Iv¨¢n busca un jefe que le contrate
Pocos inmigrantes indocumentados conocen la reforma prevista, mientras sigue aumentando el n¨²mero de reci¨¦n llegados
En la cola de una oficina municipal del padr¨®n, en Madrid, los inmigrantes opinan sobre la reforma de la Ley de Extranjer¨ªa que les puede facilitar la vida.
"Si fuera verdad, estar¨ªa bien, pero hasta que no lo vea no lo creo", dice Vanessa, brasile?a de 30 a?os, los tres ¨²ltimos pasados en Espa?a. Es esc¨¦ptica porque ha escuchado "muchos rumores que luego no se han cumplido". Las dos cr¨ªas que dej¨® atr¨¢s, en su pueblo cerca de S?o Paulo, azuzan el tes¨®n de esta mujer por progresar a pesar de haber tenido que trabajar en tres restaurantes, siempre sin contrato. "Aqu¨ª hay trabajo, pero lo del contrato, ?ay!, eso ya es otra cosa; los amos eran buenos pero no pod¨ªa quedarme mucho tiempo porque no pod¨ªan tener a alguien ilegal". Ahora, al saber que la incertidumbre puede terminar, Vanessa junta las manos, mira al cielo, y cuenta su sue?o de trabajar sacando belleza del rostro de las se?oras, "en Murcia, con una fisioterapeuta amiga que me contratar¨¢ como esteticista si consigo los papeles". Entonces podr¨¢n venir las ni?as, "para darles una buena educaci¨®n".
Mohamed anda despistado. Con s¨®lo un mes en Espa?a, sin hablar palabra de espa?ol, este bangladesh¨ª de 20 a?os sonr¨ªe cuando se le explica la reforma, sin entender su trascendencia. La urgencia de su situaci¨®n no le permite plantearse m¨¢s futuro que el de encontrar un trabajo. "No work, no family, no friends". Mohamed no tiene trabajo, ni familia, ni amigos. El chico es carne de explotaci¨®n. Un compatriota de mirada turbia que le acompa?a asegura que le va a poner a trabajar. "Quiero ser camarero"; Mohamed sigue sonriendo.
Llegan Patricia y Katia, lime?as en la treintena. Son un ejemplo de emigrantes cualificadas que trabajar¨¢n "en lo que sea" mientras brujulean por los vericuetos administrativos buscando la homologaci¨®n de sus t¨ªtulos universitarios. Patricia, llegada hace dos meses y medio, es psic¨®loga y se dedica a cuidar "a un ni?o especial"; Katia, contable con 13 a?os de experiencia, trabaja en una empresa de nutrici¨®n "dando consejos sobre alimentaci¨®n sana" desde que lleg¨® a Espa?a hace tres semanas. De los inmigrantes consultados, las dos amigas son las ¨²nicas que han o¨ªdo hablar del pr¨®ximo cambio legislativo, y est¨¢n contentas. "Lo que hemos visto desde que nos instalamos aqu¨ª ha sido mucho abuso y explotaci¨®n; la reforma ser¨¢ positiva para poder estar tranquilas y trabajar honradamente". Antes de marcharse, Patricia y Katia piden algo al Gobierno: "Que Espa?a d¨¦ oportunidades a los emigrantes cualificados; no es justo que s¨®lo miren de qu¨¦ pa¨ªs vienes, y no qui¨¦n eres. Los profesionales mejoraremos esta econom¨ªa".
Iv¨¢n huye de la c¨¢mara. Se esconde hasta de su nombre real. Tiene 25 a?os, mil problemas, poco dinero y mucho miedo. La inmigraci¨®n es una apuesta arriesgada en la que el b¨²lgaro Iv¨¢n se jug¨® su patrimonio ("la tierra de mi padre") para acabar conociendo que la miseria moral abunda en el dorado Occidente de las pel¨ªculas, justo al lado de las riquezas que promet¨ªa el televisor. "?Papeles?, no, no, papeles nada". Iv¨¢n asegura haber trabajado ("mejor no te digo en qu¨¦") para la mafia que le ayud¨® a pasar fronteras desde que lleg¨® en 2000 hasta el a?o pasado. Cuando se libr¨® de sus deudores, fue a caer en las manos de un tipo que le tuvo trabajando de sol a sol acarreando chatarra. Iv¨¢n hac¨ªa las veces de gr¨²a, fue soldador, y pasaba las noches de guardia con dos perros, todo lo que hiciera falta y a cualquier hora, por supuesto, sin gozar de derecho alguno y a cambio de "una paga de mierda". El chaval no sabe c¨®mo va a demostrar que se ha dejado la piel en un descampado para conseguir legalizar su situaci¨®n. Iv¨¢n busca "un jefe" que le contrate para enderezar su suerte.
Ariel, paraguayo de 22 a?os y aspirante a futbolista, aterriz¨® en Barajas hace s¨®lo una semana. "Sin papeles no ser¨¢ f¨¢cil, pero vengo a trabajar". No tiene noticia de la reforma que se avecina. Sin efecto llamada que valga, la inmigraci¨®n no cesa. Ariel comienza su aventura.
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