Memoria hist¨®rica
Frente a lo que parece que ha sido la opini¨®n mayoritaria, no me pareci¨® incorrecto que en la pasada fiesta nacional el ministro Bono escenificara de forma aparatosa un acto de reconciliaci¨®n nacional. Parece inevitable que todo lo imaginado por este protagonista de nuestra pol¨ªtica est¨¦ rodeado de una sudorosa pomposidad provinciana, pero en Espa?a los actos de reconciliaci¨®n nunca vienen mal ni tampoco sobran. Muchos se?alaron el supuesto relativismo moral al poner en el mismo plano a un combatiente de la Divisi¨®n Azul y a otro de la Divisi¨®n Leclerc. Creo que ese juicio era incorrecto. Ning¨²n combatiente de la primera luch¨® por la libertad de los espa?oles o los rusos. Pero no se debe olvidar que la mayor¨ªa de los combatientes de la Leclerc eran comunistas o libertarios y ¨¦stos en 1944 ten¨ªan muy poco de dem¨®cratas, aunque mucho de antifascistas. Tampoco me pareci¨® mal que en el homenaje a Companys el presidente Maragall aludiera a los catalanes de derechas que fueron sumariamente ejecutados durante la Guerra Civil en el bando del Frente Popular.
El pasado vuelve siempre, qui¨¦rase o no, y era obligado que al llegar de nuevo al poder la izquierda se planteara de nuevo esta cuesti¨®n en Espa?a. El mero transcurso del tiempo lo hac¨ªa imaginable, pero adem¨¢s hab¨ªa surgido un cierto revisionismo hist¨®rico que lo facilitaba. Al margen de la labor de panfletistas de la derecha conviene recordar que en un documento del Ministerio de Defensa se situaba en 1953 (pactos con Estados Unidos) el comienzo de la apertura exterior espa?ola y el rumbo a seguir en la colaboraci¨®n con la superpotencia norteamericana. La memoria hist¨®rica puede servir para construir la paz, pero tambi¨¦n para todo lo contrario. Conviene no perder la ocasi¨®n para que el efecto sea positivo y no negativo.
Exige, en primer lugar, respeto a la verdad y voluntad de llegar a un acuerdo, no superposici¨®n de memorias partidistas. En la debatida cuesti¨®n de los papeles de Salamanca, tan pronta a ser resuelta ojal¨¢ que de forma definitiva, exige reconocer que esos bienes documentales fueron fruto del expolio y, a partir de esta constataci¨®n, llegar a un acuerdo que satisfaga a los intereses culturales. Deben ser muy tenidos en cuenta tanto m¨¢s cuando pueden ser ellos mismos un instrumento de reconciliaci¨®n. Hoy, despu¨¦s de un periodo largo de investigaciones iniciadas en un momento temprano, no existen tan grandes discrepancias hist¨®ricas como en el pasado. Nadie dir¨ªa que la clase media cat¨®lica o la izquierda del PSOE fueron culpables de la Guerra Civil, por ejemplo.
La memoria hist¨®rica exige, en segundo lugar, una labor no simplemente pasiva, sino activa. Quiz¨¢ esto nos ha faltado a partir de 1978 en la equivocada idea de que "echar al olvido" los motivos de discrepancias inclu¨ªa tambi¨¦n sepultar el recuerdo de personajes y acontecimientos dignos de un recuerdo ejemplarizante. Me refiero principalmente a cuanto se relaciona con la transici¨®n y sus antecedentes. ?Por qu¨¦, por ejemplo, no han existido en el nomencl¨¢tor de nuestras calles referencias al llamado "contubernio de M¨²nich", a Ridruejo, Gim¨¦nez Fern¨¢ndez o Rodolfo Llopis? Probablemente no hemos hecho un esfuerzo suficiente para compensar desde el punto de vista econ¨®mico a los perdedores de la Guerra Civil. Todav¨ªa hay muchas cuestiones pendientes -devoluci¨®n de patrimonio hist¨®rico, por ejemplo- relacionadas con ella. Faltan, en fin, instituciones dedicadas al estudio del periodo hist¨®rico m¨¢s reciente en que la democracia fue posible por el acuerdo en lo esencial entre los partidos pol¨ªticos.
Finalmente, la memoria hist¨®rica, si verdaderamente queremos sacar todo lo positivo que ella pueda darnos, puede llegar a hacernos part¨ªcipes del sentimiento de compunci¨®n o de culpa por un pasado del que no fuimos protagonistas. Recordar¨¦ un dato que puede parecer intrascendente. Con ocasi¨®n del aniversario de octubre de 1934, el diario La Vanguardia volvi¨® a publicar el extenso art¨ªculo que el director de entonces, el escritor Gaziel, hizo aparecer en sus p¨¢ginas. Gaziel se expresaba en castellano, pero era catalanista. En condiciones normales hubiera estado con Companys, pero ahora, no habiendo sido protagonista de los acontecimientos, sent¨ªa una profunda verg¨¹enza personal por lo sucedido.
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