Apabullante
Cerraba su segundo concierto en Venecia la ORCAM con una obra que es una de las cumbres de la m¨²sica espa?ola del siglo XX: Coma berenices, de Francisco Guerrero (1951-1997). Era su estreno en Italia. La reacci¨®n fue la esperable: impresi¨®n ante tanta belleza, anonadamiento ante la propia idea de lo que m¨¢s de una vez parece mirada al abismo. M¨²sica apabullante, que deja sin resuello al int¨¦rprete y sin recursos al oyente, uno y otro sin acabar de explicarse muy bien qu¨¦ ha sucedido, de d¨®nde ha salido esa masa sonora que envuelve del primer al ¨²ltimo instante.
Era la despedida perfecta. No pod¨ªa acabar de otra manera esta muestra de m¨²sica espa?ola que ha dejado en Venecia tan buen sabor y ha permitido que un p¨²blico exigente y entendido sepa lo que se hace entre nosotros. Y hab¨ªa que acabar as¨ª porque Coma berenices es capaz de anular todo lo que pongan a continuaci¨®n y no habr¨ªa sido justo que eso sucediera con Alberto Posadas (1967), alumno precisa e inequ¨ªvocamente de Guerrero y que en ?peiron combina la teor¨ªa de los fractales, el juego matem¨¢tico con la serie y el desarrollo vertical y horizontal de su discurso. En lo sonoro, el resultado es de una enorme eficacia y en lo expresivo de una emoci¨®n muy intensa, capaz de mantener la atenci¨®n hacia un punto culminante que llega de la resoluci¨®n muy inteligente del juego de tensiones que provoca.
Orquesta de la Comunidad de Madrid
Luca Pfaff, director. ?li Wiget, piano. Obras de Posadas, Kyburz y Guerrero. Teatro Malibran, 16 de octubre.
De Hanspeter Kyburz (1960) -muy buena la idea de poder comparar y salir airosos m¨¢s que de sobra- se nos ofreci¨® su Concierto para piano y orquesta, una obra que no renuncia en absoluto a su t¨ªtulo, como podr¨ªa parecer a priori en un compositor de su perfil, sino que, m¨¢s bien, lo asume sin complejos. En el primer movimiento, el piano -que no se calla casi nunca- se integra en un tejido orquestal lleno de microformas, mientras en el segundo se recurre a una cantilena al modo de los movimientos lentos del Concierto en sol mayor de Ravel o del Tercero de Bart¨®k, con una r¨¦plica a cargo de un segundo piano integrado en la orquesta que representa, sin duda, el momento mejor de la pieza. ?li Wiget le ech¨® el virtuosismo necesario en un trabajo que, por momentos, tiene algo de estajanovista. Luca Pfaff, maestro como hay pocos en estos menesteres de lo actual, dirigi¨® impecablemente la ORCAM, y ¨¦sta le premi¨® con uno de esos sonoros pateos que son la muestra palpable de haberlo pasado bien. Un gran concierto.
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