La Rep¨²blica
Se habla con frecuencia ¨²ltimamente de la II Rep¨²blica Espa?ola, y ello es piedra de esc¨¢ndalo para muchas gentes de bien y para muchos opinantes puritanos, pues consideran unos y otros que hay que olvidar el pasado y mirar para adelante, y cada uno a velar por lo suyo, por su hipoteca y por su dios, por su f¨²tbol y su telebasura. Son personas que predican el olvido. Y que olvidan, por cierto, que los pueblos desmemoriados son los que mejor acaban repitiendo las antiguas tragedias.
Pero nada m¨¢s l¨®gico que se hable de la Rep¨²blica, ahora, cuando se acerca su 75 aniversario. Rep¨²blica, esa palabra silenciada durante la transici¨®n, cautamente escondida ante un ej¨¦rcito en buena parte golpista que, entre otras cosas, golpe¨®. Y que trat¨® de volver a golpear. Nada m¨¢s leg¨ªtimo que recordar que la Rep¨²blica es la antecesora democr¨¢tica m¨¢s cercana que tenemos. Como tampoco debe olvidarse el papel clave que jug¨® el rey Juan Carlos I en el regreso de la democracia a Espa?a. Democracia que ya estaba en la calle, como anhelo abrumador de la sociedad civil, aunque no en las normas y en los cuarteles; en las comisar¨ªas y en los ministerios.
La sombra de la II Rep¨²blica es alargada, y a los espa?oles nos interesa mucho saber por qu¨¦ aquel r¨¦gimen tan deseado desapareci¨® entre las llamas. Y aunque la causa primera y principal de su destrucci¨®n fue una asonada que devino en guerra civil, no debemos olvidar tampoco el escaso aprecio que hacia la instituci¨®n republicana manifest¨® buena parte de la izquierda, que la consideraba -a la rep¨²blica- mero tr¨¢mite previo a la dictadura del proletariado, t¨¢ctica que no s¨®lo preconizaba el PCE sino tambi¨¦n un amplio sector del socialismo de aquellos tiempos tan radicalizados, tiempos de utop¨ªas, esa palabra que da miedo s¨®lo de pronunciarla. La II Rep¨²blica Espa?ola fue ultrajada por unos y despreciada por otros. Por eso somos muchos los que lamentamos el fracaso de aquel empe?o liberal, culto y avanzado. Aunque la mayor¨ªa de esos muchos, felizmente, la vemos reencarnada en la Constituci¨®n de 1978.
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