Cubanos entre nosotros
Espero a mis amigos cubanos en un caf¨¦ del Raval. Quedamos aqu¨ª para proseguir nuestras charlas e intervenciones de Kosmopolis, que giraban en torno a la experiencia que compartimos: en el occidente europeo, la ideolog¨ªa pol¨ªtica suele tener m¨¢s relieve que el testimonio vivido. Esperando que me traigan el refresco que he pedido, mis pensamientos vuelan hacia los a?os ochenta, momento de mi llegada a Espa?a como exiliada del Este, antes de la ca¨ªda del muro del comunismo. Recuerdo cu¨¢nto me cost¨® en aquella ¨¦poca explicar a la gente que, por el mero hecho de que all¨ª no hubiera McDonald's, mi pa¨ªs de origen, la entonces Checoslovaquia, no gozaba de m¨¢s libertad que Occidente, sino al contrario. Sirvi¨¦ndose de citas filos¨®ficas y argumentos racionales para revestir su casi religiosa fe en el para¨ªso comunista, mis interlocutores de entonces, con su superioridad paternalista, me demostraban que, necia de m¨ª, hab¨ªa abandonado una especie de Jauja. Entonces me daba cuenta que mi testimonio carec¨ªa de valor; s¨®lo ten¨ªa peso la posici¨®n ideol¨®gica.
?Por qu¨¦ creemos que s¨®lo nosotros, los europeos, desde una posici¨®n de superioridad moral e intelectual, sabemos lo que m¨¢s le conviene al mundo?
Una vez mis amigos, cuatro escritores cubanos exiliados en Barcelona, est¨¢n instalados en el caf¨¦ sorbiendo sus ca?as de cerveza, les planteo mis dudas sobre c¨®mo habr¨¢n vivido ellos esa confrontaci¨®n entre dos mundos. Rolando S¨¢nchez Mej¨ªas, que lleva ocho a?os en Espa?a, dice que, desde que ¨¦l ha llegado, la opini¨®n sobre Cuba en Espa?a ha cambiado bastante: "La mirada sobre Cuba se divide en tres fundamentalmente: aquellos espa?oles que por motivos 'sentimentales' ven a Cuba como una isla que a¨²n les toca de cerca, aquellos que ven a la isla como un basti¨®n contra el 'imperialismo yanqui' y aquellos que creen que es un proyecto esencialmente justo. Las tres miradas se equivocan. Yo las llamar¨ªa el 'discurso del idiota', ese que mezcla motivos sentimentales vagos con un conocimiento vago del contexto del que hablan, ligado todo esto a un modelo te¨®rico esencialista (vago), sea el 'marxismo' o el 'revolucionarismo'. Los intelectuales europeos unen los tres discursos en uno". Radam¨¦s Molina exclama despectivamente: "?Y por qu¨¦ no idealizan tambi¨¦n a Corea del Norte? ?Es el mismo r¨¦gimen, son los mismos resultados, como en Cuba!". Juan Abreu, aunque ya lleva 24 a?os en el exilio, o precisamente por ello, est¨¢ muy afectado por ese tema y habla tan deprisa que s¨®lo distingo una palabra que se repite una y otra vez en su discurso: el racismo. Le pregunto por ello. "Los europeos", dice Juan, "b¨¢sicamente los intelectuales que durante d¨¦cadas dieron su apoyo moral al r¨¦gimen de Castro pero jam¨¢s quisieran vivir en las condiciones de la dictadura cubana, te dicen: para los cubanos eso est¨¢ bien. Es una forma de racismo". "De eurocentrismo", dice Ernesto Fern¨¢ndez Busto. "De colonialismo", a?ade Radam¨¦s. "La autora Bel¨¦n Gopegui", prosigue Ernesto, "durante la promoci¨®n de su ¨²ltima novela, que alaba a Castro, proclam¨® que su r¨¦gimen deber¨ªa extenderse por el mundo entero. Eso s¨®lo puede decirlo una occidental que jam¨¢s ha experimentado la penuria que conocemos nosotros". En ese punto, los cuatro exiliados cubanos, impotentes en su indignaci¨®n, se ponen a hablar todos a la vez.
Mis cuatro interlocutores provienen de barrios marginales, de familias cubanas muy humildes. ?No se hizo la revoluci¨®n cubana b¨¢sicamente para que gente como ellos estuvieran satisfechos? Y pregunto a mis amigos sus motivos de haberse ido al exilio. Rolando cuenta que cuando era adolescente sent¨ªa que era natural y consecuente con la historia del pa¨ªs estar integrado a la revoluci¨®n; a los 20 a?os abri¨® los ojos y se convirti¨® en disidente de ese r¨¦gimen totalitario, para, luego, exiliarse de ¨¦l. Ernesto huy¨® clandestinamente a M¨¦xico; Juan, en una balsa, a Estados Unidos: "En Cuba, tanto en los a?os setenta, los de mi adolescencia, como ahora, todo el mundo tiene un s¨®lo objetivo com¨²n: ?irse! La gente en Cuba vive en un delirio paranoico", explica Radam¨¦s, y Ernesto irrumpe: "All¨ª no hay vida fuera del totalitarismo". A la manera del coro de las tragedias griegas, los cuatro cubanos afirman: "En Cuba, hay esp¨ªas por todas partes, todo el mundo tiene alguna historia con su delator. ?Hay un miedo tremendo!". Y a?aden unos datos concretos: Cuba tiene una de las m¨¢s altas tasas de poblaci¨®n penal, una de las m¨¢s altas tasas de suicidios, y tambi¨¦n de emigraci¨®n: de 11 millones de cubanos, tres se hallan en el exilio. Rolando afirma: "Espa?a muy excepcionalmente concede asilo pol¨ªtico a un cubano; en el ¨²ltimo a?o, de 190 demandantes s¨®lo cuatro lo consiguieron". Y Ernesto a?ade en un murmullo: "S¨ª. Denegaron incluso los casos que demostraron que no pod¨ªan volver...".
El caf¨¦ cierra. Mientras pagamos nuestras consumiciones, me pregunto: ?por qu¨¦ los europeos no aprendemos a escuchar las experiencias ajenas, en vez de juzgar, clasificar y criticar las vivencias que no hemos tenido y que ignoramos? ?Por qu¨¦ creemos que s¨®lo nosotros, los europeos, desde una posici¨®n de innata superioridad moral e intelectual, sabemos lo que m¨¢s le conviene al mundo?
En vez de buscar para¨ªsos terrenales en toda clase de ideolog¨ªas, ?por qu¨¦ no aprendemos simplemente a prestar o¨ªdo a la miseria humana, clara y elemental?
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