Una sentencia atrevida
El juez brit¨¢nico Mark Hedley ha sentado jurisprudencia al fallar a favor de la decisi¨®n un¨¢nime de los m¨¦dicos del hospital de Portsmouth de no prolongar el tratamiento cl¨ªnico de un beb¨¦ de 11 meses con irreversibles deformaciones cerebrales, pulmonares y cardiacas, en contra de la opini¨®n de sus padres.
El magistrado del Tribunal Superior del Reino Unido basa su decisi¨®n en la inutilidad de alargar por v¨ªa artificial el sufrimiento de la peque?a Charlotte Wyatt, que desde que naci¨® prematuramente sobrevive entubada y aislada en una burbuja de pl¨¢stico. Los padres, con fuertes creencias cristianas, se han venido agarrando a su fe en la providencia y describen la resistencia de la peque?a como la de una "luchadora". Los m¨¦dicos sostienen, por el contrario, que padece in¨²tilmente, que lentamente se apaga y que, por tanto, no debe ser reanimada si sufre un nuevo paro cardiorrespiratorio, como ha ocurrido varias veces.
Sin duda, es una sentencia tan atrevida como pol¨¦mica. Desde luego no contentar¨¢ a todos, y menos que a nadie al matrimonio Wyatt. En realidad, ¨¦ste es un caso donde se dirim¨ªa el derecho a la vida frente a la opini¨®n m¨¦dica de no someter a la ni?a a lo que se ha definido como "encarnizamiento terap¨¦utico" sin perspectivas de supervivencia. El caso ha conmocionado a la sociedad brit¨¢nica y da pie para avivar tanto en el Reino Unido como en el resto del mundo el debate sobre los l¨ªmites ¨¦ticos, morales y cl¨ªnicos de unos padres con respecto a la supervivencia de un hijo menor sufriente y desahuciado. Los m¨¦dicos de Portsmouth llevaron el contencioso al ¨®rgano superior judicial brit¨¢nico ampar¨¢ndose en la ley que les faculta a negarse a aplicar un tratamiento si no es adecuado.
El juez, tambi¨¦n de profundas convicciones religiosas, ha querido perfilar de algun modo cu¨¢les son esos l¨ªmites. El magistrado defiende la ¨¦tica m¨¦dica contraria a evitar in¨²tilmente la prolongaci¨®n de una agon¨ªa por encima de la voluntad de los familiares de un menor que se agarran, comprensiblemente, al ¨²ltimo resquicio de esperanza; y sobre todo lo hace en el beneficio de un ser al que cl¨ªnicamente ni siquiera se le augura una existencia vegetativa. Ni Hedley ni los m¨¦dicos del hospital de Portsmouth instan a precipitar el desenlace. Tanto es as¨ª que el magistrado solicita el m¨¢ximo cuidado hospitalario del beb¨¦ y la presencia permanente de quienes m¨¢s le quieren, Darren y Debbie Wyatt, sus padres.
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