Lo que falta en la agenda econ¨®mica de Barcelona
Un grupo de distinguidos economistas se reuni¨® en Barcelona a finales de septiembre con motivo de la clausura del F¨®rum y redact¨® un documento titulado Agenda del Desarrollo (publicado en EL PA?S el 1 de octubre pasado), quiz¨¢ con el prop¨®sito de que sirva de alternativa al conocido Acuerdo de Washington de hace m¨¢s de una d¨¦cada, que ofrec¨ªa un esquema de recomendaciones para las pol¨ªticas econ¨®micas de los pa¨ªses en desarrollo. El Acuerdo de Washington se caracterizaba por ser extremadamente ortodoxo en sus recetas, haciendo hincapi¨¦ en la estabilidad monetaria, el equilibrio presupuestario, el cumplimiento estricto de los compromisos internacionales, el librecambio comercial, la supresi¨®n de trabas al movimiento internacional de capitales, etc¨¦tera. La Agenda de Barcelona intenta matizar las aristas del acuerdo sin atacar frontalmente sus supuestos b¨¢sicos. Es decir, establece que "el respeto al imperio de la ley y los derechos de propiedad" y la "econom¨ªa de mercado" son las "estrategias de desarrollo con mayor ¨¦xito"; ahora bien, dentro de los derechos de propiedad incluye "los privados y los colectivos", y dentro de la econom¨ªa de mercado pide un "equilibrio entre el mercado y el Estado".
En l¨ªneas generales, el documento de Barcelona est¨¢, simplificando mucho, un poco a la izquierda del de Washington. Propone una mayor intervenci¨®n del Estado, una mayor latitud en la pol¨ªtica fiscal, una mayor intervenci¨®n de los pa¨ªses en desarrollo en el dise?o de las pol¨ªticas financieras internacionales, una rebaja en el proteccionismo de los pa¨ªses desarrollados, un mayor est¨ªmulo a las migraciones internacionales, e incluso menciona, muy breve y vagamente, los peligros de la agresi¨®n al medio ambiente que el desarrollo conlleva y afirma la necesidad de hacer algo, sin especificar nada. En total, como ser¨ªa de esperar del prestigio de los firmantes, es un documento sensato y su prop¨®sito es laudable. Pero adolece de un grave defecto: omite referirse a varios problemas estructurales b¨¢sicos del desarrollo econ¨®mico, problemas que, por escapar en parte del ¨¢mbito estricto de la pol¨ªtica econ¨®mica convencional, y por ser frecuente objeto de controversia cient¨ªfica y pol¨ªtica, son a menudo orillados por los economistas: se trata de cuestiones tales como la educaci¨®n, la igualdad de los sexos y el crecimiento demogr¨¢fico en los pa¨ªses en desarrollo. Son ¨¦stas cuestiones que no son f¨¢cilmente susceptibles de sujeci¨®n a los instrumentos cl¨¢sicos de la pol¨ªtica econ¨®mica, cuestiones que en muchas ocasiones se relacionan con tab¨²es culturales o religiosos, y cuestiones de las que tampoco se ocupaba el Acuerdo de Washington; pero son temas que plantean problemas de fondo, que vician la aplicabilidad de los instrumentos econ¨®micos ortodoxos y que afectan por tanto a la validez de los supuestos sobre los que se basan las recomendaciones que hace la agenda; en mi opini¨®n, una de las principales razones por las que el Acuerdo de Washington no ha tenido todo el ¨¦xito que fuera de desear es el haber soslayado tales obst¨¢culos estructurales; ignorarlos y concentrarse en las medidas convencionales equivale a no ver el bosque porque lo ocultan las hojas y, por tanto, viciar la efectividad de las medidas propuestas.
El problema del crecimiento demogr¨¢fico est¨¢ en la ra¨ªz de los obst¨¢culos al desarrollo econ¨®mico. Es un dato elemental de historia econ¨®mica que el crecimiento de la poblaci¨®n mundial durante el siglo XX fue explosivo y sin precedentes hist¨®ricos. A pesar de que la poblaci¨®n europea creci¨® relativamente poco, la poblaci¨®n mundial casi se cuadruplic¨® en la centuria; en ning¨²n siglo anterior hab¨ªa la poblaci¨®n mundial llegado ni siquiera a duplicarse. Ya los mejores economistas de la primera mitad del siglo XX (como Keynes) estaban alarmados ante el inusitado crecimiento demogr¨¢fico, que consideraban causa de las guerras. Lo que no sab¨ªan es que en la segunda mitad el crecimiento ser¨ªa mucho mayor. Y otra dificultad que ya advert¨ªa el propio Keynes es que, cuanto m¨¢s pobres son los pa¨ªses, mayor es el crecimiento de su poblaci¨®n. Por eso nos encontramos con el pavoroso problema de las migraciones internacionales, cuyo volumen actual tampoco tiene precedentes hist¨®ricos, y que plantea graves cuestiones (ilegalidad, inadaptaci¨®n, explotaci¨®n) a las que los autores de la agenda no hacen suficiente referencia. Sin olvidar que, si bien la inmigraci¨®n puede resolver una serie de asuntos a corto plazo en los pa¨ªses desarrollados (como la escasez de mano de obra y las pensiones), no basta para resolver las derivadas de la sobrepoblaci¨®n en los pa¨ªses en desarrollo.
