George W. Bush o la edad de la mentira
"El Estado es la forma superior de la moralidad". Arist¨®teles, Pol¨ªtica
La carrera pol¨ªtica y empresarial de George Walker Bush, hijo del director de la CIA y, m¨¢s tarde, 41? presidente de los Estados Unidos, George Herbert Walker Bush, se encuentra narrada y documentada en no pocas obras que han investigado los s¨®tanos de la pol¨ªtica norteamericana, y constituye un ejemplo perfecto y acabado de arribismo sin escr¨²pulos. Este art¨ªculo, tanto por la brevedad como por la falta de pretensi¨®n, debe ser entendido s¨®lo como una mirada estupefacta sobre uno de los m¨¢s deprimentes espect¨¢culos representados en el escenario donde implacablemente se juega, como si de simples marionetas se tratara, con el destino de millones y millones de seres humanos. Los avatares y los caminos que acabaron sentando a George Walker Bush en el trono imperial y colonial de la Casa Blanca son en general conocidos, pero creo que puede ser de alguna utilidad en estos d¨ªas que corren, como un resumido vadem¨¦cum, la relaci¨®n de las principales etapas que marcaron la vida y milagros del actual (y fraudulento) presidente de Estados Unidos de Am¨¦rica del Norte, George Walker Bush, a quien los amigos, en el tiempo de la juventud (y qui¨¦n sabe si todav¨ªa hoy), llamaban cari?osamente W. Y ya que, seg¨²n las mejores biograf¨ªas autorizadas, George Walker, igual que Saulo al caer del caballo en el camino de Damasco, recibi¨® de las alturas la iluminaci¨®n de la gracia que, en su caso, le hizo dejar el alcohol y arrepentirse de la vida disoluta en que se le estaba perdiendo el alma, me permitir¨¦, tomando como piadoso ejemplo las estaciones del v¨ªa crucis cristiano, enumerar algunos pasos de la peculiar¨ªsima v¨ªa triunfalis que, por ser el hijo mayor de su se?or padre, le habr¨ªa de conducir hasta el ombligo del mundo, m¨¢s conocido como Despacho Oval.
Helas aqu¨ª: la primera estaci¨®n muestra hasta qu¨¦ extremo influy¨® el peso pol¨ªtico y empresarial paterno para que George W. fuese admitido y obtuviera f¨¢ciles diplomaturas en las universidades de Andover y de Yale; en la segunda estaci¨®n se explican las maniobras y los artificios de que George W. se sirvi¨® para que lo situaran en el primer lugar de una lista de espera de miles de candidatos a inscribirse en la Guardia Nacional de Tejas y de esa manera tener una excelente raz¨®n para no ir a la guerra de Vietnam; en la tercera estaci¨®n se destapar¨¢ el engranaje financiero empleado para reflotar las compa?¨ªas petroleras de George W. cuando estaban al borde de la quiebra; en la cuarta estaci¨®n se aclara el laber¨ªntico proceso de venta de las acciones de la Harken Energy Corporation; en la quinta estaci¨®n se describe la operaci¨®n de adquisici¨®n del equipo de b¨¦isbol Texas Rangers y c¨®mo la posterior venta de la parte de George W. (pese a ser minoritaria) hizo de ¨¦l un multimillonario; finalmente, en la sexta y ¨²ltima estaci¨®n se analizan en pormenor las campa?as que, en dos ocasiones, elecci¨®n y reelecci¨®n, colocaron al hijo amad¨ªsimo de George Herbert Walker Bush al frente del Gobierno del Estado de Tejas, ¨²ltimo escal¨®n que le faltaba a W. para que, un d¨ªa, ojos desafiando ojos, dispuesto para desenfundar el Colt de la pistolera, como en OK Corral, pudiese pronunciar ante la cara de la asombrada estatua de Abraham Lincoln estas palabras que, en su boca, suenan como un insulto: "Yo tambi¨¦n soy presidente de los Estados Unidos".
