"Las elecciones ser¨¢n robadas. Por Bush"
Gore Vidal a¨²n est¨¢ viendo la retransmisi¨®n de uno de los debates televisivos entre George W. Bush y John Kerry cuando recibe al periodista en un hotel de Berl¨ªn al lado de la Puerta de Brandeburgo. Ha venido a la capital alemana con motivo de un festival internacional de literatura. En Espa?a, recientemente, public¨® La invenci¨®n de una naci¨®n. Washington, Adams y Jefferson (Anagrama), un ensayo hist¨®rico en el que, una vez m¨¢s, recorre los a?os fundacionales de Estados Unidos. Si en el libro nunca pasan m¨¢s de diez p¨¢ginas sin que Vidal arranque a despotricar en contra del actual inquilino de la Casa Blanca, en la entrevista es cuesti¨®n de pocos minutos. Public¨® su primer libro en 1946, tiene 79 a?os y desde que se le estropeara la rodilla -"me han puesto una nueva, de titanio"- ya no puede disfrutar de la vista sobre el golfo de Salerno en su m¨ªtica mansi¨®n de Ravello (Italia). Ahora vive en Los ?ngeles, donde antes s¨®lo pasaba temporadas.
"Los medios de comunicaci¨®n est¨¢n corrompidos"
PREGUNTA. ?Qu¨¦ le ha parecido el debate?
RESPUESTA. Habr¨¢ que leer la transcripci¨®n, pero desde luego tengo mis opiniones sobre cada uno de ellos. Me preocupa mucho c¨®mo John Kerry asimila todo lo que ¨¦l cree que pueda servir para ganar las elecciones. Algunas de las cosas que dice no son ciertas, pero ¨¦l cree que son populares, y por eso las dice. A ratos incluso parece estar de acuerdo con George W. Bush.
P. Como la guerra preventiva.
R. S¨ª. Eso no s¨®lo va en contra de la tradici¨®n de cualquier naci¨®n civilizada en el mundo, sino en contra de nuestro ethos nacional. Y Kerry lo sabe. ?Por qu¨¦ Kerry no ataca, en cambio, la noci¨®n misma de guerra preventiva? No lo hace porque Bush entonces dir¨ªa [Vidal comienza a imitar el acento tejano del presidente]: "?stos son sujetos peligrosos, est¨¢n construyendo bombas at¨®micas, las tirar¨¢n encima de nosotros, est¨¢n a punto de atacarnos, en cinco minutos estar¨¢n aqu¨ª. Tenemos que adelantarnos". "?Y c¨®mo sabe usted todo esto, se?or presidente?". "Porque un taxista me lo cont¨®". "Aj¨¢, un taxista. ?Recuerda su nombre?". "No, pero ya averiguar¨¦ cu¨¢l taxi fue...
". La guerra preventiva es un pretexto para ejercer de tirano. En una guerra se requieren dos pa¨ªses. Nosotros s¨®lo somos uno. Uno que con tal de militarizarse y borrar de un plumazo las libertades ciudadanas, le ha declarado la guerra al resto del mundo. La base de nuestra Constituci¨®n es que el ciudadano, sin el debido proceso judicial -¨¦sa es la frase crucial-, no puede ser privado de su vida, libertad o propiedad. Con el Patriot Act esto se ha vuelto obsoleto.
P. ?Ha perjudicado a Kerry que Bush lo acuse de inconsistente?
R. Ha sido una estrategia efectiva, por supuesto. Recuerde que los estadounidenses no saben nada de pol¨ªtica, nada de geograf¨ªa y nada de historia. El problema de fondo es que nuestros medios de comunicaci¨®n est¨¢n totalmente corrompidos, y transmiten una visi¨®n del mundo completamente desquiciada. As¨ª, nuestra gente no puede formarse un juicio. Tampoco cuenta con puntos de comparaci¨®n. No tenemos vecinos. Estamos solos en un continente junto con los mexicanos, que son tan distintos a nosotros, y los canadienses, que a veces son bastante razonables, pero a los que rara vez hacemos caso.
P. Usted, en todo caso, apoya a John Kerry, ?no es cierto?
R. Quiero que gane, s¨ª, pero sobre todo quiero que pierda Bush.
P. ?Votar¨¢? No suele hacerlo.
R. No lo he hecho desde 1964, cuando vot¨¦ por Lyndon B. Johnson, el candidato de la paz . Esta vez habr¨¢ que hacerlo. Es muy importante librarnos de esta gente. Aparte de sus afinidades con el crimen -empresa Halliburton, digo, o grupo Carlyle- es una maldici¨®n que toda una naci¨®n acabe involucrada con esta cala?a de gente. Cuanto antes se vayan, mejor.