Los tres problemas estructurales (sobrepoblaci¨®n, ignorancia, discriminaci¨®n) est¨¢n ¨ªntimamente entrelazados en un t¨ªpico "c¨ªrculo vicioso de la pobreza". Sabemos hace ya mucho tiempo que los planes de ayuda al desarrollo por medio de transferencias fracasan por los bajos niveles de capital humano en los pa¨ªses receptores. Esta escasez de capital humano se debe a los bajos niveles de inversi¨®n educativa b¨¢sica, lo que en gran parte se debe a la falta de ahorro, consecuencia de la pobreza, y a la falta de demanda de educaci¨®n, que se deriva de la pobreza y de la incultura. A su vez pobreza e incultura son debidas al fuerte crecimiento demogr¨¢fico, que mantiene a las familias en la miseria, incapaces de educar a sus hijos y en muchos casos de alimentarlos debidamente.
?Por qu¨¦ es tan fuerte el aumento de la poblaci¨®n en el siglo XX y albores del XXI, especialmente en los pa¨ªses pobres? Porque los avances de la medicina han permitido rebajar muy considerablemente la mortalidad infantil incluso en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, mientras que la pervivencia de pautas de conducta ancestrales ha mantenido la natalidad a niveles tan altos como en el pasado. Esto ha ocurrido de manera diferente en los pa¨ªses desarrollados, donde la ca¨ªda de la mortalidad ha ido acompa?ada de una ca¨ªda similar de la natalidad, llegando a producir en algunos casos estancamiento e incluso retroceso demogr¨¢fico. La persistencia de las pr¨¢cticas y mentalidades ancestrales en muchos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo se debe, a su vez, al estancamiento econ¨®mico y cultural, en especial a la discriminaci¨®n sexual que mantiene a las mujeres subyugadas y alejadas de la escuela. Es de conocimiento ge-neral que las mujeres escolarizadas tienen menos hijos y los cuidan y educan mejor, mientras que las ignorantes tienen m¨¢s hijos y transmiten las conductas y valores ancestrales. Esta serie de c¨ªrculos viciosos es muy dif¨ªcil de romper simplemente con medidas financieras y comerciales.
Se objetar¨¢ que el crecimiento demogr¨¢fico mundial se est¨¢ desacelerando, como reflejan las ¨²ltimas publicaciones de las Naciones Unidas. Por desgracia, a un automovilista que se estrella contra una pared le beneficia muy poco haber frenado en los ¨²ltimos metros y estamparse a 130 kil¨®metros por hora en vez de a 150. El golpe es mortal en cualquier caso. Y es de escaso consuelo saber que gran parte de la desaceleraci¨®n demogr¨¢fica se debe a los avances del sida, especialmente en ?frica.
La historia econ¨®mica tambi¨¦n muestra que Europa, cuna de la revoluci¨®n industrial y del crecimiento econ¨®mico moderno, tiene desde tiempo inmemorial bajas tasas de crecimiento demogr¨¢fico, y es bien sabido que el crecimiento moderado de la poblaci¨®n permiti¨® a los europeos romper m¨¢s f¨¢cilmente los c¨ªrculos viciosos de la pobreza y la ignorancia. La excepci¨®n a este principio de correlaci¨®n entre baja natalidad y alto crecimiento son los pa¨ªses de nueva colonizaci¨®n, como Estados Unidos, Canad¨¢, Australia o Nueva Zelanda, que iniciaron su desarrollo con baj¨ªsima densidad de poblaci¨®n y crecieron colonizando territorios pr¨¢cticamente v¨ªrgenes. Se trata de casos excepcionales e irrepetibles.
Los problemas estructurales est¨¢n ah¨ª, y son muy poco sensibles a las pol¨ªticas econ¨®micas convencionales; la eficacia de ¨¦stas, en cambio, se ve muy afectada por la existencia de los problemas estructurales. Si no hacemos frente a ¨¦stos, estaremos aplicando pa?os calientes a heridas profundas y malignas.
Gabriel Tortella es catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica en la Universidad de Alcal¨¢.
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