El final del culto a la juventud
Vemos a esos jovenc¨ªsimos padres a diario en las revistas, la televisi¨®n y el cine. Anuncian olores y placeres, pronuncian mensajes y comentarios, envuelven sus cuerpos con materiales que son mucho m¨¢s que simples telas. Son narraciones y promesas de un mundo maravilloso, cuentos de felicidad que nunca deber¨ªan dejar de contarse, porque de otra manera, como le ocurr¨ªa a la hermosa Sherezade en Las mil y una noches, podr¨ªamos perecer. Pero me temo que Sherezade dejar¨¢ pronto de contar cuentos.
Retrocedamos mentalmente: ?cu¨¢ndo se impuso econ¨®micamente esa fijaci¨®n absoluta en la imagen de la juventud? No hace demasiado tiempo. A principios de la d¨¦cada de 1960, la gente empez¨® a seguir el rumbo que marcaba la juventud en la moda, la m¨²sica, la publicidad y el cine; es decir, en todos los ¨¢mbitos en los que miramos, jugamos o buscamos entretenimiento.
Otro factor que ha caracterizado las d¨¦cadas pasadas ha sido la posibilidad, favorecida por la medicina moderna, de disfrutar de la sexualidad sin el riesgo del embarazo
La dictadura de la juventud se ha convertido en una amenaza. En un par de a?os nos veremos frente a este concepto del mundo en el que no podremos reconocernos nunca m¨¢s
Nuestra cultura ha estado marcada por el deseo de las personas de retardar u ocultar el envejecimiento mediante la cosm¨¦tica, el deporte, la medicina o la nutrici¨®n
Diane Vreeland, redactora jefa de una de las publicaciones m¨¢s influyentes del mundo de la moda, la estadounidense Vogue, fue la que acu?¨® y difundi¨® el t¨¦rmino youthquake (se¨ªsmo juvenil) para describir el impetuoso movimiento que dominaba la moda, la m¨²sica pop y la cultura de los j¨®venes. Aunque el t¨¦rmino parec¨ªa evocar un desastre, el fen¨®meno habr¨ªa de convertirse en una bendici¨®n: un nuevo grupo de consumidores de proporciones gigantescas que inici¨® ese culto a la juventud que la publicidad sigue alimentando en nuestras conciencias.
Lo malo es que como la mayor¨ªa de los consumidores tiene cada vez m¨¢s edad, nuestra sociedad padece de infantilismo adulto. Es un hervidero de cuarentones que hablan y se visten como cr¨ªos; abundan los recuerdos infantiles resucitados en la televisi¨®n y en los libros, en particular entre los de la mayor cohorte, los nacidos entre 1970 y 1985.
En 1967, el 67% de los art¨ªculos de moda fueron adquiridos por j¨®venes de entre 16 y 19 a?os. Como muy tarde en 2010, la vanguardia de los ¨¢vidos consumidores de entonces llegar¨¢ a la edad de jubilaci¨®n. Por el momento, nadie se atreve a predecir lo que ocurrir¨¢, aunque lo m¨¢s probable es que entre 2005 y 2010 comience un furtivo cambio cultural, cuyos primeros indicios son perceptibles ya en los actuales debates sobre las pensiones. La verdadera conmoci¨®n tendr¨¢ lugar entre 2010 y 2020, d¨¦cada en la que la generaci¨®n de los nacidos entre 1960 y 1970 entrar¨¢ en su personal¨ªsima crisis senil. La humillante imagen de la vejez que muy probablemente siga imperando provocar¨¢ un clima de gran tristeza y miedo. La mayor esperanza de vida har¨¢ que a¨²n vivan personas mucho mayores de generaciones anteriores, y esto dar¨¢ lugar en Alemania a una singular mezcla de generaciones completamente distintas entre s¨ª, que formar¨¢n el conjunto de los biol¨®gica, social y econ¨®micamente viejos.
Michael Jackson
Para entonces, los que iban al instituto cuando la carrera de Michael Jackson alcanz¨® su c¨¦nit convivir¨¢n (con sus 50 a?os) en el sector viejo de la sociedad con los ancianos de 70 y 80 que vivieron el Mayo del 68, y puede que con algunos representantes de la generaci¨®n de la II Guerra Mundial, conformando una nueva mayor¨ªa social. Pero a¨²n hay m¨¢s: mientras todo esto sucede, los avejentados hijos del baby boom estadounidense estar¨¢n globalizando su propio envejecimiento, al igual que en su d¨ªa comercializaron su juventud. Y estamos hablando de una generaci¨®n que controla el 70% del capital en Estados Unidos.
