"?Por qu¨¦ me obligan a elegir entre mi religi¨®n y el estudio?"
"Obligarnos a elegir entre nuestra religi¨®n y los estudios es inhumano". Sentada en un poyo frente a la verja del instituto Louis Armand, del que fue expulsada hace una semana, esta muchacha de 16 a?os es de las musulmanas que no han aceptado acudir a clase sin el velo isl¨¢mico. Por ello, Man¨¨le Boufrioua, nacida en Francia, de padre argelino, fue excluida el mismo d¨ªa en que su hermana Dunia, de 12 a?os, se vio condenada a no pisar su colegio. Atrapadas entre la forma de vivir la religi¨®n y las actuales normas de la laicidad, las dos han perdido el ¨²nico ascensor social que pod¨ªa haberles sacado de la marginaci¨®n.
En Alsacia, como en otros sitios, los directores de centros dudaron durante semanas tomar esta decisi¨®n. De repente, varios consejos de disciplina fueron celebrados sucesivamente la semana pasada. Philippe Guittet, portavoz del principal sindicato de directores de centros, describe a sus compa?eros en una situaci¨®n dif¨ªcil, frente a casos de alumnas cuya vestimenta no se ajusta a la norma y en la obligaci¨®n, a la vez, de hacer respetar la ley. La comunidad educativa considera las exclusiones como "un fracaso", pero la ley es la ley.
"Quiero que me acepten en la escuela como soy, quiero un futuro como todo el mundo"
"Yo quer¨ªa ser m¨¦dico, pero me dec¨ªan que mi ropa era demasiado tradicional"
Tales argumentos est¨¢n muy lejos de lo que dicen las excluidas y sus familias. "La educaci¨®n es la que debe ser laica, no los alumnos. ?Por qu¨¦ me obligan a elegir entre mi religi¨®n y el estudio?", se pregunta Man¨¨le. En realidad el Estado no le pide que reniegue de nada, sino que acuda a clase sin prenda alguna que denote su religi¨®n. Pero ella no lo acepta. Abdel-Hakim Boufrioua, padre de las dos hermanas expulsadas, sufre las dos primeras bajas escolares en una familia de seis hijos, un golpe para un hombre que dice contar con estudios superiores, pero cuya situaci¨®n econ¨®mica no parece boyante.
El sol oto?al que ba?a este rinc¨®n de Alsacia contribuye a dulcificar la imagen de la desolaci¨®n ofrecida por las chicas excluidas. La escena se desarrolla en medio de un barrio perif¨¦rico de Mulhouse, donde se hacinan 15.000 personas en enormes bloques de cemento armado, que contienen alojamientos baratos en los que intenta sobrevivir una poblaci¨®n procedente de los cuatro puntos cardinales del planeta. Losetas destrozadas y muestras de humedad; ni bares, ni tiendas, ni quioscos; s¨®lo unos barracones desperdigados, uno de los cuales pone "capilla", en medio de los ¨¢rboles. Aqu¨ª viven desde la mano de obra de las factor¨ªas de los alrededores -autom¨®viles, qu¨ªmica- hasta las v¨ªctimas del paro y los destinatarios de la asistencia social.
Las dos chicas expulsadas nacieron en Francia, aunque su padre, tambi¨¦n nacido aqu¨ª, ha conservado la nacionalidad argelina como hijo de un militante del Frente de Liberaci¨®n de Argelia (FLN), muerto en la guerra de la independencia contra los franceses. Se declara pr¨®ximo al actual partido de gobierno en Argelia y contrario al integrismo: al saber que habla con un periodista espa?ol, condena inmediatamente los atentados terroristas del 11-M en Madrid y reflexiona sobre el radicalismo que puede apoderarse de la juventud musulmana por "injusticias" como las sufridas por sus hijas.
El cabeza de familia se considera hasta cierto punto afortunado, porque los tres reto?os siguientes son varones y, por tanto, menos susceptibles de caer bajo el peso de la ley de los "signos religiosos". Lo cual subleva un poco m¨¢s a las reci¨¦n expulsadas: "La ley ha sido hecha contra las mujeres. A ellos (los chicos) no les va a pasar nada por ser musulmanes", razonan. Una de sus amigas, Sarra, en capilla para el siguiente lote de expulsiones, se une al grupo: "Nos dicen que tenemos que quitarnos el velo para no someternos a los hombres, ?y qu¨¦ otra soluci¨®n nos queda que caer en manos de alguien, si ni siquiera nos permiten ir a clase?".
Mal¨¨ne y Dunia aseguran que su padre les hab¨ªa aconsejado quitarse los velos, pero ellas no aceptan que sea mejor vestirse al estilo occidental, aunque s¨®lo sea para salvar la escolaridad. "El 7 de septiembre decid¨ª cambiar el velo por un bandana" (pa?uelo pirata), cuenta Mal¨¨ne. "Fui a decirle al director que as¨ª pod¨ªa volver a clase, pero me dijo que no, que si no me lo quitaba, esto era un signo religioso prohibido por la ley. En la reuni¨®n anterior ya me hab¨ªa dicho que mis vestidos eran demasiado largos y que calzaba babuchas tradicionales de Marruecos".
Mal¨¨ne es de las que no hizo deporte en los cursos anteriores: "Me dispensaron por un problema de espalda". En cambio, su amiga Sarra, de 15 a?os, cubierta igualmente de la cabeza a los pies, se descubre como una yudoka. "He hecho judo siete a?os, al principio como actividad extraescolar y despu¨¦s en una secci¨®n especial para los buenos en esta disciplina, que contaba para mi nota".