R. Porque a medida que pasa el tiempo m¨¢s averiguo. Creo que lo m¨¢s dram¨¢tico que descubr¨ª en este trabajo fue la predicci¨®n de Benjamin Franklin. Aunque nunca entrara en detalles -estaba viejo y muri¨¦ndose-, a ¨¦l no le gust¨® la Constituci¨®n. Sin embargo, quiso que se aprobase para poder formar inmediatamente un Gobierno. Adem¨¢s, predijo que esta Constituci¨®n acabar¨ªa en un fracaso y en el despotismo. Y as¨ª ha ocurrido.
P. Franklin relacionaba el despotismo con la corrupci¨®n popular.
R. S¨ª, predijo que una vez que el pueblo se haya corrompido, el despotismo ser¨ªa la ¨²nica forma de gobierno "apropiada"... Vale, se siguen convocando elecciones. Pero tambi¨¦n las elecciones desde hace mucho tiempo se han corrompido. Lo ¨²nico de lo que puede escribir la prensa es de qui¨¦n recaud¨® cu¨¢nto dinero. A eso lo llamo corrupci¨®n. Cuando en 1800 Thomas Jefferson se enfrent¨® a John Adams nadie habl¨® de la financiaci¨®n de sus campa?as. Jefferson representaba toda una visi¨®n de mundo y Adams, otra.
R. Eso me recuerda al enfermo terminal de c¨¢ncer al que se le pregunta cu¨¢ndo fum¨® su primer cigarrillo. De lo que se trata es de entender lo que sali¨® mal, diagnosticar la enfermedad, incluso si ya es demasiado tarde para hacer algo. Es interesante ver cu¨¢ndo se jodi¨® Per¨² y c¨®mo se hubiera podido evitar. Una vez que se hace, se comienza a pensar en medidas correctivas. Claro que para eso est¨¢ el cirujano, y el m¨¦dico-historiador que hizo el diagn¨®stico se puede marchar a casa.
P. ?Cu¨¢les fueron las enfermedades ya entonces presentes?
R. Una cosa que hago es plantearme las intenciones de quienes escribieron la Constituci¨®n. En el fondo, son irrelevantes: esta gente est¨¢ muerta, no nos puede influenciar m¨¢s, a nadie le importan estas intenciones. Pero sobre todo el ala conservadora de la Corte Suprema se la pasa busc¨¢ndolas. Yo mantengo que estas intenciones, casi siempre, fueron malas. Me encanta subrayarlo, aunque s¨®lo sea para contradecir alguna de las decisiones m¨¢s alucinantes de la Corte Suprema. Los autores de la Constituci¨®n creyeron en valores como la esclavitud, en la superioridad de los blancos sobre los indios, y en toda suerte de otras locuras.
R. Guardando las distancias, s¨ª. Fue un cap¨ªtulo muy oscuro de nuestra historia. Ahora lo estamos repitiendo a escala mayor. Las leyes de sedici¨®n s¨®lo estuvieron vigentes durante cerca de un a?o, pero hicieron mucho da?o. Mucha gente fue a prisi¨®n por criticar al presidente. Creo que veremos m¨¢s de lo mismo.
P. ?Estados Unidos ya entonces tend¨ªa a la paranoia?
R. La paranoia forma parte de la historia humana. Es la necesidad de estar alerta, hay quien la tiene muy marcada y hay quien no la tiene. La gente que rodea al presidente sabe que requiere de armas para defenderse de sus enemigos. Pueden iniciar una guerra, por ejemplo, y reclamar los poderes extraordinarios previstos en la Constituci¨®n. Abraham Lincoln as¨ª lo hizo: invoc¨® necesidades militares cuando liber¨® a parte de los esclavos. Pero lo de las necesidades militares fue mentira. Era una medida de relaciones p¨²blicas. Europa, entonces, se estaba distanciando del Norte porque Lincoln todav¨ªa no hab¨ªa liberado a los esclavos. Hasta entonces, ¨¦l afirmaba que no ten¨ªa derecho a hacerlo. Los esclavos eran propiedad privada, y para el presidente esto era sagrado. No es esto una posici¨®n demasiado noble, ?verdad?
P. ?La paranoia -o la necesidad de estar alerta- no aumenta en un imperio, como usted mismo define Estados Unidos?
R. Los imperios, para expandirse, requieren de enemigos. Si no se expanden, si no ganan en energ¨ªa, en calor, acaban encogi¨¦ndose, enfri¨¢ndose, atrofi¨¢ndose. Y la atrofia es el enemigo del imperio, y de la vida. As¨ª que nos la pasamos detectando enemigos para expandir.
R. Bueno, los imperios no duran demasiado. Se derrumban mucho m¨¢s r¨¢pido de lo que sol¨ªa suceder antes. Roma cont¨® con 400 o 500 a?os. El imperio brit¨¢nico, con 140 a?os. Y nosotros ya nos estamos acabando.