Lo que conocemos como ilusi¨®n juvenil es una manifestaci¨®n de poder adquisitivo. "Esta generaci¨®n socava la sociedad como un cerdo trufero", escribe la antrop¨®loga Helen Fischer, "y la historia va cambiando cada d¨ªa, a medida que va haci¨¦ndose mayor". Los baby boom modificaron el concepto de infancia y juventud. Transformaron el mundo simplemente por ser muchos, porque accedieron a un poder adquisitivo como nunca tuvo ninguna generaci¨®n joven.
Ken Dychtwald es un miembro t¨ªpico de esta generaci¨®n. Lleva 20 a?os esperando que llegue su momento. Nacido y criado en el Estados Unidos de la d¨¦cada de 1950, estudi¨® en California a principios de la d¨¦cada de 1970, donde se interes¨® por el yoga y los efectos de las pr¨¢cticas orientales sobre el esp¨ªritu occidental. Enseguida se dio cuenta de que aquella curiosa mezcla de pop, pol¨ªtica y Siddhartha que hab¨ªa transformado radicalmente los campus universitarios y las ciudades, ten¨ªa muy poco que ver con las ideas y mucho con el simple poder de las masas. Y como intuy¨® que todas las crisis de esta enorme generaci¨®n provocar¨ªan conmociones en todo el pa¨ªs, a mediados de la d¨¦cada de 1980 comenz¨® a desarrollar un modelo de negocio a partir del estudio de los propios miedos. Relata en retrospectiva c¨®mo a principios de la d¨¦cada de 1980, cuando trabajaba como experto al servicio del Congreso de Estados Unidos, de repente se le revel¨® esta idea: "Sent¨ª una gran angustia al darme cuenta de que el siguiente grupo de mayores no ser¨ªa la generaci¨®n de mis abuelos, ni tampoco la de mis padres. No, los m¨¢s viejos del ma?ana ser¨ªan los hijos del baby boom: mi generaci¨®n". Dychtwald ha construido junto con su esposa un verdadero imperio edificado sobre temas relativos a la vejez. La generaci¨®n del baby boom, la cohorte que vino al mundo entre el final de la d¨¦cada de 1940 y 1965, aproximadamente, no ha cambiado el mundo con la guerra, sino con su mera existencia. He aqu¨ª la fenomenolog¨ªa de Dychtwald sobre los hijos del baby boom:
No s¨®lo han ingerido alimentos: han modificado los bares, los restaurantes y los supermercados. / No s¨®lo han llevado ropa: han cambiado la industria de la moda. / No s¨®lo han comprado coches: han transformado la industria del autom¨®vil. / No s¨®lo han tenido citas: han alterado los roles y las pr¨¢cticas sexuales. / No s¨®lo han ido a trabajar: han revolucionado el lugar de trabajo. / No s¨®lo se han casado: despu¨¦s de miles de a?os han transformado la naturaleza de las relaciones humanas y sus instituciones. / No s¨®lo han pedido pr¨¦stamos: han cambiado los mercados financieros. / No s¨®lo han utilizado ordenadores: han modificado las tecnolog¨ªas.
Deber¨ªamos darnos cuenta, si es que a¨²n no lo hemos hecho, de que estas personas que transformaron todo un planeta a su imagen y semejanza, a partir del a?o 2010 empezar¨¢n a jubilarse. El proceso lo trastocar¨¢ todo, y durar¨¢ por lo menos hasta 2029, cuando se jubilen los nacidos en 1964, el a?o que registr¨® m¨¢s nacimientos.
Por primera vez desde Woodstock, la generaci¨®n para la que se acu?¨® tambi¨¦n el t¨¦rmino teenager conocer¨¢ una nueva experiencia generacional. En Alemania, el baby boom no fue tan prol¨ªfico como en EE UU, y la cohorte m¨¢s numerosa se da entre 1960 y 1964, mientras que en Espa?a la generaci¨®n m¨¢s numerosa es la de los nacidos entre 1970 y 1975. Pero esto no cambia el hecho de que para una Alemania que envejece mucho m¨¢s se repetir¨¢ la experiencia cultural de las d¨¦cadas de 1950 y 1960. Los hijos del baby boom que vayan envejeciendo y muriendo dar¨¢n paso a una nueva cultura que dejar¨¢ marcada para siempre a la sociedad.
