Sin rumbo fijo por las calles de Par¨ªs
De la Rue Richelieu al barrio de Le Marais, un sorprendente itinerario a pie
Par¨ªs, esa ciudad que contin¨²a siendo una gran ciudad aunque ya no sea "la gran ciudad" -Nueva York y Londres la han superado como faros de la cultura occidental-, se presta como pocas a que el turista se disfrace de fl?neur. El paseante, cuando sale de su casa -en este caso, del hotel, preferiblemente de oferta-, camina sin objetivo alguno que cumplir, sin rumbo, dispuesto a que sea la ciudad, y no la gu¨ªa, quien le sorprenda, seduzca o avasalle. El fl?neur sale de paseo cuando le da la real gana, y regresa a su madriguera cuando se aburre, recuerda que tiene algo que hacer o simplemente est¨¢ fatigado. Y le emociona m¨¢s encontrarse con el cierre azul cielo de un local, una placita semiescondida o un perro callejero, que detenerse a contemplar las reminiscencias hist¨®ricas que jalonan la ciudad, coto privado del turista. Seg¨²n Walter Benjamin, el fl?neur es una creaci¨®n genuina de Par¨ªs, ciudad capaz de convertirse en un paisaje que se abre, y en un sal¨®n que lo encierra. As¨ª, de falso fl?neur, propongo un paseo en el que, casualmente, se cruzan algunas de las plazas o jardines m¨¢s emblem¨¢ticos de Par¨ªs.
POR EL PALAIS ROYAL
Desayunar fuera del hotel suele resultar muy agradable, sobre todo si te encuentras con un lugar como Le Pain Quotidien, que ofrece una sabrosa variedad de panes -acompa?ados de su correspondiente croissant-, mermeladas, confituras y pastas de untar. El ¨²nico problema consiste en que, ah¨ªto, decidas que el paseo acaba all¨ª mismo, donde lo vas a comenzar. Bajo por la calle de Richelieu a paso vivo, siguiendo disimuladamente a una esbelta ejecutiva parisiense que lleva un portafolios de cuero gastado -un hombre le espeta "girafe!" a su paso-, y, tras unos giros, descubro que su traje de corte cl¨¢sico quiz¨¢ esconda un alma rom¨¢ntica. Me ha llevado hasta los bellos jardines del Palais Royal, hasta aquellos ¨¢rboles que Cocteau y Collette, los m¨¢s c¨¦lebres moradores del Palais en el siglo pasado, miraban desde las ventanas de sus apartamentos. Bajo los soportales, aparte de algunas oficinas gubernamentales, hay restaurantes, anticuarios, galer¨ªas de arte un tanto impresentables y una fabulosa tienda de soldados de plomo, Les Drapeaux de France.
He perdido de vista a la ejecutiva; tomo la Rue de Rivoli, que corre junto a la mole del Louvre, y me introduzco en los jardines de las Tuller¨ªas, donde algunos parisienses desocupados ven pasar el d¨ªa sentados en bancos de metal. Cruzo al otro lado del Sena, una masa de agua gris¨¢cea que parece una serpiente aletargada, y tomo el bulevar Saint-Germain.
POR SAINT-GERMAIN-DES-PR?S
?ste es un barrio que pretende conservar un esp¨ªritu libertario, intelectual, refinado y bohemio que ya qued¨® atr¨¢s -ahora es sencillamente refinado-, y que abomina de los turistas y de las tiendas de moda que los atraen como moscas. Lo cierto es que por sus calles uno tiene la sensaci¨®n de cruzarse con verdaderos parisienses, tan serios, llevando la baguette y la bolsa de la compra con gran elegancia. Entro en la librer¨ªa La Hune, situada entre los renombrados caf¨¦s Flore y Deux Magots, y descubro en una de sus estanter¨ªas blancas la novela Par¨ªs, de Marcos Giralt, traducida como Une saison parisienne, lo que demuestra que los espa?oles no somos los ¨²nicos en cambiar alegremente los t¨ªtulos de los libros o de las pel¨ªculas.
Al salir, en la placita de la iglesia de Saint-Germain, una anciana me observa tras sus lentes -s¨ª, los parisienses son, adem¨¢s de distinguidos, algo mirones-, y, cansado de caminar, me permito tomar el metro, pese a que ignore si eso anula definitivamente mi condici¨®n de fl?neur. En el vag¨®n, los viajeros, multicolores y anestesiados, despiertan con la escena de un educador que se afana por controlar al grupo de ni?os peque?os que lleva de excursi¨®n. El educador se dirige a ellos en un tono de voz elevado, persuasivo y amigable, verdaderamente muy conseguido, y los ni?os le obedecen aunque parezca que no le prestan atenci¨®n. En las puertas, para prevenir los accidentes de los viajeros al salir, un adhesivo incluye la leyenda en espa?ol: "No pongas las manos sobre las puertas, te expones a una magulladura". Debi¨® de redactarlo un franc¨¦s que hizo un cursillo intensivo de espa?ol del Siglo de Oro en un fin de semana.
