuando se espera recibirlo es mucho menos interesante. ?Por qu¨¦ digo esto? Porque estaba all¨ª y realmente lo ¨²ltimo que quer¨ªa era tocar Schubert a cuatro manos. Naturalmente que lo hice con el mayor placer porque me lo ped¨ªa mi amigo ¨ªntimo, a quien admiraba y quer¨ªa tanto. Pero cuando tocamos con ¨¦l esos pocos minutos de un rond¨® de Schubert, bell¨ªsima obra que no era sin embargo la m¨¢s profunda ni trascendente del mundo, me sent¨ª musicalmente enriquecido de una manera completamente inesperada. Eso era Edward Said.
A ¨¦l le interesaba el detalle. Efectivamente, comprendi¨® perfectamente bien que el genio musical o el talento musical requiere una preocupaci¨®n desmesurada por el detalle. El genio se ocupa del detalle como si fuera la cosa m¨¢s importante. Y al hacer eso no pierde la gran l¨ªnea, es m¨¢s, consigue trazar esa gran l¨ªnea. Porque la gran l¨ªnea, tanto en la m¨²sica como en el pensamiento, debe ser el resultado de la articulaci¨®n de los peque?os detalles. Por eso, cuando ¨¦l escuchaba m¨²sica o hablaba sobre ella, deten¨ªa su atenci¨®n en los peque?os detalles que muchos profesionales ni siquiera han descubierto.
Ten¨ªa un conocimiento acabado del detalle del compositor, de los detalles de orquestaci¨®n. Sab¨ªa que en el segundo acto de Trist¨¢n e Isolda, los cornos en cierto momento se retiran detr¨¢s de la escena y, un par de compases m¨¢s tarde, la misma figura musical reaparece en los clarinetes de la orquesta ubicada en el foso. ?Con cu¨¢ntos cantantes he tenido el honor y el placer de trabajar con esa obra que ignoran ese detalle y miran hacia atr¨¢s para descubrir de d¨®nde viene el sonido! No saben que esa figura ya no est¨¢ m¨¢s detr¨¢s de la escena, sino que surge desde el foso. ?l se interesaba en esas cosas, le preocupaba el detalle aislado del valor de la totalidad porque entend¨ªa que este inter¨¦s minucioso confer¨ªa a la totalidad una grandeza que no puede adquirir aislada de esta preocupaci¨®n desmesurada por el detalle.
Sab¨ªa tambi¨¦n diferenciar muy bien entre el poder y la fuerza, lo que constituy¨® una de las ideas principales de su lucha. Sab¨ªa muy bien que, en la m¨²sica, con fuerza no hay poder, algo que muchos dirigentes pol¨ªticos en el mundo no perciben. La diferencia entre el poder y la fuerza equivale a la diferencia entre volumen e intensidad en la m¨²sica. Cuando se habla con un m¨²sico y se le dice: "Lo que est¨¢s haciendo no tiene suficiente intensidad", la primera reacci¨®n es hacerlo a mayor volumen. Y es justamente lo contrario, cuanto menor es el volumen, mayor es la necesidad de intensidad y cuanto mayor es el volumen es m¨¢s necesaria una fuerza tranquila en el sonido.Son ¨¦stos algunos ejemplos que ilustran mi convicci¨®n de que su concepci¨®n de la vida y del mundo se originaba y resid¨ªa en la m¨²sica. Otro ejemplo se encuentra en su idea de interconexi¨®n, de vinculaci¨®n. En m¨²sica no existen elementos independientes. ?Cu¨¢ntas veces pensamos, tanto a nivel personal, social o pol¨ªtico, que hay ciertas cosas independientes y que, al hacerlas, no tendr¨¢n tener influencia en otras o que esta vinculaci¨®n se mantendr¨¢ oculta! Esto no sucede en la m¨²sica porque en ella todo est¨¢ interconectado. La melod¨ªa m¨¢s simple que tenga una armon¨ªa compleja cambia dr¨¢sticamente de car¨¢cter y de intenci¨®n. Eso se aprende de la m¨²sica, no de la vida pol¨ªtica. As¨ª surge la imposibilidad de separar elementos, la percepci¨®n de que todo est¨¢ conectado, la necesidad de unir siempre el pensamiento l¨®gico a la emoci¨®n intuitiva. ?Cu¨¢ntas veces cada uno de nosotros piensa que debe meditar algo fr¨ªamente! Sabemos muy bien, pero nos olvidamos que la emoci¨®n no nos permitir¨¢ hacerlo. ?Cu¨¢ntas veces sucumbimos a la tentaci¨®n de abandonar toda l¨®gica por una necesidad emotiva, por un capricho emotivo, por la seducci¨®n de la emoci¨®n? En la m¨²sica eso es imposible, ya que no se puede hacer m¨²sica exclusivamente con la raz¨®n o con la emoci¨®n. Voy m¨¢s all¨¢: si esos elementos se pueden separar, ya no se trata de m¨²sica, sino de una colecci¨®n de sonidos. Si el oyente al o¨ªr algo puede afirmar que "tiene una l¨®gica impresionante pero emocionalmente no me convenci¨®" o, en cambio, "cu¨¢nto me atrajo, que emocionante fuerza emotiva tiene, aunque no era muy l¨®gico", para m¨ª eso a lo que se refiere ya no es m¨²sica. Para Said tampoco lo era.
Tambi¨¦n surg¨ªan de la m¨²sica su concepto de inclusi¨®n opuesto a la exclusi¨®n, as¨ª como el principio de integraci¨®n, aplicable a toda clase de problemas. Lo mismo se podr¨ªa aplicar al comentar su libro Orientalismo. ?l habla de la idea de la seducci¨®n oriental enfrentada a la producci¨®n occidental. En m¨²sica no hay producci¨®n sin seducci¨®n. Hay seducci¨®n sin producci¨®n, pero no producci¨®n sin seducci¨®n. Por productiva que sea una idea musical, si carece de la seducci¨®n del sonido necesario, no llega. Por eso digo que Edward Said era para muchos un gran pensador, un luchador por los derechos de su pueblo, un intelectual incomparable. Pero para m¨ª fue siempre realmente un m¨²sico en el sentido m¨¢s profundo del t¨¦rmino.
Para m¨ª, personalmente, la p¨¦rdida de Edward Said ha sido un golpe muy fuerte, porque me afecta en tantas ¨¢reas diferentes. Su amistad represent¨® una estimulaci¨®n intelectual como no he tenido ni seguramente volver¨¦ a tener, una amistad profunda como rara vez he conocido, la posibilidad de compartir tantos placeres serios y banales y no tanto, como la gastronom¨ªa, el fumar puros. En tantas maneras diferentes, luego de la p¨¦rdida de Said, me siento mucho m¨¢s pobre de lo que quisiera sentirme e imaginar.
El pueblo palestino perdi¨® con su muerte uno de sus abogados m¨¢s l¨²cidos, aunque fue y es muy criticado en su propio pa¨ªs. Para Israel fue un adversario formidable, aunque advoc¨® tanto un reconocimiento mutuo como tambi¨¦n la aceptaci¨®n del sufrimiento del otro. ?Sin embargo, cu¨¢ntos l¨ªderes israel¨ªes hubieran preferido olvidarse de la existencia de Edward Said!
que falleci¨® el 25 de septiembre de 2003.
Daniel Barenboim es pianista y director, fundador de la Orquesta East Western Divan junto con el ensayista palestino Edward W. Said
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