La crisis que viene
Estados Unidos se prepara ya a gran escala para el suceso. Hay innumerables instituciones, organizaciones, grupos de presi¨®n, empresas, p¨¢ginas web... que se est¨¢n preparando para la crisis que provocar¨¢ el envejecimiento social. Todav¨ªa no est¨¢ del todo en marcha, pues la mayor¨ªa de los nacidos en el a?o 1946 sigue trabajando. Pero es como si al menos esa parte del planeta hubiera comenzado ya (murmurante, vacilante, curiosa) a observar su propia vejez en la bola de cristal. The New York Times muestra su asombro en un comentario sobre la und¨¦cima edici¨®n del Merriam Webster.
Evidentemente, un diccionario es un referente del cambio social, porque constituye una especie de recurso material b¨¢sico de nuestro pensamiento. Lo m¨¢s llamativo no es que en este diccionario b¨¢sico de los estadounidenses se hayan incluido 10.000 nuevas entradas en los ¨²ltimos cuatro a?os, sino que por primera vez las entradas referidas a salud y medicina superen a las referencias sobre tecnolog¨ªa e inform¨¢tica y, adem¨¢s, que el 40% de los t¨¦rminos m¨¦dicos est¨¦n relacionados con el envejecimiento.
En una entrevista con The New York Times, el jefe de la editorial dio la ¨²nica explicaci¨®n sensata sobre este cambio: la generaci¨®n del baby boom hab¨ªa comenzado a ocuparse de su propio envejecimiento, y adem¨¢s, del envejecimiento de sus padres. Y este guardi¨¢n del vocabulario en Estados Unidos a?adi¨®: "Esta generaci¨®n lo ha alterado todo en el curso de su existencia. Ahora asistiremos al ¨²ltimo y mejor ejemplo del cambio: la vejez de la generaci¨®n del baby boom. Si piensa que no hab¨ªa quien les aguantara cuando eran adolescentes, y que de j¨®venes eran insoportables, espere a ver c¨®mo ser¨¢n de viejos. Exigir¨¢n un cierto nivel de asistencia sanitaria y atenci¨®n, al menos el que tuvieron sus padres, aunque ¨¦stos eran muchos menos. La generaci¨®n del baby boom obligar¨¢ a la sociedad a ocuparse de la asistencia sanitaria y de la gerontolog¨ªa, quiera o no quiera".
Im¨¢genes t¨¦tricas
Sobre todo, sus miembros se ver¨¢n forzados a ocuparse de s¨ª mismos; las t¨¦tricas im¨¢genes sobre la vejez acu?adas con la muy activa colaboraci¨®n de esta misma generaci¨®n se volver¨¢n ahora en su contra. Los sism¨®grafos de EE UU est¨¢n empezando a registrar los primeros temblores de este se¨ªsmo. La vieja Europa, mucho m¨¢s amenazada, no est¨¢ preparada en absoluto, as¨ª que todo ocurrir¨¢ a la vez: la baja tasa de nacimientos, la ilusi¨®n juvenil de la avejentada generaci¨®n del baby boom, la prolongaci¨®n general de la esperanza de vida. Hace tiempo que todos sabemos que nuestro culto a la juventud no se corresponde con la realidad. Evidentemente, el esp¨ªritu no se deja enga?ar durante mucho tiempo: llega un momento en que hasta el cuarent¨®n m¨¢s inocente se da cuenta de que ya no es joven. El remedio elegido por las culturas occidentales, en particular la alemana, se manifiesta en el infantilismo imperante en los medios, los roles sociales y la opini¨®n p¨²blica. El hecho de que en los pa¨ªses con baja natalidad los primeros puestos de las listas de ventas est¨¦n ocupados desde hace a?os por libros juveniles como Harry Potter no deja duda sobre qui¨¦n lee en realidad estos libros. Lo mismo puede decirse sobre la resucitaci¨®n de bebidas, comidas, coches, pel¨ªculas y series de televisi¨®n, memoria colectiva de una generaci¨®n carente de otras experiencias hist¨®ricas.
