Se acaba
Cuando estamos esperando o desesperando por algo, todo parece moverse muy despacio alrededor. Hace a?os tard¨¦ demasiado en reconocer el terrible destino al que nos arrastraba ETA. Cuando al fin lo hice, sal¨ª a la calle a gritar ?No! Pero entonces nada pareci¨® cambiar. La historia segu¨ªa a su paso, indiferente a mis emociones y a las velas encendidas.
Ahora, al fin, el retrato de Dorian Grey se hace visible en su decrepitud. ETA se acaba y no podemos celebrarlo tirando cohetes porque el ruido podr¨ªa reanimarla. Como en una pel¨ªcula de terror en que el monstruo vencido resucita en cuanto el chico y la chica le dan la espalda para besarse.
Pero el fin de ETA sucedi¨® sin darnos cuenta porque fue en silencio. Ca¨ª en la cuenta en la ma?ana del domingo al conocer que la cabeza del monstruo estaba formado por un matrimonio de petits bourgeois con una hija de siete a?os que va al liceo a que le expliquen los valores c¨ªvicos de la R¨¦publique, mientras varios cientos de zoombies etarras deambulan por el mundo en busca de su destino perdido. En su triste deambular no dejan de cavilar en qui¨¦n es el traidor que les ha vendido a la Guardia Civil y a los Renseignements a cambio de su propia tranquilidad. Tener los zulos repletos de dinero y explosivos, sin atreverse a tocarlos por miedo a que est¨¦n quemados ?no es el suplicio de T¨¢ntalo que muere de sed y con el agua al cuello?
Ese destino, sin embargo, se ha ido escribiendo con buena letra y muy despacio a lo largo del ¨²ltimo decenio.
Empez¨® con el final de las torturas y las operaciones encubiertas; y la normalizaci¨®n subsiguiente de las relaciones policiales con Francia. Empez¨® con la eliminaci¨®n de la parafernalia militar que distorsionaba las tareas policiales. Sigui¨® con medidas legislativas y con la acci¨®n consecuente de los jueces. Y culmin¨® con el pacto de Estado antiterrorista.
Hace m¨¢s de una d¨¦cada las detenciones se produc¨ªan despu¨¦s de los atentados, a menudo en sangrientas operaciones militares que dejaban regueros de sangre, sospechas de torturas; h¨¦roes condecorados y m¨¢rtires en ambos lados. Ahora las detenciones tienen lugar antes de que se produzcan atentados. No cuando lo ordena un impaciente ministro de Interior, sino cuando es policialmente oportuno. Sin h¨¦roes visibles ni medallas. Los etarras se quedan sin santos, con la sospecha creciente de estar infestados de cobardes y traidores.
Estas son ideas sencillas pero no siempre f¨¢ciles de asumir. En su desafortunada intervenci¨®n en el congreso del PP, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar reproch¨® a sus adversarios los asesinatos tapados con cal viva. No sab¨ªa que en esos momentos el ministro del Interior telefoneaba a Rajoy para darle la noticia del descabezamiento de ETA. Qu¨¦ pena de ocasi¨®n perdida para haber proclamado en p¨²blico la grandeza del Estado democr¨¢tico.
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