El Estatuto est¨¢ agotado
El Estatuto est¨¢ agotado. La afirmaci¨®n suele repetirse al menos desde que, en 1993, el PSOE perdi¨® la mayor¨ªa absoluta, y necesit¨® de los votos nacionalistas. La tesis se ha complementado con otras: el Estatuto es una carta otorgada, es un pacto incumplido, es una Ley que el Estado ha violado... A veces, los slogans se dicen simult¨¢neamente y, sin embargo, son contradictorios: si es una carta otorgada, no es un pacto; si el Estado no la ha cumplido, no est¨¢ agotado; si el Estado no quiere transferir treinta y tantas competencias que, seg¨²n dicen, faltan por ceder, no parece f¨¢cil que est¨¦ dispuesto a permitir la puesta en marcha de la nueva Propuesta de Estatuto Pol¨ªtico de la Comunidad de Euskadi, del llamado plan Ibarretxe...
S¨®lo en los pocos a?os que siguieron al pacto de Ajuria Enea hubo reconocimiento del otro
Decir que el Estatuto est¨¢ agotado s¨®lo tiene sentido desde una l¨®gica nacionalista. S¨®lo si se considera el Estatuto como un escal¨®n para conseguir m¨¢s cosas puede decirse que el Estatuto est¨¢ superado por lo que, ahora, toca el escal¨®n siguiente que nos acerque a la independencia.
El problema est¨¢ en que m¨¢s o menos la mitad de este Pa¨ªs no es nacionalista. Es leg¨ªtimo que quienes lo sean pretendan alcanzar sus fines, pero bueno ser¨ªa que lo intentaran respetando lo que, aqu¨ª y en todas partes, son las reglas del juego democr¨¢tico.
Hobbes ya vio claro, a mediados del siglo XVII, que si en una colectividad cada uno va a lo suyo, y busca su seguridad intentando aumentar su poder, no hay sociedad, sino lucha de todos contra todos. Por eso es necesario el pacto. Ah¨ª est¨¢ el origen de las tesis que llevar¨¢n al Estado liberal, que culmina en nuestro Estado Social y Democr¨¢tico de Derecho. Vivimos en una sociedad en que el Derecho, creado por los representantes de los ciudadanos, garantiza los derechos de cada uno y controla el poder del Estado. Respetando a las minor¨ªas, las mayor¨ªas aprueban las leyes que rigen la convivencia, y mayor¨ªas m¨¢s cualificadas deciden, a trav¨¦s de procedimientos m¨¢s complejos, las modificaciones en el contrato social, la Constituci¨®n.
El Estatuto naci¨® como un pacto. No s¨®lo un pacto entre la naciente Comunidad Aut¨®noma y el Estado sino, sobre todo, como un pacto entre todos los vascos. Es posible que estas palabras suenen a hueco, pero no son frases hechas. La convivencia pol¨ªtica en este pa¨ªs, en el comienzo de la Transici¨®n empez¨® a ser terrible. Luego nos fuimos acostumbrando al horror, pero la tensi¨®n interna derivada del virulento enfrentamiento entre abertzales y "espa?olistas" naci¨® con la democracia, hasta entonces el conflicto se planteaba entre franquistas y no franquistas. Despu¨¦s, quiz¨¢ porque hab¨ªa muchas historias reprimidas, quiz¨¢ porque muchos quisieron matar a Franco aprovechando que ya se hab¨ªa muerto y, seguramente, por muchas m¨¢s cosas, vino lo que vino. Y entre lo que lleg¨® fue la cabalgada de ETA hacia el horror. Los que recordamos los nombres de los primeros asesinados por la banda hemos olvidado el de los centenares que siguieron a Javier de Ybarra, asesinado pocos d¨ªas despu¨¦s de las primeras elecciones democr¨¢ticas. Y de la mano de ETA llegaron y se instalaron entre nosotros el sectarismo, la irracionalidad y la violencia en casi todos los ¨¢mbitos.
Algunos cre¨ªmos que el pacto estatutario era un acuerdo entre los dem¨®cratas vascos para acabar con eso. Pero no fue as¨ª.