La industria de la publicidad y el cine no parece haberse dado cuenta de que la situaci¨®n ha cambiado. Sin embargo, de ella depende c¨®mo vivan los futuros ancianos sus roles sociales y, lo que es m¨¢s importante, implicar a la futura juventud en el gran proceso de transformaci¨®n de la sociedad.
La cultura socializa y define como generaci¨®n a los j¨®venes; los mayores le atribuyen una parte fundamental del sentido de sus vidas. Dieter Gorny, jefe de la emisora alemana de m¨²sica VIVA, observa la aparici¨®n de "agujeros negros" en el seno de la sociedad. En la d¨¦cada de 1990, el ¨¦xito de una estrella del pop depend¨ªa de grupos juveniles e incluso infantiles de compradores, y as¨ª se fue ampliando el espectro de edad. Las antiguas estrellas se dedican ahora a doblar pel¨ªculas de dibujos animados aptas para todos los p¨²blicos, y el que no envejece a la vez que sus coet¨¢neos no tiene ninguna oportunidad. La poblaci¨®n que nos suceder¨¢ es demasiado escasa, y su poder adquisitivo, insuficiente para competir con el de los mayores.
Las sociedades anteriores, en las que los m¨¢s viejos eran la excepci¨®n, se serv¨ªan de la sabidur¨ªa y la experiencia de los mayores para aprender a cultivar los campos y criar a la descendencia. ?nicamente si logramos descubrir esta fuerza en nosotros mismos y nos enfrentamos al odio propio, al rechazo y al miedo al envejecimiento mediante otros sentimientos, paternales y maternales, podremos mantener el contacto con la nueva generaci¨®n y animarla a traer ni?os al mundo.
Belleza y reproducci¨®n
Mayor¨ªa y dinero: hay personas que creen, y no envidio su optimismo, que con eso ya es suficiente. No s¨®lo seremos muchos, como ya hemos visto, sino que adem¨¢s tendremos capacidad adquisitiva como para transformar la sociedad a nuestra voluntad. ?Acaso lo que lograron nuestros padres o nuestros hermanos mayores en la famosa Carnaby Street londinense no vamos a lograrlo nosotros, los nacidos a lo largo de tres d¨¦cadas?
En EE UU, los hijos del baby boom empiezan a hacerse viejos, mientras que la cifra de nacimientos sigue constante. Los europeos nos hacemos viejos, pero cada vez nacen menos ni?os. Por eso aqu¨ª envejece todo el pa¨ªs a la vez, mientras que en EE UU envejece s¨®lo el mercado. Ser¨¢ demasiado tarde si esperamos al a?o 2020 para averiguar que nuestra vida no es un simple juego, sino algo terriblemente serio.
Muchos j¨®venes con poder adquisitivo es algo muy distinto a muchos viejos con poder adquisitivo. Los j¨®venes son precavidos y construyen. Los j¨®venes siguen recibiendo una prima extra de la naturaleza a diario; no cada individuo, sino todos. Esta prima consiste en la fuerza, la innovaci¨®n, el impulso reproductivo. Los m¨¢s viejos van gastando sus reservas y sus ahorros; la naturaleza les va descontando algo, como veremos m¨¢s adelante, a partir de los 45 a?os de edad. Desde el punto de vista econ¨®mico, esto responde a la "hip¨®tesis del ciclo vital" de Franco Modigliani, seg¨²n la cual las personas mantienen un alto nivel de ahorro a lo largo de su vida laboral, y una gran parte del capital disponible se gasta con posterioridad.
Si la biolog¨ªa y la econom¨ªa diezman las reservas de los mayores, la cultura no puede quedarse atr¨¢s. Los conceptos que acu?a sobre los viejos los describen como el sector anormal de la especie. Suele decirse, por citar un ejemplo totalmente inocente, que los viejos son cerriles, conservadores, ego¨ªstas y pesimistas. Nuestra cultura nos sugiere que en el curso de nuestras vidas vamos cambiando totalmente. Es decir, que cuando envejecemos, la sociedad va consumiendo sistem¨¢ticamente las reservas que la naturaleza a¨²n no nos ha arrebatado.