P. ?Est¨¢ convencido de ello?
R. S¨ª, el imperio, sencillamente, est¨¢ resultando prohibitivo. As¨ª es como tambi¨¦n acab¨® Roma. Al final, ya no tuvo suficientes soldados. Tuvo que importar combatientes alemanes. ?stos nunca hab¨ªan sido conquistados; fueron comprados como mercenarios. Como describo en Juli¨¢n, la mayor¨ªa de los comandantes militares de este emperador fueron alemanes. Nunca pudo estar seguro de su lealtad. De hecho, acab¨® asesinado por una conspiraci¨®n del ej¨¦rcito.
R. En este caso, revis¨¦ muchos documentos antiguos y me top¨¦ con un lenguaje maravilloso. ?Para qu¨¦ parafrasear, si contaba con citas perfectas? Yo no invent¨¦ nada en este libro, y eso le concede mucho m¨¢s peso. Esta gente era muy capaz. Y, sin embargo, manten¨ªa todas sus contradicciones. Jefferson y su hipocres¨ªa siempre me han divertido mucho.
P. Esto de prestar tanta atenci¨®n a los motivos y a las contradicciones personales es un enfoque muy novel¨ªstico ?o no?
R. Es tambi¨¦n el enfoque que escoger¨ªa un historiador marxista. Yo no lo soy, pero tambi¨¦n en la cr¨ªtica literaria siempre me ha atra¨ªdo esta perspectiva, la de preguntarse por qu¨¦. ?Por qu¨¦ hicieron esto o aquello? ?Cu¨¢les fueron sus motivaciones? Casi siempre son razones ego¨ªstas o intereses materiales. Siempre es bueno comenzar por algo s¨®lido: George Washington quiso abandonar la pol¨ªtica y por eso se cas¨® con una viuda rica. Thomas Jefferson no quiso abolir la esclavitud porque su supervivencia como propietario de una plantaci¨®n depend¨ªa de sus esclavos. Hamilton se cas¨® con una mujer arist¨®crata y luego se la pas¨® follando por ah¨ª.
P. Lo de los motivos personales ?vale tambi¨¦n para usted y su obra? ?No ser¨¢ que algunas de posturas tienen un trasfondo personal? Llama la atenci¨®n, por ejemplo, su animadversi¨®n a The New York Times, que en los cuarenta y cincuenta no rese?¨® sus libros.
R. S¨ª, desde luego, siempre se parte de la experiencia personal. Yo fui saboteado por The New York Times y fue por La ciudad y el pilar de sal [una de las primeras novelas abiertamente gays de la literatura estadounidense]. Su cr¨ªtico m¨¢s importante, el se?or Prescott -un hombre que pod¨ªa hacer y deshacer libros-, le dijo a mi editor: "Yo nunca m¨¢s volver¨¦ a leer y mucho menos rese?ar alg¨²n libro de Gore Vidal. Si yo fuese usted, lo despedir¨ªa como autor". De mis siete siguientes libros, ni uno s¨®lo fue rese?ado por The New York Times, y, en consecuencia, tampoco por Time o Newsweek. Yo era una no-persona. Tengo una personalidad combativa. Desde entonces, cada vez que puedo, voy a por ellos.
R. No. Los editores de ese peri¨®dico son est¨²pidos desde hace generaciones. Llevo 60 a?os observ¨¢ndolos. Siguen siendo malos. Sencillamente, no entienden el mundo que describen. El mayor esc¨¢ndalo de estas elecciones presidenciales y probablemente el ¨²nico asunto que el mundo recordar¨¢ ser¨¢ el sistema electr¨®nico de votaci¨®n. Sin papeletas que se puedan volver a contar, estos dispositivos ya no dejan huellas materiales. Pueden ser f¨¢cilmente manipulados. Esto, muchos lo sabemos y lo hemos descrito en publicaciones como The Nation. The New York Times o The Washington Post, en cambio, hasta hace muy poco ni siquiera han querido tocar el tema. La prensa cortesana intenta ignorarlo, pero las elecciones ser¨¢n robadas. Por Bush".
BIBLIOGRAF?A
La invenci¨®n de una naci¨®n: Washington, Adams y Jefferson (Anagrama).
Sexualmente hablando (Debolsillo).
La ciudad y el pilar de sal
(Debolsillo y
Mondadori).
So?ando la guerra (Anagrama).
El ¨²ltimo imperio (S¨ªntesis).
Patria e imperio: ensayos pol¨ªticos (Edhasa).
Juliano el ap¨®stata (Edhasa).
Myron
(Mondadori).
Una memoria (Mondadori).
Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n
(Edhasa).
Hollywood
(Edhasa).
Imperio (Edhasa).
Lincoln (Edhasa).
Mes¨ªas (Minotauro).
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