Mis ojos...
Reconozco que me emociono al hablar de ello. Lloro. "Libre, oh, libre. Mis ojos seguir¨¢n aunque paren mis pies" (Jokin C. L.). Esp¨ªritu sensible, te equivocaste al quitarte la vida. Las situaciones cambian. Pero esto s¨®lo puede apreciarse desde fuera del torbellino. Cuando aquel te atrapa, todo el resto de cosas se oscurece. Quisiera, sin embargo, trascender tu caso. Incluso eso que ahora han dado en llamar bullying, el acoso al d¨¦bil en los grupos de ni?os y adolescentes, que siempre se ha dado. Y en los de adultos. ?Acaso hemos olvidado el asesinato a golpes de aquel pobre hombre en Orozco, sobre cuyo caso hubo un pacto de omerta en el pueblo? (Omerta que parece haberse impuesto tambi¨¦n en el Instituto Talaia de Hondarribia; ?esos ocho rompiendo provocadoramente el minuto de silencio por el compa?ero muerto!, tres de ellos, hijos de profesores.) Una prima de Jokin C. L. se preguntaba tras el funeral: "?D¨®nde miraban los profesores mientras Jokin sufr¨ªa delante de sus ojos? ?Qu¨¦ hace el Estado con nuestros hijos en sus escuelas cuando se los confiamos? ?Qu¨¦ clase de mundo estamos construyendo que hace de ni?os de 14 a?os torturadores sistem¨¢ticos y sin escr¨²pulos?".
Yo mismo no formular¨ªa las preguntas de ese modo, pero es el tipo de tema al que me interesa responder. Comenzar¨¦ por descartar alguna consideraci¨®n que se ha hecho. Anjeles Iztueta, sinceramente consternada, dijo en Radio Euskadi que "por desgracia, la violencia en las escuelas es un hecho presente en todo el Estado" (quer¨ªa decir, Espa?a). En efecto, no es una derivaci¨®n de la hidra de ETA, ocurre en todas partes. Por su parte Lontxo Oiartzabal, presidente del Consejo Escolar de la CAV se preguntaba sobre "?qu¨¦ modelos de comportamiento estamos ofreciendo en la sociedad?; porque la escuela no es un gueto". No creo que los chavales imiten en esto a los mayores. No. Siguen sus propia din¨¢mica natural para establecer jerarqu¨ªas. Y, sin embargo -y termino-, tampoco creo en la intr¨ªnseca crueldad de los patios de colegio. Siempre hemos sido unos canallas con el m¨¢s gordo, el m¨¢s ensimismado, el miope, el tartamudo, ...; la mofa es un acto cruel, y, sin duda, genera duras tragedias infantiles. Pero, siendo algo permanente, hoy hay un plus de agresividad que es el que quisiera considerar. Pero no sin antes decir, contra lo que circula (arrogancia, suficiencia, impertinencia del adolescente), que mi experiencia de adulto con los chavales contradice ese estereotipo: es la gente m¨¢s noble, tranquila y generosa con la que me he encontrado (generalizaciones aparte, y con las correspondientes excepciones).
Opino que ese plus de violencia (el ser humano es jer¨¢rquico, y s¨®lo la civilizaci¨®n aten¨²a las tendencias m¨¢s crueles) procede de una opci¨®n equivocada tomada por la llamada generaci¨®n de los sesenta, y, tambi¨¦n, de un paternalismo hacia el menor que no se da en la sociedad anglosajona. Me explico.
Aquello de libertad, di¨¢logo y negociaci¨®n entre generaciones (se proced¨ªa de familias autoritarias) ha ido degenerando hasta el absurdo. Los padres no se imponen a sus hijos ni en casa ni en el parque, no hay l¨ªmites. Al profesorado se le ha acotado hasta tal punto en temas de disciplina que apenas puede ejercer su trabajo como educador (un falso garantismo hacia el menor, normativas internas, etc.; el efecto p¨¦ndulo frente a una escuela autoritaria). Resultado: unos chavales ingobernables. "Se ven, dice el profesor de ¨¦tica Jos¨¦ Antonio Marina, como sujetos de derechos y no de obligaciones. Hemos fragilizado la infancia, nos parece que el ni?o se nos va a traumatizar o romper si le exigimos algo, y est¨¢ absolutamente demostrado que al ni?o al que nunca se le dice 'no', se le est¨¢ destrozando. Los ni?os necesitan imperiosamente tener conciencia de los limites".
Y, por otro lado, ese manto protector que, como v¨ªctima social, ofrecemos al delincuente. En nuestras sociedades no existe la responsabilidad individual. Aquellos dos chavales que enga?aron a un ni?o en Inglaterra y acabaron asesin¨¢ndole, fueron condenados como asesinos. Los hay de todas las edades. No es que sean "m¨¢s permeables" al estado de la sociedad, etc.; son delincuentes y debieran responder por sus actos. Tambi¨¦n esa profesora canalla (expediente inmediato, con probable expulsi¨®n del cuerpo y otras posibles responsabilidades) que humill¨® a la v¨ªctima de manera soez (aniversario de una gastroenteritis, papel higi¨¦nico por toda la clase, y la v¨ªctima de aquella bufonada recogi¨¦ndolo todo por orden de la profesora). Esos ocho tienen derecho a estudiar (?se atreven sus padres a decir que est¨¢n "satisfechos"?), cierto; pero, sobre todo, deben pasar por el juzgado.
Jokin C. L., te equivocaste al quitarte la vida. Pero tu muerte, como la de tantas mujeres y otras v¨ªctimas, nos obliga a recapacitar... mientras te lloramos.
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