Si es duro expulsar a adolescentes de 15 ¨® 16 a?os, la medida resulta particularmente grave cuando las expulsadas estaban empezando el equivalente a primero de ESO. Esto es el caso de Dunia, hermana de Man¨¨le, que se puso el velo el a?o pasado. "Este a?o (los profesores) quisieron que me lo quitara y yo dije que no. Me llevaron a una sala, me leyeron la ley y la directora me dijo que lo que yo llevaba era un signo religioso ostensible. Convoc¨® a mi padre y le dijo que hab¨ªa que respetar la ley. Entonces me quit¨¦ el velo, porque dec¨ªan que era un signo ostensible, y me coloqu¨¦ un bandana. Pero tampoco lo aceptaron y siguieron diciendo que era un signo religioso".
Puede parecer una iron¨ªa, pero esta conversaci¨®n se desarrolla frente a un cartel de grandes dimensiones, instalado en un panel sobre la carretera de acceso, en el que una ni?a, con un bandana en la cabeza, avala un determinado eslogan publicitario. La expulsada protesta: "Cuando la bandana la lleva una que no es musulmana, dicen que eso es una moda y no pasa nada. Pero si el bandana lo lleva Dunia, entonces dicen que el m¨ªo es un signo religioso ostensible, me mandan al consejo de disciplina y me echan del colegio".
Ning¨²n signo de timidez por parte de esta ni?a a la hora de explicarse, mientras deja ver el corrector dental que, como tantas otras chicas, le hab¨ªan colocado. Pero ella no es como las dem¨¢s, porque a los ojos de la autoridad acad¨¦mica, insiste en violar una ley. "Para mi, estudiar era importante", afirma. "Yo quer¨ªa ser polic¨ªa. Despu¨¦s dud¨¦, cuando me dijeron todo esto de que el velo es un signo religioso ostensible y que est¨¢ prohibido". En todo caso, s¨®lo ha podido conocer las bases de la ense?anza, los cursos de primaria.?Ponerse el velo le parece m¨¢s importante que progresar en la escolaridad? "No, pero quiero que me acepten en la escuela como soy", contesta Dunia, mientras su hermana mayor interviene: "Nadie deber¨ªa colocarte ante esa opci¨®n".
Dunia no quiere ser una marginada. "Intentar¨¦ seguir por correspondencia", dice, como si fuera la ¨²ltima tabla de salvaci¨®n. "Quiero seguir estudiando, quiero tener un oficio. No quiero estar en paro ni quedarme en casa para no hacer nada u ocuparme de la cocina. Quiero un futuro, como todo el mundo". Desde luego, no es lo mismo Par¨ªs que este y otros guetos de Francia, donde no hay nada que recuerde a los Campos El¨ªseos; ni siquiera al centro de Mulhouse, la ciudad en la que viven unas 120.000 personas, a unas decenas de kil¨®metros de la frontera suiza.
Dunia confiesa haber bajado en su rendimiento escolar durante el a?o pasado, seg¨²n ella a causa de las preocupaciones sobre los debates de la laicidad. No es el caso de todas ellas. Julud se ve fuera del colegio, a los 12 a?os, pese a los boletines de notas que muestra su padre (lleno de calificaciones equivalentes a notables y sobresalientes), subrayadas con las palabras "excelente" y "felicitaciones" en letras capitales, escritas por sus profesores de pu?o y letra. "Yo quer¨ªa ser m¨¦dico", se lamenta la ni?a.
"Me dec¨ªan que mi ropa era muy tradicional", explica Julud, refiri¨¦ndose a los responsables del colegio que la han puesto en la calle. "?Y por qu¨¦ no puedo llevar faldas largas? ?Es que es obligatorio llevar minifaldas o pantalones ajustados, como las princesas de ojos azules? ?Por qu¨¦ no puedo estudiar sin ocultar mi cuerpo? ?Es que no es m¨ªo?", suelta la muchacha, una pregunta tras otra. Fortas Lazhar, su padre, no cuenta con recursos para pagarle el colegio privado con el que otras familias m¨¢s acomodadas resuelven el problema. Profesor de tecnolog¨ªa en su Argelia natal, y obrero de Peugeot en Francia, el porvenir es duro cuando se tienen cuatro hijas, la mayor ya expulsada.
El padre de las otras excluidas, Abdel-Hakim Boufrioua, habla de recurrir ante la autoridad acad¨¦mica e imagina que podr¨ªa llegar hasta el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Quiz¨¢, por todo ello no puede evitar un punto de iron¨ªa: "?Verdad que la laicidad es hermosa?"
"No s¨¦ lo que vamos a hacer", comenta este hombre que da vueltas a la idea de inscribir a las chicas en el Centro de Ense?anza a Distancia, la ¨²nica alternativa que da el sistema p¨²blico franc¨¦s a los excluidos de sus escuelas. A diferencia de los centros de confesi¨®n cat¨®lica o jud¨ªa, "s¨®lo hay un instituto musulm¨¢n en Francia, el de la ciudad de Lille", en el norte del pa¨ªs, muy alejado f¨ªsicamente de Mulhouse, seg¨²n este hombre. "Habr¨ªa que organizar una asociaci¨®n de afectados", dice, o pedir plaza en una escuela cat¨®lica, por supuesto privada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.