El PNV nunca jug¨® al pacto. Quer¨ªa ir subiendo pelda?os de su particular escalera aprovechando el peso que les daba su papel de cabeza reconocida de la comunidad nacionalista. La cosa empez¨® en la Constituci¨®n. Despu¨¦s de participar en su debate y tras conseguir un texto con el que no parec¨ªan discrepar en nada, buscaron un pretexto para no votarla: la Constituci¨®n no reconoc¨ªa los Derechos Hist¨®ricos vascos. (Ahora dicen que no se respetan los Derechos Hist¨®ricos que la Constituci¨®n declara amparar, pero esto es otra historia). Arz¨¢lluz lo ha dicho luego con insuperable claridad: "Me acuerdo que cuando pusimos aquella disposici¨®n adicional en la Constituci¨®n, que fuimos Mitxel Unzueta y yo los que esclarecimos la estrategia de c¨®mo no tener que decir s¨ª a la Constituci¨®n, y pusimos esta f¨®rmula, y no la de autodeterminaci¨®n, porque cre¨ªamos que as¨ª ech¨¢bamos encima de ellos la carga de la prueba, y no nos iban a dar, como sucedi¨®, y tendr¨ªamos efectivamente un motivo serio y perfectamente explicable de no aceptar la Constituci¨®n".
La cosa sigui¨® con el Estatuto. Su elaboraci¨®n fue extraordinariamente acelerada, y en ella no se busc¨® el consenso ni en la Asamblea de Parlamentarios ni en la reuni¨®n de la delegaci¨®n de ¨¦sta con la Comisi¨®n Constitucional del Congreso. El amago del PSE de oponerse a su aprobaci¨®n por el modo de imponer el Concierto se sab¨ªa llamado al fracaso, porque el PNV sab¨ªa que era imprescindible para conseguir la pacificaci¨®n de Euskadi, y eso le daba una enorme capacidad de presi¨®n y fortalec¨ªa su potencial pol¨ªtico.
Todos los partidos pol¨ªticos democr¨¢ticos apoyaron el Estatuto y celebraron su aprobaci¨®n. Es verdad que no faltaron esc¨¦pticos: recuerdo un dibujo de Juan Carlos Eguillor con un texto que dec¨ªa algo parecido a: "Estatuto de Autonom¨ªa de Euskadi: queda inaugurado este Batzoki", y recuerdo que me pareci¨® una boutade inoportuna y equivocada. Pero no creo que lo que sigui¨® fuera porque la realidad imitara al arte. El arte estaba sacando una fotograf¨ªa de algo que algunos quer¨ªamos ver diferente a como era.
S¨®lo en los pocos a?os que siguieron al Pacto de Ajuria Enea hubo en este pa¨ªs reconocimiento del otro, y hubo una pol¨ªtica orientada al aislamiento de los violentos. Pero aquello empez¨® a abandonarse ya en el segundo gobierno de coalici¨®n entre nacionalistas y socialistas. Luego vino Ermua, luego Lizarra, la tregua, su ruptura, el mirar una y otra vez a otro lado y las repetidas afirmaciones de que ETA era expresi¨®n de un malestar pol¨ªtico que s¨®lo podr¨ªa desaparecer con medidas pol¨ªticas.
Vuelvo al principio. Es leg¨ªtimo que cada uno tenga sus proyectos y que trabaje por conseguirlos, pero ser¨ªa conveniente que los gobernantes intentaran tomarse en serio la importancia de esos valores superiores del ordenamiento jur¨ªdico definidos en el art¨ªculo 1.1. de la Constituci¨®n Espa?ola: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo pol¨ªtico. No pretendo aqu¨ª hacer propaganda de la Constituci¨®n espa?ola, sino de dichos valores. Pueden los nacionalistas subir por su escalera, pero ser¨ªa bueno que tuvieran en cuenta que, por razones que no vienen al caso, hay demasiada gente en este Pa¨ªs Vasco que cree vivir con menos libertad de la que quisiera, cree que no es justo que se lleven a cabo determinadas pol¨ªticas, cree que es considerado ciudadano de segunda y cree que no se le reconoce su diferencia. Es verdad que no son la mayor¨ªa, pero igual no es bueno para nadie vivir en una sociedad as¨ª.
Javier Corcuera Atienza es Catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UPV-EHU.
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