Presidente de los Estados Unidos, s¨ª, pero s¨®lo gracias al fraude, a la mentira, a la manipulaci¨®n. Peor a¨²n que todo esto, y hablando alto y claro: George Walker Bush lleg¨® a la presidencia de su pa¨ªs por obra de un golpe de Estado perfectamente caracterizado, al que s¨®lo le falt¨® el habitual retoque militar, aunque no, por cierto, la aquiescente benevolencia del Pent¨¢gono. La acci¨®n conjunta (y concertada) de cinco jueces de derechas del Tribunal Supremo de los Estados Unidos; del gobernador de Florida, Jeb Bush, hermano del candidato republicano, y de la mayor¨ªa abrumadora de los medios de comunicaci¨®n social norteamericanos, con especial relevancia de los informativos de televisi¨®n que, controlados por grandes corporaciones industriales y financieras, difunden la opini¨®n directa del Estado-empresa, tuvo como consecuencia una de las m¨¢s ignominiosas y descaradas usurpaciones de poder que los tiempos modernos tuvieron la desgracia de testificar. El mundo presenci¨® una exhibici¨®n de prestidigitaci¨®n pol¨ªtica que ensombrecer¨¢ para siempre las artes manipuladoras de otro presidente norteamericano, Richard Milhous Nixon, aquel que entr¨® en la Historia de los Estados Unidos con el expresivo apodo de Dick Trick, que significa algo as¨ª como embustero, farsante, impostor, tramposo (dejo al lector que elija el t¨¦rmino que considere m¨¢s adecuado). Me pregunto c¨®mo y por qu¨¦ Estados Unidos, un pa¨ªs en todo tan grande, ha tenido, tantas veces, tan peque?os presidentes...
George W. es seguramente el m¨¢s peque?o de todos. Con su mediocre inteligencia, su ignorancia abisal, su expresi¨®n verbal confusa y permanentemente atra¨ªda por la irresistible tentaci¨®n del disparate, este hombre se presenta ante la humanidad con la pose grotesca de un cowboy que ha heredado el mundo y lo confunde con una manada de ganado. No sabemos lo que realmente piensa, no sabemos siquiera si piensa (en el sentido noble de la palabra), no sabemos si en realidad no ser¨¢ un robot mal dise?ado que constantemente confunde y cambia los mensajes que le pusieron dentro. Pero, honra le sea hecha al menos una vez en la vida, hay en George Walker Bush, presidente de Estados Unidos, un programa que funciona a la perfecci¨®n: el de la mentira. ?l sabe que miente, sabe que nosotros sabemos que est¨¢ mintiendo, pero, por pertenecer a la tipolog¨ªa de comportamiento del mentiroso compulsivo, seguir¨¢ mintiendo aunque tenga delante de los ojos la m¨¢s desnuda de las verdades, repetir¨¢ la mentira incluso despu¨¦s de que la verdad le haya estallado ante su rostro. Minti¨® para hacer la guerra contra Irak como ya hab¨ªa mentido sobre su pasado turbulento y equ¨ªvoco, es decir, con la misma desfachatez. La mentira, en George W., viene de muy lejos, la trae en la masa de la sangre. Como mentiroso em¨¦rito, ¨¦l es el corifeo de todos los mentirosos que lo han rodeado, aplaudido y servido como lacayos durante los tres ¨²ltimos a?os. Ahora son menos los yes men, pero todav¨ªa sueltan sus gorgoritos embaucadores. No hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva en Irak, las que existieron fueron destruidas tras la guerra del Golfo, en 1991. Pero Anthony Tony Blair y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, los tenores preferidos de George W., contin¨²an, en su santo nombre, girando al gastado y rayado disco de la amenaza que Sadam Husein representaba para la humanidad...
George Walker Bush expuls¨® la verdad del mundo para, en su lugar, inaugurar y hacer florecer la edad de la mentira. La sociedad humana actual est¨¢ impregnada de mentira como de la peor de las contaminaciones morales, y ¨¦l es uno de los mayores responsables de este estado de cosas. La mentira circula impunemente por todas partes, se ha erigido en una especie de otra verdad. Cuando hace algunos a?os un primer ministro portugu¨¦s, cuyo nombre por caridad omito aqu¨ª, afirm¨® que "la pol¨ªtica es el arte de no decir la verdad", no pod¨ªa imaginar que George W. Bush, tiempo despu¨¦s, transformar¨ªa la chocante afirmaci¨®n en una travesura ingenua de pol¨ªtico perif¨¦rico sin conciencia real del valor y del significado de las palabras. Para George W. la mentira es, simplemente, una de las armas del negocio, y, tal vez la mejor de todas, la mentira como arma, la mentira como vanguardia de los tanques y de los ca?ones, la mentira sobre las ruinas, sobre los muertos, sobre las pobres y siempre frustradas esperanzas de la humanidad. No es cierto que el mundo sea hoy m¨¢s seguro que hace tres a?os, pero no dudemos de que ser¨ªa mucho m¨¢s limpio y tranquilo sin la pol¨ªtica imperial y colonial del presidente de Estados Unidos de Am¨¦rica, George Walker Bush, y de cuantos, conscientes del fraude que comet¨ªan, le abrieron el camino hacia la Casa Blanca. Despu¨¦s de dispararle un tiro a Abraham Lincoln.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.