El japon¨¦s Kore-eda exhibe su fuerza y coherencia en 'Nadie sabe'
Tres pel¨ªculas a concurso, la japonesa Nadie sabe, de Hirokazu Kore-eda; la argentina Buena vida Delivery, del debutante Leonardo di Cesare, y la francosuiza Tout un hiver sans feu, de Greg Zglinski, sirvieron ayer para mantener el nivel del inter¨¦s de la secci¨®n oficial de esta 49? edici¨®n del Festival Internacional de Valladolid. Cada una a su manera, las tres proponen acercamientos, desde ¨¢ngulos muy diferentes, a aspectos vidriosos o traum¨¢ticos de la vida familiar.
El m¨¢s impactante de los tres t¨ªtulos es el de Kore-eda, no s¨®lo por su argumento, la lucha por la supervivencia de cuatro ni?os peque?os abandonados a su suerte por una madre tan infantil como atolondrada, sino sobre todo por el tratamiento de su director, realista pero sin la menor concesi¨®n al sentimentalismo.
Centrada en el personaje del hermano mayor, con quien el jovenc¨ªsimo Yuya Yagira logr¨® el premio de interpretaci¨®n en Cannes, la pel¨ªcula crea un ritmo denso y envolvente, especialmente apto para hacer digerible no s¨®lo su largometraje (dos horas y veinte minutos), sino tambi¨¦n su radical apuesta. Porque de lo que aqu¨ª se trata no es tanto de denunciar la indefensi¨®n de la infancia cuanto de mostrar la potencialidad del ser humano para adaptarse a las m¨¢s adversas circunstancias, aunque su lucha sea rabiosa y en condiciones desfavorables.
Frente a la coherencia y la fuerza de Nadie sabe, las otras dos propuestas de ayer se quedan en un plano menor. Tiene inter¨¦s el filme suizofranc¨¦s, porque a pesar de su aire desangelado y tremendo -cuenta la historia de la disoluci¨®n de una pareja como consecuencia de la muerte de su hija de cinco a?os- es salvado por una f¨¦rrea puesta en escena que no transige en absoluto con el lagrim¨®n o el tremendismo. Y tampoco le falta gracia a Buena vida Delivery, que muestra de qu¨¦ manera un joven enamorado ve c¨®mo su hogar es literalmente tomado por la aprovechada familia de su novia, aunque su director, Leonardo di Cesare, deja demasiados cabos sueltos y se permite alguna que otra facilidad a la hora de hacerse con la sonrisa del respetable.
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