All¨¢ donde miremos, en cualquier revista o programa de televisi¨®n, vemos modelos de una existencia que no es la nuestra y nunca lo ser¨¢. El joven matrimonio de los anuncios resulta un prototipo parad¨®jico, y no s¨®lo desde el punto de vista demogr¨¢fico. Este ideal de belleza y de juventud nos hace sentirnos culpables e infelices, incluso mientras a¨²n somos j¨®venes. Es una infelicidad que en generaciones enteras despierta la sensaci¨®n de no ser amadas y merecer un castigo.
Cuando los arque¨®logos de un futuro lejano estudien nuestros archivos de cine, televisi¨®n y otros medios, en lugar de estatuas y vasijas encontrar¨¢n im¨¢genes de hombres y mujeres j¨®venes y hermosos.
Los investigadores del futuro examinar¨¢n tambi¨¦n algunos de nuestros huesos. Comprobar¨¢n que la constituci¨®n f¨ªsica casi siempre ser¨¢ diferente de la que se podr¨ªa deducir de esas im¨¢genes. Constatar¨¢n adem¨¢s que llegamos a ser mucho m¨¢s viejos que las generaciones anteriores a las nuestras. Y los archivos les revelar¨¢n adem¨¢s que a partir del siglo XX se produjo un brutal descenso de la fertilidad. Las personas cuyos restos examinen al parecer se habr¨¢n reproducido cada vez menos. Los investigadores que descubran las atractivas parejas en las fotos de la industria de la moda y de la belleza y a la vez averig¨¹en que apenas nos reprodujimos llegar¨¢n a la conclusi¨®n de que est¨¢n ante un culto a la fertilidad de los extintos europeos de principios del siglo XXI. Que la misi¨®n de las estrellas de cine, la televisi¨®n y la publicidad probablemente fuera fomentar la reproducci¨®n.
Necesidades ancestrales
Realmente, en las d¨¦cadas pasadas nuestra cultura ha estado marcada, m¨¢s bien transformada, por dos ancestrales necesidades biol¨®gicas. Por una parte, el deseo de las personas de retardar u ocultar su envejecimiento mediante la cosm¨¦tica, el deporte, la medicina o la nutrici¨®n.
Por otra parte, la posibilidad, favorecida por la medicina moderna, de disfrutar de la sexualidad sin el riesgo del embarazo. Las factor¨ªas de cosm¨¦tica y estilo de vida, junto con la industria farmac¨¦utica y los medios de comunicaci¨®n, han desarrollado e impuesto ciertas im¨¢genes en todo el mundo equiparables a la religi¨®n, la filosof¨ªa y la pol¨ªtica de los ¨²ltimos siglos.
Sin embargo, la dictadura de la juventud, la belleza y la sexualidad se ha convertido en una amenaza para la nueva mayor¨ªa. El cristal se har¨¢ a?icos; en un par de a?os nos veremos frente a este concepto del mundo como frente a los pedazos de un espejo en el que no podremos reconocernos nunca m¨¢s.
Sabemos que la edad comienza a arrojar su sombra sobre los mayores de 30 a?os, y cubre por completo a algunos cuarentones de melancol¨ªa y tristeza.
Konrad Lorenz denomina "masa an¨®nima" a los mayores que prefieren pasar inadvertidos envolvi¨¦ndose en ropas de color gris. Dice el autor: "El que los que est¨¢n completamente indefensos se mantengan firmemente unidos como un enjambre obedece a una debilidad de los depredadores consistente en que muchos, tal vez todos los depredadores que van a la caza de una presa, son incapaces de concentrarse en un objetivo cuando a la vez hay otros muchos iguales dando vueltas alrededor". Las personas mayores se sienten amenazadas por un depredador muy particular: la juventud.
Es probable que la temprana sensaci¨®n de caducidad y transitoriedad sea una herencia evolutiva procedente de la ¨¦poca en que las personas no llegaban a cumplir 30 o 40 a?os de edad. Seguimos viviendo y somos j¨®venes, cuando en realidad nuestro programa biol¨®gico ya ha expirado. Aunque ¨¦sa sea la situaci¨®n individual, del envejecimiento de la sociedad puede decirse lo mismo: ¨¦sta sigue activa mientras en su seno, como en el mecanismo de un reloj, la hora ya est¨¢ fijada, pues suena una alarma: el despertador de varias generaciones.
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