POR LA PLACE DU MARCH? SAINTE-CATHERINE
Me apeo en Saint-Paul y entro en el Marais, antigua zona de marismas del Sena ennoblecida por palacetes aristocr¨¢ticos en el siglo XVII, y que tras su lenta degeneraci¨®n se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en uno de los barrios m¨¢s din¨¢micos. Es un lugar tranquilo, alejado del bullicio de otras zonas de la ciudad, con buenas galer¨ªas de arte y tiendas con escaparates muy cuidados. Justo cuando decido que ya es hora de comer, se abre ante m¨ª una recoleta plaza cerrada, adoquinada, de estilo medieval, la Place du March¨¦ Sainte-Catherine. Hay cinco restaurantes con terraza, y me siento en la de Au Bistrot de la Place. Mientras disfruto de una comida casera y sabrosa, me fijo en que algunos parisienses devoran sus baguettes y beben agua mineral sentados en los bancos de la plaza.
POR LA PLACE DES VOSGES
Mi deambular me lleva hasta la estrecha Rue de Rosiers, que forma parte del peque?o gueto jud¨ªo inmerso en el barrio, cuya comunidad proviene principalmente de Europa del Este y Argelia. Mezcladas con tiendas de moda, hay carnicer¨ªas kosher, escaparates en los que se exponen biblias, el restaurante L'As du Fallafel, o La Boutique Jaune de Sacha Finkelsztajn, con productos de cocina yiddish. Un hombre de largas barbas canas, vestido de negro y ataviado con un sombrero hongo, biblia en mano, me interpela en lo que supongo hebreo, y yo me disculpo y sigo mi camino. Llego a la armoniosa Place des Vosges, epicentro del Marais, con sus pabellones del siglo XVIII, y al ver a una mujer leyendo en un banco, decido imitarla y busco un bar con terraza. Una hora m¨¢s tarde me encuentro en el setentero Etienne Marcel, bebiendo un mojito y leyendo Una mirada inocente, de George Simenon, que mezcla con sabidur¨ªa los temas de la pintura y los puestos de verdura parisienses. Buen final para mi jornada de fl?neur. Ya como turista, regreso a mi hotel de oferta a descansar.
- Nicol¨¢s Casariego (Madrid, 1970) es autor de la novela Dime cinco cosas que quieres que te haga (Espasa).
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GU?A PR?CTICA
Prefijo telef¨®nico
- 00 33.
C¨®mo ir
- Iberia ofrece en su web (wwww.iberia.com) vuelos de Madrid a Par¨ªs por 125 euros, ida y vuelta. Desde Barcelona, la compan¨ªa vuela por 119 euros.
- Air France (www.airfrance.com.es) tiene ofertas para volar a Par¨ªs desde Barcelona y Madrid por 69 euros m¨¢s tasas.
Comer
- Le Pain Quotidien, Table d'Hote (142 36 76 02). 33, Rue Vivienne. Cl¨¢sica boulangerie parisiense de alta calidad. Ideal para comenzar el d¨ªa con un op¨ªparo desayuno mientras se hojea el International Herald Tribune.
- Au Bistrot de la Place (142 78 21 32). 2, Place du March¨¦ Sainte-Catherine. Espl¨¦ndidas recetas caseras del suroeste en un bistrot de inspiraci¨®n rom¨¢ntica y preciosa terraza. Unos 40 euros.
- La Boutique Jaune de Sacha Finkelsztajn (www.laboutiquejaune.com). 27, Rue Rosiers. Esta boutique amarilla pasa de padres a hijos desde su apertura en 1946. Delicatessen del barrio jud¨ªo.
- Etienne Marcel (145 08 01 03). 34, Rue Etienne Marcel (esquina Rue Monmartre). La cocina del chef Xavier Etcheb¨¨s en un entorno que mezcla el dise?o de los setenta y rabiosa contemporaneidad. Unos 40 euros.
Informaci¨®n
- Oficina de turismo de Par¨ªs (892 68 30 00; www.paris-touristoffice.com).
- Maison de la France en Espa?a (807 11 71 81; www.franceguide.com).
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