Acumulaci¨®n de cortos

Jim Jarmusch ha convertido un sencillo, eficaz y jocoso cortometraje en un innecesario, irrelevante y reiterativo largometraje. El que fuera uno de los gu¨ªas del cine independiente americano de los ochenta y noventa gracias a cintas como Mistery Train (1983) o Noche en la tierra (1991), parece hoy estancado en una rueda de molino que le hace repetir los mismos esquemas sin el acierto y la frescura de entonces. Cinco a?os despu¨¦s de su ¨²ltima obra, la notable Ghost Dog, Jarmusch estrena Coffee and cigarettes, filme basado en la simple acumulaci¨®n, compuesto por 11 cortos con la nicotina, el humo, las cucharillas y, sobre todo, la conversaci¨®n como eje central.

La pel¨ªcula, que contiene tres piezas antiguas y ocho realizadas expresamente para esta producci¨®n, suena m¨¢s a divertimento entre amigos y a operaci¨®n comercial en un momento de anquilosamiento creativo que a verdadero trabajo con intenciones cinematogr¨¢ficas. Entre los cortos recuperados destaca el que constituy¨® la semilla original, realizado en 1986 y protagonizado por Steven Wright y un desternillante Roberto Benigni. El de 1989, siempre con el mismo t¨ªtulo y esta vez con Steve Buscemi como intermediario, carec¨ªa de la insolencia del anterior. Mientras que el de 1993 s¨ª encerraba cierta chispa, aunque m¨¢s por culpa de la arrolladora personalidad de sus actores (los cantantes Iggy Pop y Tom Waits se interpretaban a s¨ª mismos) que por la verdadera val¨ªa de la pieza.

Sin embargo, de los ocho cortos nuevos, s¨®lo uno alcanza un buen nivel: el protagonizado por Alfred Molina y Steve Coogan, con una mordaz cr¨ªtica de los artistas, sus egos y la falsedad que preside (habitualmente) sus relaciones sociales. De los dem¨¢s, s¨®lo se salva el inter¨¦s medi¨¢tico (porque el corto es una estupidez) que puede tener el desempe?ado por los hermanos componentes del grupo de rock The White Stripes (ambientado en un caf¨¦ coronado por un cuadro con una presidencial imagen de Lee Marvin), y, si acaso, la duplicidad interpretativa de Cate Blanchett en la pieza bautizada como Cousins, donde la actriz se desdobla como ella misma (con glamour, clase, poder¨ªo y con los pies en el cielo) y como una supuesta prima suya (hortera, ordinaria y con los pies en el barro).

A todo ello se a?ade que, al estar rodados bajo el mismo esquema cinematogr¨¢fico (plano, contraplano, plano general, plano cenital de la mesa con los caf¨¦s y los cigarrillos), sin apenas movimientos de c¨¢mara ni movilidad interna en el encuadre, la pel¨ªcula se convierte en exceso redundante. Hay montones de excelentes cortos basados en una conversaci¨®n, pero 12 seguidos (y con una calidad cuestionable) terminan resultando un fastidio.