?S¨®lo votar?
El pasado fin de semana se celebraron en el Ateneo Popular de Nou Barris, en Barcelona, unas jornadas sobre la experiencia de los planes comunitarios en ese distrito de la ciudad. Desde hace a?os se vienen desarrollando experiencias en muchos lugares de Catalu?a y fuera de ella, en las que se pretende incorporar a los habitantes de barrios, pueblos y ciudades en procesos de transformaci¨®n social y urbana. La novedad est¨¢ en que son los propios vecinos, junto con t¨¦cnicos de su confianza, los que debaten con las administraciones y sus t¨¦cnicos cu¨¢les son los problemas principales de ese ¨¢mbito territorial y tambi¨¦n qu¨¦ alternativas de soluci¨®n o mejora existen. Hemos ido pasando de unos tiempos en que los que mandaban sab¨ªan cu¨¢les eran los problemas que ten¨ªan que resolverse, conoc¨ªan las soluciones y simplemente ordenaban que se ejecutaran, a unas autoridades representativas que sab¨ªan tambi¨¦n lo que nos conven¨ªa, pero con la diferencia de que se esforzaban en explicarlo. La cuesti¨®n es que ahora cada vez tenemos m¨¢s bloqueos y cuellos de botella en muchos lugares y ante muchos problemas, y ya no nos sirve ni la sabidur¨ªa t¨¦cnica de unos ni la representatividad electoral de los otros. Y es ah¨ª cuando nos acordamos de la participaci¨®n.
Conviene recordar que ante muchos de los problemas m¨¢s acuciantes de nuestras comunidades, como son la gesti¨®n de los residuos, el gasto energ¨¦tico, la ubicaci¨®n de infraestructuras no deseadas o el tr¨¢fico y la movilidad en las ciudades, no hay ni respuestas t¨¦cnicas que nos den soluciones llaves en mano, ni autoridades por muy representativas que sean que logren cortar los nudos gordianos que traban esos dilemas. La participaci¨®n, la implicaci¨®n de los ciudadanos, surge como necesidad imperiosa cuando ni sabemos exactamente cu¨¢l es el problema (o nos bloqueamos ante su complejidad) ni mucho menos cu¨¢l es la soluci¨®n. Y ah¨ª la cuesti¨®n no es saber qui¨¦n manda, sino c¨®mo logramos salir del atolladero. Muchos de esos problemas van siendo aparcados o postergados a la espera que alguien d¨¦ con una soluci¨®n t¨¦cnica milagrosa, y as¨ª vamos tirando con pruebas experimentales de recogida de residuos org¨¢nicos en un barrio, con la mala soluci¨®n de los contenedores bimodulares en otros, con anuncios de aparentes buenas intenciones de las el¨¦ctricas para que ahorremos energ¨ªa y con parches peatonales aqu¨ª y all¨¢. Se hacen escaramuzas los dos primeros a?os de mandato; pero luego, cuando se acercan las elecciones, la cosa se enfr¨ªa a la espera de un nuevo periodo.
Los procesos comunitarios van por otro lado. La filosof¨ªa est¨¢ clara. Se trata de implicar al m¨¢ximo n¨²mero de vecinos posible, desde sus distintas l¨®gicas personales y colectivas (mujeres, personas mayores, inmigrantes, j¨®venes, m¨²sicos, deportistas y parados, para poner algunos ejemplos) en el debate de cu¨¢l es el diagn¨®stico de los problemas del entorno, qu¨¦ alternativas son viables y c¨®mo deber¨ªan implementarse. Y todo ello sin ahorrar debates t¨¦cnicos ni transparencia sobre los problemas que acarrear¨ªa una u otra soluci¨®n. Es un proceso exigente para los vecinos (porque no se trata s¨®lo de pedir y despreocuparse del c¨®mo), para los t¨¦cnicos (porque exige hablar fuera de los c¨®modos marcos cognitivos y sin la jerga profesional habitual) y para los pol¨ªticos (que saben que cuando se empieza a discutir de una cosa, salen otras y otras, y luego vete a saber ad¨®nde vas a parar). Pero si se logra llegar a acuerdos y asumir las responsabilidades de cada quien y empieza a notarse que pasan cosas, la din¨¢mica de cambio se hace visible y la gente y el lugar pueden ir mejorando. Y no olvidemos que cuando en las cosas que ocurren hay protagonismos que se sienten como tales, la identidad con el lugar y los v¨ªnculos con los que te rodean aumentan y ello redunda en capacidad de mantenimiento de lo conseguido y en una mayor implicaci¨®n en procesos posteriores.
Nada de ello resulta f¨¢cil. Las experiencias de Nou Barris, Trinitat, Torre Bar¨®, Vallbona, Roquetes y Bon Pastor, con desarrollos desiguales, lo demuestran. Pero tambi¨¦n en otros lugares, como la experiencia iniciada en el barrio de Sant Antoni (y cortada bruscamente por la Administraci¨®n municipal), Manresa, Reus y Badia (para citar s¨®lo algunos), ha habido o hay iniciativas que van en la misma l¨ªnea. No es f¨¢cil movilizar a los vecinos. No es f¨¢cil que los t¨¦cnicos acepten que tan importante es ser experto como no serlo para que las transformaciones avancen y sean sentidas como propias. Y tampoco resulta sencillo para algunos pol¨ªticos entender que el papel de la gente no es s¨®lo votar y aplaudir. Pero m¨¢s significativo que todo ello es que las din¨¢micas mayoritarias del mercado van por el lado del individualismo, provocando esa sensaci¨®n de ir contra corriente a aquellos que se resisten a dejarse llevar. Pero a lo mejor deber¨ªamos empezar a pensar que las din¨¢micas aqu¨ª mencionadas son auspiciables, no s¨®lo porque cuatro iluminados piensan que "nos gustar¨ªa que el mundo fuera mejor", sino simplemente por lo que podr¨ªamos denominar "ego¨ªsmo civil". Por pura necesidad de supervivencia en espacios urbanos en los que s¨®lo si somos capaces de entender que los problemas colectivos son tambi¨¦n problemas de cada uno, seremos capaces de empezar a encontrarles soluci¨®n. De ah¨ª la insuficiencia de la delegaci¨®n representativa, de ah¨ª la insuficiencia del voto como estricta delegaci¨®n de responsabilidad.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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